Con o sin azúcar: Estudios advierten que el peligro del consumo frecuente de refrescos va más allá de la diabetes, causando posible afectación a diferentes órganos del cuerpo
El informe oficial de la UEG señala que las bebidas azucaradas elevan la glucosa e insulina, favorecen el aumento de peso y aumentan el ácido úrico, factores que promueven la acumulación de grasa en el hígado.

Ciudad de México.— Un estudio presentado el pasado 7 de octubre durante la Semana de Gastroenterología Europea Unida (UEG Week), celebrada en Berlín, reveló que el consumo frecuente de refrescos, tanto azucarados como dietéticos, está vinculado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedad hepática grasa asociada a disfunción metabólica (MASLD).
La investigación, difundida por Reuters, fue coordinada por Lihe Liu, especialista del Departamento de Gastroenterología del Primer Hospital Afiliado de la Universidad de Soochow, en China, y contó con el respaldo de la United European Gastroenterology (UEG).
Un estudio a largo plazo con más de 120 mil personas
El equipo científico analizó los hábitos de 123,788 adultos del Reino Unido, utilizando datos del UK Biobank, una de las bases de datos médicas más completas del mundo.
Durante más de una década, los participantes reportaron su frecuencia de consumo de refrescos y bebidas dietéticas, además de someterse a controles clínicos periódicos.
Los resultados fueron contundentes:
- Quienes consumían bebidas con edulcorantes artificiales tenían un 60% más de riesgo de ser diagnosticados con hígado graso.
- Quienes bebían refrescos azucarados mostraron un 50% más de probabilidad de desarrollar la enfermedad.
La UEG destacó que este riesgo se observó incluso entre personas que tomaban una sola lata al día, y que la probabilidad aumentaba con el tiempo de exposición y la cantidad ingerida.
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¿Por qué los refrescos dañan el hígado?
De acuerdo con el informe oficial presentado en el congreso, las bebidas azucaradas provocan picos de glucosa e insulina, favorecen el aumento de peso y elevan el ácido úrico, factores que estimulan la acumulación de grasa en el hígado.
Por otro lado, los refrescos dietéticos tampoco resultan inocuos: sus edulcorantes artificiales pueden alterar el microbioma intestinal, afectar la sensación de saciedad e incluso inducir respuestas hormonales similares a las del azúcar real.
“Las bebidas dietéticas pueden modificar la flora intestinal y la percepción del hambre, aun provocando respuestas hormonales”, advirtió la UEG.
Reemplazar refrescos por agua puede reducir el riesgo
El estudio demostró que sustituir una lata diaria de refresco por agua disminuye el riesgo de desarrollar MASLD entre 12% y 15%.
“El agua no aporta carga metabólica al organismo y ayuda a prevenir la acumulación de grasa hepática”, señalaron los investigadores, quienes recomiendan priorizar el consumo de agua sobre cualquier bebida endulzada o artificialmente saborizada.
Estados Unidos, uno de los mayores consumidores de refrescos del mundo
La United European Gastroenterology advirtió que los resultados son especialmente relevantes para países con alto consumo de refrescos, como Estados Unidos, donde según datos de Euromonitor, cada persona consumió en promedio 118 litros de refresco en 2024.
De los 86 mil millones de litros vendidos en el país, el 70% correspondió a bebidas azucaradas. Aunque las versiones “sin azúcar” crecieron un 19.2% ese año, el estudio señala que también representan un riesgo significativo.
El grupo millennial es el que más consume este tipo de productos: 22% se considera consumidor habitual, frente al 13% de la población general, según el informe de Barinopia.
Llamado a la acción de las autoridades y especialistas
Tras la presentación del estudio, tanto la Sociedad Europea para el Estudio del Hígado (EASL) como la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) expresaron su interés en evaluar los efectos de los edulcorantes artificiales y revisar sus guías de seguridad alimentaria.
Los especialistas recomiendan a gobiernos y sistemas de salud reforzar las políticas de reducción del consumo de refrescos en escuelas, oficinas y espacios públicos, además de promover el acceso a agua potable como medida preventiva.
Un problema de salud pública global
La UEG estima que la enfermedad hepática grasa metabólica (MASLD) afecta a más del 30% de la población mundial. En Estados Unidos, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) calcula que 4.5 millones de adultos padecen algún tipo de enfermedad hepática crónica.
Los expertos coinciden en que modificar los hábitos de consumo es una de las estrategias más efectivas para prevenir enfermedades metabólicas y reducir la carga sanitaria relacionada con el hígado graso.
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