INEGI revela que México vive una dualidad en mortalidad: la población general muere mayoritariamente por enfermedades crónicas no transmisibles y la población joven enfrenta un riesgo letal por homicidios, evidenciando la necesidad de políticas públicas integrales en salud y seguridad
El caso de Colima es particularmente alarmante. Este estado registra una de las tasas más elevadas de homicidios año con año

El panorama de la mortalidad en México revela una dualidad preocupante marcada por el impacto persistente de las enfermedades crónicas y la violencia focalizada en grupos etarios jóvenes.
Los datos preliminares de 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran que las enfermedades del corazón, la diabetes mellitus y los tumores malignos continúan siendo las principales causas de defunción a nivel nacional, representando la mayor carga de mortalidad en la población en general y reflejando la importancia de las patologías no transmisibles en la salud pública.
Violencia y homicidios: una amenaza para la población joven
Aunque las causas externas como accidentes, suicidios y homicidios constituyen una minoría en las defunciones totales, su impacto es devastador para determinados grupos etarios.
Para los mexicanos de 15 a 44 años, los homicidios representan la principal causa de muerte, superando a muchas enfermedades crónicas.
Esto evidencia que la violencia no solo afecta la seguridad de las comunidades, sino también la productividad y el bienestar de la población joven, lo que genera consecuencias económicas y sociales a largo plazo.
Estados con mayor número de homicidios
En términos absolutos, los estados que registran la mayor cantidad de homicidios durante 2024 son aquellos con alta actividad criminal y/o gran población.
Guanajuato encabeza la lista con más de 4 mil casos, seguido por el Estado de México y Baja California. A estas entidades se suman Chihuahua y Jalisco, formando un grupo de cinco estados que concentran una proporción alarmante del total de asesinatos cometidos en el país.
No obstante, para dimensionar correctamente la gravedad de la violencia, es crucial considerar la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes, que ajusta los números absolutos al tamaño de la población.
Bajo este criterio, estados como Colima, Morelos y Baja California muestran consistentemente las tasas más altas del país, revelando que, aunque el número absoluto de homicidios pueda ser menor que en estados más poblados, la intensidad de la violencia por habitante es crítica.
El caso de Colima es particularmente alarmante. Este estado registra una de las tasas más elevadas de homicidios año con año, reflejando un problema estructural ligado a disputas territoriales entre grupos delictivos y a la debilidad institucional en materia de seguridad.
Esta situación coloca a sus habitantes en un riesgo mucho mayor que la media nacional, incluso cuando el total de casos absolutos es inferior al de estados más poblados como Guanajuato o Estado de México.
Enfermedades crónicas: la otra cara de la mortalidad
Paralelamente, las enfermedades crónicas no transmisibles siguen siendo la amenaza principal para la población general, especialmente para adultos mayores.
La prevalencia de hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares, combinada con hábitos de vida poco saludables, explica por qué estas causas ocupan los primeros lugares en mortalidad general.
La coexistencia de estas enfermedades con la violencia plantea un doble desafío para las políticas públicas, que deben enfrentar simultáneamente problemas de salud y seguridad.
Implicaciones para las políticas públicas
La información oficial subraya que no existe un solo frente de acción: la estrategia nacional debe abordar tanto la prevención y tratamiento de enfermedades crónicas como la reducción de homicidios y otras formas de violencia.
La concentración de homicidios en estados como Guanajuato, Colima y Baja California, así como la alta mortalidad por enfermedades cardiovasculares y diabetes a nivel nacional, sugiere que los programas de salud y seguridad deben ser integrales y coordinados, priorizando intervenciones focalizadas en las regiones más afectadas y promoviendo hábitos saludables y seguridad ciudadana de manera simultánea.
En conclusión, México enfrenta un reto dual en mortalidad: mientras la población general sucumbe mayoritariamente a enfermedades crónicas, la población joven en edad productiva está expuesta a un riesgo letal significativo debido a los homicidios.
La combinación de ambos factores genera un escenario de preocupación para el bienestar social y económico del país, y exige políticas públicas más efectivas y coordinadas que puedan mitigar tanto la violencia como la carga de enfermedades no transmisibles.
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