Viven horas de terror dos secuestrados por agentes
Narra Fiscal en Juzgado las cinco horas de amenazas, tortura y lesiones que vivieron un empresario y un empleado plagiados por policías en activo. Los acusados quedaron en prisión preventiva.

Al terminar la jornada en su rancho de la colonia Castro, un empresario mexicalense tomó el camino a su casa, pero fue interceptado por supuestos policías a bordo de una camioneta blanca y un auto sedán verde.
El velador del rancho, quien se dio cuenta que lo seguían cuando se marchó, le llamó por teléfono para advertirle. “Sí, aquí ya me pararon”, le respondió el patrón. Por el teléfono, el velador escuchó las amenazas. “¡Policía! ¡Bájate, hijo de tu puta madre!”. Luego colgó.
A partir de ese momento, el empresario cachanilla y el velador del rancho vivieron una noche entre el espanto, el horror, las amenazas contra su familia, de tortura y la cobardía por parte de los hombres que los secuestraron, a quienes se les paga para hacer valer la ley, para servir y proteger.
De acuerdo a la investigación, fueron 8 los que participaron directamente en el secuestro, robo, lesiones, torturas y amenazas, además de otro sujeto no identificado que en la ciudad de Tijuana cobró parte del rescate a un miembro de la familia de la víctima.
Todo lo expuesto en estas líneas es con base a las investigaciones vertidas por la Fiscalía General del Estado en la audiencia de formulación de imputación en contra de los tres agentes de la Guardia Estatal acusados de secuestro agravado.
Cinco horas de secuestro
El calvario de sobrevivir a cinco horas, custodiados por agentes de la Guardia Estatal, inició el 6 de agosto pasado, a las 20:30 horas.
Al empresario, identificado solo con las iniciales “ETG”, lo bajaron a punta de pistola. “Ya sabemos que eres malandro”, le dijo uno de los agentes. Con el rostro desencajado, el empresario desconocía de qué le hablaban. Sin despegarle la pistola de la cabeza, lo subieron al asiento trasero de su camioneta.
En total señalan a ocho agentes; cuatro que interceptaron la camioneta del empresario, a bordo de un pickup Silverado blanco, y otros cuatro en un auto Mitsubishi verde. En esas circunstancias, le resultó imposible recordar matrículas, en caso de haberlas tenido.
Tres de los agentes secuestradores subieron a la camioneta de la víctima y volvieron al rancho, escoltados por los otros dos autos. Con el control remoto abrieron el portón y el velador los vio ingresar, inseguro de lo que estaba ocurriendo.
De los autos bajaron los agentes armados con rifles y pistolas. Todos estaban vestidos en ropas de civil pero con chalecos antibalas y botas tácticas. Al empresario lo bajaron de su camioneta, esposado, y lo llevaron a un anexo del rancho, que funciona como bar y comedor.
Entre tres agentes hincaron al empresario, quien seguía negando la acusación proferida. “Soy empresario y también estoy en organizaciones civiles”, les dijo. Los agentes se molestaron por la aclaración de su víctima.
Uno de ellos lo golpeó con la palma de la mano en los oídos. Otro cortó cartucho con el arma de fuego apuntando a su cabeza, otro más lo golpeó en el tórax. Así fue entonces que comenzaron los golpes y la tortura.
El rescate del millón
De la cartera de la víctima, los agentes robaron 1 mil 500 dólares y sus pertenencias personales. Luego de más golpes, lo hicieron que les revelara la ubicación de más dinero. De la guantera de su camioneta sacaron 127 mil pesos y 3 mil dólares, destinados a la nómina de su empresa.
Los agentes, numerosos en el rancho, no desistieron con ello y exigieron más dinero. Lo hicieron llamar a su esposa, pero no respondió en el primer intento y mandó un mensaje. “Contéstame o me van a matar”, decía.
La mujer devolvió la llamada. “Si haces lo que te piden, voy a estar bien”. A la mujer la hicieron sacar el dinero de la caja fuerte de su casa. En total, la esposa del empresario tomó 800 mil pesos y 22 mil dólares que metió a una bolsa de plástico y tomó rumbo sobre la carretera al aeropuerto.
“Si no nos pagan, vamos a ir a tu casa y vamos a matar a tu esposa y a tus hijos y los vamos a hacer pedacitos”, lo amenazaron.
A la altura del kilómetro 11.5 debía encontrarse con uno de los agentes para la entrega. Una vez en sus manos, el guardia estatal le dijo que fuera a su casa y no llamara a nadie. El esposo también le mandó un mensaje. “No me llames ya o me van a matar”.
Para los agentes, el monto de más de un millón de pesos seguía sin ser suficiente.

Doble secuestro
Mientras los guardias estatales golpeaban y torturaban al empresario, el velador fue descubierto por otros de sus compañeros. Al hombre, identificado con las iniciales “JICO”, lo llevaron alrededor del rancho, para que indicara la ubicación de las cámaras.
Una a una, fueron tumbándolas y al final, exigieron la ubicación del disco duro de las grabaciones. A pesar de las circunstancias y en una aparente prueba de lealtad, el hombre se negó a abrir un contenedor donde se encontraba el disco duro y el modem del internet.
Esta afrenta le costó ser golpeado y amenazado de muerte. Aún así, los policías arrancaron el módulo donde se encontraban los dispositivos y se los llevaron. También iniciaron el saqueo del rancho, de donde robaron diversas pertenencias, así como armas de fuego registradas.
Dos camionetas Dodge Ram blancas arribaron al rancho y se llevaron el botín de lo robado y las armas con registro que había en el lugar.
“JICO” figura como la segunda víctima del secuestro, a quien encerraron en un baño del rancho, atado de pies y manos con cintas negras. “Hasta que no oigas ruidos afuera, te sueltas y sales”, le dijeron.
El cobro en Tijuana
Uno de los secuestradores, al que los demás agentes llamaban comandante, le dijo al empresario que debía llamar a un familiar en Tijuana, para pedirle 50 mil dólares que alguien cobraría en aquella ciudad.
“Dile que atropellaste a una muchacha y que te agarraron los de Inteligencia, que te están pidiendo 50 mil dólares”, le dijo el “comandante”. Con voz trémula, llamó a un tío y le contó la historia ficticia, pero solo pudo conseguir 100 mil pesos que entregó a un hombre en la plaza Mundo Divertido, en Tijuana.
Antes de esta treta, el empresario les dijo que, si lo esperaban, al día siguiente podía conseguir más dinero. “Es para hoy, cabrón”, le respondieron. Para entonces, el reloj apenas se acercaba a la medianoche.
El fin del terror
Con el tiempo en contra, el "comandante" le dijo: “Aún me debes los 50 mil dólares y con 1 mil dólares mensuales te vamos a dar seguridad”. Luego lo subieron a su camioneta y lo llevaron a una parcela contigua al rancho, donde lo dejaron y le regresaron su teléfono. Por las lesiones, no pudo caminar y volver al rancho.
Para entonces, el velador logró zafarse de sus amarres y corrió a pedir ayuda a un rancho vecino. Ahí pidió el teléfono para hacer llamadas que nadie respondió y luego se fue, como pudo, a las oficinas del empresario mexicalense, donde pidió ayuda al guardia del lugar.
“ETG” tomó su teléfono y le mandó su ubicación a uno de sus trabajadores poco antes de la 1 de la mañana. El trabajador, un ingeniero, acudió a ayudarle y regresaron al rancho a buscar al velador para saber si estaba bien, pero no lo encontraron.
El empresario llamó a su esposa para decirle que todo había terminado y le explicó que iría al hospital, porque lo habían secuestrado y golpeado. Para entonces, pensó que todo había terminado, pues al día siguiente recibió un mensaje de texto de un número desconocido: “Contéstame, somos tus nuevos amigos”.

Los delató el vicio
En el candor de los golpes en contra de sus víctimas, los agentes, quienes traían cubrebocas, se los retiraron para tomarse las cervezas y el licor que el empresario tenía en el anexo del rancho que funciona como bar y comedor. Gracias a este descuido, pudieron reconocerlos durante la investigación.
La denuncia la interpuso hasta el 21 de agosto. Ese día entrevistaron al empresario, al velador del rancho y a todos los testigos disponibles, luego siguieron con la inspección del lugar donde lo dejaron y del rancho, donde peritos recuperaron varias evidencias.
A casi un mes de lo ocurrido, aún temiendo por su vida, el empresario acudió al rancho donde ocurrieron los hechos y donde nadie había movido nada desde entonces. En el cerco, al lado del portón, encontró un mensaje escrito en una hoja blanca.
“Sr. [ETG], los que se aventaron el jale del 6 de agosto eran policías de la Guardia Estatal de Seguridad que nada más nos andan calentando el terreno a los demás policías, fueron 8 elementos para que denuncie y diga lo que ocurrió”. En el escrito anotaron los nombres. “Cuídese señor [ETG] no son buenas personas y pueden regresar por usted y su familia”.
Las investigaciones continuaron en absoluto sigilo, entre ellos el reconocimiento de los agentes por parte de las dos víctimas, hasta su captura el pasado miércoles por la misma Fiscalía General del Estado en Mexicali. Por lo menos cinco agentes se encuentran prófugos.
Vinculación
El defensor público pidió la ampliación del plazo constitucional de las 144 para poder resolver la vinculación a proceso de los tres agentes detenidos.
La juez Sara Perdomo Gallegos estableció la fecha para esta audiencia para el próximo lunes a las 10:00 horas en la sala 3 del Centro de Justicia de Río Nuevo.
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