Tragedia del asilo "Hermoso Atardecer", a tres años de impunidad
“¿Cómo es posible que hayan pasado tres años y no resuelvan nada?”, dice Blanca Gastélum, de 73 años de edad, mientras agita las manos y arroja una mirada de indignación. Ella es una de las sobrevivientes del incendio del asilo Hermoso Atardecer, del ejido Querétaro, en un día como hoy, hace 3 años.
Aunque los peritajes determinantes hasta el momento que se integran en la carpeta de investigación conNUC 0202-2015-26946 indican que la causa del incendio fue una sobrecarga eléctrica y la composición flamable de los materiales de construcción, no hay señalados o imputados.
El incendio ocurrido hace tres años causó la muerte de 19 adultos mayores que se encontraban en el asilo del ejido Querétaro. Del edificio solo quedan cenizas. El terreno fue limpiado y en el sitio solo queda una mancha grisácea, como en la historia de Mexicali.
El expediente abierto por la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) en el que auxilió la Procuraduría General de la República (PGR) continúa abierto y sin sanción.
Los peritajes elaborados por la PGR fueron desclasificados el pasado mes de marzo por determinación del Instituto de Transparencia y Acceso a la Información Pública (ITAIP), por tratarse de un caso de violaciones graves de Derechos Humanos.
La divulgación y apertura de estos documentos, arroja luz al caso que por casi tres años se ha mantenido impune y dio pie a especulaciones sobre la causa del incendio, las omisiones de servido- res públicos y hasta acu- saciones contra el anterior administrador.
MEMORIA
“Sálganse que se está quemando el asilo, nos decía don Salvador, y nos salimos rápido, yo le ayudé a una amiga y mira, aquí estamos ahora”, dice doña Yolanda Pérez Guerrero, una mujer directa, sinaloense de 78 años, que llegó hace más de tres décadas a Mexicali.
“Más que compañeros, éramos amigos”, expresa. Ahora, al recordar lo que pasó hace tres años no la pone triste, sino que la indigna. Ella es una de las 16 sobrevivientes que hoy viven en el asilo Dr. Carlos Canseco, administrado por el DIF Municipal en el Ejido Janitzio. De plática fácil, doña Yolanda recuerda que su vida no ha sido fácil.
Desde su niñez difícil en Sinaloa con una madre estricta y un padre fallecido, su independencia desde los 14 años y el trabajo rudo en restaurantes y casas, siempre con trabajo físico, de limpieza.
Sonríe, habla y se expresa con las manos.
Recordar a sus hijas, de quienes tiene mucho sin saber pero asegura que viven en Culiacán, es lo único que la pone triste. A pesar de ello, sabe que están bien, y eso la reconforta, a pesar de que no la visiten.
DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Doña Blanquita, quien disfruta arreglarse galantemente, también recuerda esa madrugada. Al igual que Yolanda, tiene un punto de comparación, en un antes y un después. Desde su estancia en el asilo Dr. Carlos Canseco, en el ejido Jiquilpan, sus vidas dieron un giro de 180 grados.
A pesar del estrés al que fueron sometidos durante las horas de angustia posteriores al incendio, así como a los meses después de la tragedia, Blanca y Yolanda son un arquetipo del sobreviviente.
Aunque ellas aseguran que el incendio fue provocado, el peritaje que dejó la PGR en la investigación a cargo del Estado indica otra cosa. Un cúmulo de omisiones y factores concatenados dieron pie a la tragedia.
HERMOSO ATARDECER
Pequeños detalles que se han implementado en el asilo Dr. Carlos Canseco han hecho la diferencia. Desde pinturas y cuadros en las paredes, ahora pintadas con colores más agradables, así como un jardín y fuente, han dignificado exponencialmente el retiro de estos ancianitos.
Blanca y Yolanda participan en muchas actividades del asilo que ayudan a integrar a los 66 residentes, pero desean recibir libros para leer. “Que sean de National Geographic o Muy Interesante”, dice riendo una de ellas.
Canto, baile, lectura, terapia ocupacional y manualidades son de las actividades favoritas. Blanca incluso elabora moños que posteriormente vende y le ayuda a hacerse de algo de dinero para comprar más material.
Las vidas de ambas llegaron a un punto de inflexión, pero desde hace tres años, gozan de un digno retiro. Decidieron que sus días los pasarán cantando, bailando, platicando, riendo y abrazando si así lo desean.
Las tumbas de las ocho víctimas que no fueron reclamadas por familiares siguen coronadas con la cruz de madera blanca que recuerda su nombre y la fecha en que partieron, todos ellos a la sombra de un mezquite en el panteón del ejido Hechicera.
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