Perplejidad en las elecciones

Mañana domingo 1 de junio me levantaré consciente del compromiso que nos espera. A las ocho de la mañana ya estaré bañadito y listo para ir a votar en un proceso en el cual optaremos, por vez primera, por los integrantes del poder judicial, desde la Corte Suprema hasta magistrados locales.

Es la votación más compleja que he enfrentado en mi vida: hay, a nivel nacional, más o menos 3,422 candidatos, la mayoría desconocidos para buena parte de los connacionales, yo mismo incluido.

Ya en el pueblo donde vivo el listado de aspirantes se reduce, como sucede en cada entidad y distrito, de tal modo que, en mi caso deberé elegir a 37 personas, para distintos cargos.

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La tarea no resulta sencilla: Es necesario realizar un proceso de discriminación entre los aspirantes a cada puesto. Eso implica tener una idea del currículo de cada candidato, su historia y puestos que ha desempeñado, y con qué probidad los ha ejercido.

No es fácil y ahí está la raíz de mi perplejidad: no tengo las herramientas, ni el tiempo, para depurar un listado tan largo, y puestos tan complejos. Eso me ha forzado a buscar personas de confianza y conocedores que han hecho esta tarea y han publicado sus propuestas. Tengo en mi poder al menos cinco listados elaborados por personajes que conozco y con los que suelo coincidir en observaciones y juicios sobre la sociedad y la política mexicana.

Confío en ellos, su trabajo se agradece y será la base para mi toma de decisión. Algún funcionario ha expresado que es una práctica irregular y que cada ciudadano debe elaborar su propio listado para sufragar mañana domingo en las urnas. Eso sería lo mejor, pero en esta ocasión intentarlo resulta tan arduo que es bastante probable que desemboque en frustración y molestia: la alternativa resulta buena y suficiente.

Por otra parte, confiar en terceros que considero rectos y bien informados no implica dejadez o poca dedicación, de alguna manera es lo que la mayoría hemos hecho en las elecciones en las que hemos participado: Nos guiamos por las opiniones y análisis que realizan personas en las que confiamos y sabemos su historial bien orientado.

Por eso, me dispongo a estudiar las cinco propuestas, de gente conocida, honesta y diligente y con base en sus sugerencias seleccionaré mi propio inventario de ciudadanos a los que daré mi voto. Mi casilla está a unos 10 minutos manejando y procuraré salir a más tardar a las nueve de la mañana para no estar al rayo del Sol al mediodía, que se anuncia un termómetro que rondará los 35°C, todavía no abrasador para esta llanura sonorense, pero sí suficiente para tomar precauciones.

Así que seré prudente, me llevaré un sombrero para cubrirme del Sol, un termo con agua fresca y alguna lectura sencilla por si hay que esperar un rato más largo. Por lo general hay gente amable en las esperas: Recios campesinos que hacen su vida con pequeñas parcelas y algún ganado, que cultivan calabacitas, cebollas, ajo, en su tiempo sandías y ordeñan algunas vacas criollas que aguantan las arideces y dan leche suficiente para elaborar y vender queso regional.

Algunos me conocen y suelo platicar a gusto y pasar el rato en buena compañía y mejor charla. Pero no iré solo, me custodia mi compañera de vida, trabajos y aventuras de muchos años. Juntos hemos asistido a urnas en algunas colonias de la capital, en un poblado del Valle de Toluca, en la huasteca veracruzana, Zacatecas y por supuesto Yucatán, donde ella tiene sus raíces.

Esperamos estar libres y satisfechos un rato antes de las diez de la mañana; listos para gozar un merecido respiro en una fonda de nuestra predilección, en San Pedro El Saucito, restaurando fuerzas frente a un plato de chilaquiles en chile colorado, acompañados de frijoles refritos, salsa de chiltepín y buenas tortillas de harina...