"Cuando lo encontré lo liberé a él"
Precisamente al cumplirse los tres años de la desaparición de su hijo, Mirna Nereida Medina y las Rastreadoras de El Fuerte dan con los restos del joven.
Segunda de tres partes
EL FUERTE, Sinaloa.- Durante tres años, Mirna Nereida Medina buscó a su hijo desaparecido y en ese periodo formó el grupo de las Rastreadoras de El Fuerte, que como ella, son mujeres del Norte de Sinaloa que luchan por dar con el paradero de sus familiares.
Precisamente el día en que se cumplían tres años de la desaparición de Roberto Corrales, el 14 de julio de 2017, el grupo organizó una búsqueda para conmemorar dicha fecha, sin imaginar que la faena arrojaría un resultado inesperado.
Durante la búsqueda, Mirna recibió varios mensajes anónimos a través de WhatsApp, sobre unos restos que se encontraban en el lugar y le insistían que no se fueran sin encontrarlos.
Como ella ya había recorrido anteriormente ese lugar, y con los datos que le proporcionaban por el teléfono, ubicó el sitio que le indicaban.
"Les dije: ¿Saben qué?, me están dando otra vez el punto, dicen que no es este cerro, que es el que sigue, ¿qué dicen?, ¿le entran mujeres?", recuerda.
A pesar de que eran ya alrededor de las 2:00 de la tarde, tenían hambre y estaban agotadas, las mujeres accedieron a continuar la búsqueda.
Luego de otra hora más de rastreo, bajo un Sol quemante, que en ese mes ronda los 35 grados centígrados, en un lugar cercano a El Fuerte, en una zona conocida como el Maune, fue donde Mirna Nereida y el grupo encontrarían los restos del joven.
"Empezamos a hacer los grupos para abarcar el cerro, rodearlo, y subir y llegar todas arriba; yo iba en un tercer grupo y el primer grupo que sube, y (una compañera) me grita desde arriba: ‘Aquí está un cráneo’, ‘ya lo encontré’".
Una corazonada
Mirna recuerda que sin saber de quién era el resto hallado, ella sintió como una "sacudida" fuerte en su interior y su corazón empezó a latir con mayor fuerza.
"Cada vez que decían algo, yo decía es Roberto, es Roberto, es Roberto; cuando iba caminando yo lo olía, lo iba oliendo, oliendo, y cuando llego lo primero que veo son sus calcetines amarrados con esa, ¡la odio!, esa cinta gris que les ponen.
El cráneo tenía parte de cinta con lo que le habían amarrado su boquita, sus pies, y lo primero que veo son sus calcetines con sus deditos adentro, atados con esa maldita cinta, y llego y les digo: Es Roberto", platica conmovida sin poder evitar que unas lágrimas escapen de sus ojos.
"Cuando lo encontré yo lo liberé a él, le di gracias a Dios porque lo encontré, y le dije que ya se fuera a descansar", expresa.
El grupo de mujeres continuó explorando el lugar y se dirigió más arriba en el cerro y encontraron artículos que pertenecían al joven, como discos, accesorios para carro y hasta la gorra negra que portaba el día que desapareció.
"Dije: 'Hay que buscar por las orillas', este cuerpo, lo que pasó, es que lo mataron allá arriba, lo dejaron aquí y los animales se lo llevaron.
"Caminé como a 10 metros de la fosa y encontré su mano, como que se la había llevado un animal y quedó enredada en un palo, la recogimos, recogimos eso, y buscamos, buscamos y ya no encontramos más restos ese día", recueda.
Al terminar la jornada llevaron la bolsa con el hallazgo a la Fiscalía de Justicia de Sinaloa para solicitar que se realizara la prueba del ADN y que se confirmara oficialmente que fuera Roberto.
Pelea por la verdad
"Yo peleé para que se hiciera la prueba de ADN, que era mi hijo, que era mi hijo; pasaba el tiempo y nada, entonces le hablé a la jefa de la Fiscalía y le dije: ‘Oiga, deme la carpeta de investigación’, y no, pues no había carpeta ni siquiera habían hecho una carpeta porque eran poquitos los restos.
"Tuve que pelear por esos restos, y a final de cuentas el 29 de julio se hizo la carpeta, y yo sabía que era mi hijo, y esperaba y esperaba el resultado, todos los días preguntaba, hasta que el 24 de agosto me habló el fiscal y me dijo: ‘Señora, necesito que venga mañana porque queremos hablar con usted’".
Cuando acudió a hablar con el fiscal, añade Mirna, se dio cuenta de que el funcionario estaba confundido, no sabía ni dónde habían encontrado los restos a los que se refería, él creía que cerca del río en el poblado de San Blas y por lo mismo la carpeta de investigación sobre el caso de Roberto estaba alterada y contenía graves errores.
"Le dije: ‘Mire doctor, si usted me está hablando de unos poquitos restos, no fue donde dice usted ni es la fecha que dice; mire, son los restos que se encontraron el 14 de julio en el Maune.
"‘Señor, háganme bien las cosas, la carpeta tiene que ser del 14 de julio y los restos donde se encontraron’, y eso se hizo", comenta Mirna.
La prueba, en efecto, había dado positivo, tal como ella esperaba, eran los restos de Roberto los que habían encontrado.
"Cuando ya me dijeron que sí eran esos restos, al otro día decidimos ir a buscar más y encontramos más partecitas del cuerpo de mi hijo, y ya el 27 lo velamos y el 28 de agosto lo sepultamos, gracias a Dios, en el panteón de Mochicahui", señala.
Al sepelio acudieron alrededor de mil personas que acompañaron a la familia en ese duelo y dieron el último adiós al joven.
Por fin, después de tres años, los restos de Roberto descansan en una sencilla tumba, aún sin epitafio, en el panteón de la población de Mochicahui, a la sombra de un frondoso yucateco, en donde hay fotografías de él que atestiguan la corta edad que tenía cuando le fue arrebatada su vida.
"No le pusimos epitafio porque quiero que se lo escojan sus hijas, mis nietas, cuando estén más grandecitas", explica.
Un "hombresote"
Mirna platica con orgullo que Roberto era un joven alto, fuerte, alegre, que desde niño fue muy trabajador y con alma de comerciante.
"Estaba bien guapo mi hijo, un hombresote, grandote, bien dado, era muy guapo y muy noble.
"Robertito era un niño muy amado por su padre y por mí, su hermano lo adoraba; no le gustaba mucho la escuela, pero le gustaba mucho trabajar, era comerciante", agrega.
El muchacho salía de la escuela y se empleaba lavando platos en un pequeño restaurante de mariscos, después se iba con su padre y le ayudaba a vender accesorios para carros, cd's, entre otros artículos; afuera de una gasolinera.
"Se me casó muy joven, se me casó de 15 años, tiene tres hijas (con diferentes parejas), tiene una niña de 8 años, una de 6 y otra que, estaba embarazada la muchacha, cuando él se fue. Ese era su defecto nada más, pero era muy buen niño, ¿qué te puede decir una madre?", expresa.
Mirna lamenta que cuando se desaparece alguien, la sociedad piensa que esa persona andaba involucrada con el crimen organizado.
"En este caso mi hijo nunca fumó, nunca bebió, nunca usó drogas, nunca vendió drogas, tenía el defecto ese, el que le gustaban las muchachas, era muy enamorado, pero nada más", afirma.
Ya encontró a su hijo, ¿por qué continúa?, se le pregunta.
"Mira, cuando mi hijo desapareció en 2014 y lo encontramos en 2017. Roberto fue el cuerpo número 93 localizado por las Rastreadoras, pero fue el cuerpo número 41 del grupo. Entonces las otras 40 familias que ya habían localizado seguían buscando con nosotros.
"Imagínate que diga ‘ya encontré a Roberto pues ya me voy, ahí te la echas’, pues no puedes, aquí estamos, seguimos, no soy la única, somos muchísimas", comenta.
"Somos una familia"
Aunque ella misma le había hecho una promesa a su propia familia de que dejaría el grupo cuando encontrara a Roberto, les explicó que no podía cumplirla pues las demás mujeres la necesitaban para continuar con esta difícil tarea y debía seguir apoyándolas.
"Somos una familia, sí tienes el dolor, los sentimientos, pero sentirte apoyada por una señora más grande, por una muchacha más joven, te da ánimo, mucha fortaleza para salir adelante.
"Este es un fenómeno que movió a la Nación porque nosotros aquí en Sinaloa empezamos con esto y se fue dando en otros estados, yo pienso que esto pasó por obra de Dios", comenta convencida.
Antes del 2014, las madres con hijos desaparecidos presentaban una denuncia ante la autoridad, pero no se animaban a buscarlos por su cuenta, tenían temor, pero a raíz de este movimiento se sintieron apoyadas y se llenaron de valor: Ahora ellas se sienten "fuertes", haciendo honor al nombre de su grupo.
Una canción que les fue dedicada a las Rastreadoras, y que ellas toman como su propio himno, habla de que estas mujeres siguen adelante sin importarles nada y desafiando todo; en el monte, con sus herramientas y en esa búsqueda se topan con coyotes, ratas y buitres.
"Eso de los coyotes, ratas y buitres también es en sentido figurado porque sí nos topamos con personas que son como coyotes, ratas y buitres", platica entre risas.
Cuatro días a la semana las Rastreadoras se internan en el monte y se pierden entre la maleza y las ásperas ramas de los árboles.
Estas mujeres no sólo van cargando sus herramientas de rastreo, cargan con esa incertidumbre con la que viven, cargan su angustia y un dolor que no termina; pero se niegan a abandonar su lucha y su esperanza, eso jamás, y tal como en su camiseta y en sus corazones llevan inscrito: "Te buscaré hasta encontrarte".