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Hablar con una IA para no sentirse solo, una nueva alerta en salud pública

La soledad ya es una crisis de salud pública, especialmente entre jóvenes, y el uso de chatbots como apoyo emocional va en aumento.

Hablar con una IA para no sentirse solo, una nueva alerta en salud pública

CIUDAD DE MÉXICO.- La soledad dejó de ser un problema privado. Hoy se reconoce como una crisis de salud pública que afecta a millones de personas. En países como Reino Unido, casi la mitad de los adultos dice sentirse solo al menos de forma ocasional, y cerca de uno de cada diez vive con soledad crónica. Este fenómeno ya no se limita a un grupo específico y explica por qué cada vez más personas buscan apoyo fuera de los canales tradicionales.

Durante años se pensó que la soledad era propia de la vejez. Sin embargo, los datos muestran que los jóvenes de entre 16 y 24 años están entre los más afectados. En este grupo, el impacto en la salud puede ser incluso mayor que en adultos de mediana edad. La edad no protege contra el aislamiento.

A este escenario se suma un sistema de salud mental saturado. En algunos países, un tercio de las personas espera tres meses o más para recibir atención, y muchas no reciben ningún tipo de apoyo durante ese tiempo. Cuando la ayuda no llega, la gente busca alternativas. En ese espacio aparecen los chatbots.

Cuando la pantalla se vuelve confidente

Durante mucho tiempo, las conversaciones íntimas se daban con amigos, familiares o profesionales de la salud mental. Hoy, para muchas personas, esas charlas ocurren frente a una pantalla. Un análisis publicado en BMJ examina qué pasa cuando herramientas como ChatGPT dejan de ser solo utilidades tecnológicas y se convierten en espacios para desahogarse y sentirse escuchado.

La pregunta central no es si la inteligencia artificial puede ayudar, sino en qué momento empieza a sustituir vínculos humanos clave. Los autores no presentan a la tecnología como enemiga, pero advierten que su crecimiento rápido no es neutral para la salud emocional.

Los estudios revisados muestran una asociación entre el uso intensivo de chatbots y un mayor aislamiento social. No se trata de un juicio moral, sino de un fenómeno que merece atención.

Por qué los chatbots resultan tan atractivos

Los chatbots actuales ya no responden como las máquinas del pasado. Usan modelos de lenguaje entrenados con grandes volúmenes de texto, lo que les permite sostener conversaciones fluidas y coherentes. Para muchas personas, hablar con ellos se siente natural.

Además, la experiencia es inmediata. No hay citas, no hay filas de espera. Algunos ya funcionan con voz, lo que reduce aún más la barrera de entrada, sobre todo entre jóvenes acostumbrados a comunicarse de forma rápida y constante.

El atractivo no es solo técnico. Un chatbot no se cansa, no juzga y siempre está disponible, incluso de madrugada. Esa disponibilidad constante marca la diferencia cuando alguien necesita hablar y no encuentra a otra persona al otro lado.

La IA en la vida emocional de los hogares

Las encuestas citadas en el estudio indican que más de un tercio de los padres sabe que sus hijos usan chatbots como apoyo emocional. En un contexto de estrés y soledad, esta cifra deja de ser anecdótica.

Para muchos jóvenes, la IA ya forma parte de su rutina emocional diaria. Este uso continuo explica por qué algunos empiezan a ver estos sistemas como algo más que una herramienta. En ciertos casos, se convierten en una presencia constante.

La tecnología puede ayudar frente a la soledad, pero también puede profundizarla si sustituye relaciones humanas reales. El equilibrio es frágil.

Cuando el uso se vuelve intenso

El análisis distingue entre chatbots diseñados específicamente para salud mental y los de uso general. En ensayos controlados, algunos sistemas creados con fines terapéuticos han logrado reducir síntomas de depresión y ansiedad. El diseño y el objetivo importan.

El problema aparece con el uso cotidiano de chatbots generalistas. Un estudio conjunto de OpenAI y el MIT siguió a casi mil personas durante un mes. Quienes usaban más estos sistemas reportaron mayor soledad y menos interacción social. Más conversación digital no siempre significa más conexión humana.

Estos usuarios también mostraron mayor dependencia emocional, sobre todo cuando describían al chatbot como un “amigo” o depositaban en él una fuerte confianza. Los investigadores aclaran que el estudio no demuestra causalidad, ya que no hubo grupo de control, pero la asociación es clara y no se puede ignorar.

Adolescentes: una etapa sensible

Uno de los datos más relevantes se relaciona con los adolescentes. Un tercio usa chatbots como forma de interacción social. Uno de cada diez afirma que esas conversaciones son más satisfactorias que las humanas. Uno de cada tres los elegiría para hablar de temas serios.

La adolescencia es una etapa clave para aprender a relacionarse, manejar conflictos y tolerar la frustración. Los chatbots, por su diseño, rara vez confrontan o contradicen al usuario. Esa comodidad constante puede tener un costo en el aprendizaje social.

A diferencia de las personas, la IA no siente ni comprende emociones de forma real, aunque lo parezca. Responde bien, pero no experimenta empatía. Para quien conversa, esta diferencia no siempre es evidente.

Riesgos a largo plazo y preguntas abiertas

Los autores del estudio plantean una preocupación central: que una generación aprenda a vincularse emocionalmente con entidades que simulan cercanía, pero no pueden ofrecerla de verdad. El impacto a largo plazo en el desarrollo social aún no se conoce.

Por eso insisten en que no se trata de prohibir el uso de chatbots, sino de entenderlo y acompañarlo. Ignorar el fenómeno sería el mayor error.

Qué pueden hacer médicos, familias y sociedad

El artículo propone considerar el uso problemático de chatbots como un nuevo factor de riesgo en salud mental. Para los profesionales de la salud, esto implica preguntar de forma directa y cuidadosa sobre este tipo de uso.

Entre las señales de alerta están el uso compulsivo, la ansiedad cuando no se puede acceder al chatbot, llamarlo “amigo” o delegar en él decisiones importantes. También preocupa cuando la interacción con la IA sustituye relaciones humanas y elimina el intercambio con personas de confianza.

Al mismo tiempo, los autores reconocen que la tecnología puede ser parte de la solución si se usa como puente hacia conexiones reales. Herramientas que ayuden a detectar aislamiento o a fortalecer habilidades sociales podrían tener un uso práctico.

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La investigación, la formación clínica y una regulación centrada en el bienestar a largo plazo serán claves. La conversación sobre soledad e inteligencia artificial apenas comienza, y entenderla será fundamental para tomar mejores decisiones como sociedad.

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