Por qué no se pasa el salero de mano en mano: origen y sentido de una superstición antigua
No pasar el salero de mano en mano es una superstición con raíces antiguas.

Es común que, al pedir sal en la mesa, alguien evite pasar el salero directamente de mano en mano y prefiera colocarlo sobre la superficie para que otra persona lo tome. Este gesto suele repetirse de forma automática. Sin embargo, su origen no es reciente ni casual. Se trata de una creencia que pasó de generación en generación y que reúne elementos de religión, economía, simbolismo y antropología.
Cuando la sal era un bien valioso
Antes de convertirse en un condimento de uso diario, la sal fue un recurso escaso y de alto valor. Investigaciones citadas por el British Museum y la Encyclopaedia Britannica señalan que, en la Antigua Roma, la sal se utilizaba como medio de pago y para el trueque. De ese uso surgió la palabra “salario”. Perder sal o derramarla no era un descuido menor. Representaba una pérdida económica real, ya que no era fácil conseguirla ni reemplazarla.
El significado simbólico de la sal en distintas culturas
En las culturas judía, árabe y cristiana, la sal tuvo un significado que iba más allá de la alimentación. Simbolizaba alianza, pureza y protección espiritual. Durante la Edad Media se usaba en pactos, bendiciones y rituales de hospitalidad. Por esta razón, un mal manejo del salero podía interpretarse como una señal de ruptura o de falta de respeto entre las personas presentes.
La sal como acto de confianza en la mesa
Estudios de antropología de la Universidad de Cambridge explican que, en sociedades antiguas, colocar la sal sobre la mesa implicaba un acto de confianza. La sal no debía perderse ni romperse, ya que se creía que esto podía traer consecuencias negativas. De ahí surge la idea de evitar pasarla directamente de mano en mano, para no provocar una posible “ruptura del vínculo” entre quienes compartían la mesa.
Por qué no se pasaba directamente de mano en mano
Evitar el contacto directo al intercambiar sal tenía dos razones principales. La primera era práctica: reducir el riesgo de que cayera al suelo. La segunda era simbólica: proteger la relación entre las personas. Para resolverlo, se adoptó la costumbre de colocar el salero sobre la mesa y permitir que la otra persona lo tomara por sí misma.
El refuerzo del cristianismo y la figura de Judas
El cristianismo reforzó esta superstición a través de una interpretación bíblica de la Última Cena. Según lecturas medievales, Judas habría derramado un salero antes de cometer la traición. Esta idea quedó plasmada en obras de arte como la de Leonardo da Vinci, donde el salero aparece volcado junto a Judas, lo que consolidó la asociación entre la sal derramada y la traición.
Protección espiritual y creencias sobre energías
El Museum of Witchcraft & Magic, en Cornwall, documenta que la sal se utilizaba para alejar malos espíritus, purificar espacios y proteger hogares y cosechas. Bajo esta creencia, pasarla directamente de mano en mano podía generar un desequilibrio energético. Colocarla sobre la mesa funcionaba como una forma de mantener el orden simbólico y evitar influencias negativas.
Por qué la tradición sigue vigente hoy
Aunque la sal ya no tiene el valor económico de otros tiempos, la costumbre se mantiene. En muchas culturas occidentales y latinoamericanas, colocar el salero sobre la mesa sigue siendo una forma de evitar la mala suerte y preservar una tradición antigua. Más allá de la creencia, el gesto funciona como una muestra de respeto compartido, una práctica sencilla que conecta la vida cotidiana con la historia y las creencias de quienes nos precedieron.
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