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Tubos auditivos en la infancia: qué son, cuándo se recomiendan y qué esperar del procedimiento

La colocación de tubos auditivos es un procedimiento común en niños con infecciones de oído repetidas o acumulación persistente de líquido en el oído medio.

CIUDAD DE MÉXICO.- La colocación de tubos auditivos es un procedimiento frecuente en la atención pediátrica. Se indica, sobre todo, en niños con infecciones de oído repetidas o con acumulación persistente de líquido en el oído medio. El objetivo es mejorar la audición y reducir las molestias que afectan la vida diaria del menor y su desarrollo.

¿Qué son los tubos auditivos y para qué sirven?

Los tubos auditivos son dispositivos pequeños, fabricados de plástico o metal, que se colocan de manera quirúrgica en el tímpano. También se conocen como tubos de ventilación, de timpanostomía o de igualación de presión.

Su función es permitir el paso de aire al oído medio y favorecer el drenaje del líquido acumulado detrás del tímpano. De acuerdo con Mayo Clinic, estos dispositivos “facilitan la entrada de aire al oído medio y mejoran la audición”, lo que puede reducir la frecuencia de infecciones y aliviar síntomas de forma rápida.

¿Por qué se colocan con mayor frecuencia en niños?

La principal razón para indicar tubos auditivos es la otitis media, una inflamación e infección del oído medio causada por bacterias o virus. Esta condición es común en la infancia y favorece la acumulación de líquido, lo que genera dolor, presión y, en algunos casos, disminución de la audición.

Mayo Clinic recomienda el procedimiento cuando un niño presenta tres o más infecciones en seis meses, o cuatro o más en un año. También se considera si el líquido persiste después de una infección —lo que se conoce como otitis media con efusión— o si hay problemas en la trompa de Eustaquio, encargada de igualar la presión y drenar el oído medio.

Estas alteraciones pueden afectar la audición de forma temporal y, si se prolongan, interferir con el desarrollo del lenguaje, el aprendizaje y el equilibrio en los primeros años de vida.

¿Cómo es el procedimiento para colocar tubos auditivos?

La cirugía se realiza bajo anestesia general y suele durar alrededor de 15 minutos. Durante el procedimiento, el cirujano hace una pequeña incisión en el tímpano con un bisturí o un láser, extrae el líquido acumulado y coloca el tubo en la abertura creada.

Durante toda la intervención, el equipo médico vigila los signos vitales del paciente. Tras la cirugía, el niño permanece en observación y, si no hay complicaciones, puede regresar a casa el mismo día. En la mayoría de los casos, retoma sus actividades habituales dentro de las siguientes 24 horas.

¿Cuánto tiempo permanecen los tubos en el oído?

Según Mayo Clinic, la mayoría de los tubos está diseñada para desprenderse de manera espontánea entre cuatro y 18 meses después de la colocación. Cuando esto ocurre, el orificio en el tímpano suele cerrarse sin necesidad de otro procedimiento.

En situaciones específicas, se utilizan tubos de mayor duración. Estos pueden requerir extracción médica o cierre quirúrgico del orificio una vez que dejan de ser necesarios.

Beneficios esperados tras la colocación

Entre los principales beneficios se encuentra la disminución de infecciones de oído y la mejora de la audición. Estos cambios pueden influir de forma positiva en el desarrollo del habla, el comportamiento y la calidad del sueño en niños que antes presentaban molestias constantes.

Mayo Clinic también señala que los tubos facilitan un drenaje más eficiente y permiten administrar medicamentos directamente en el oído cuando existen infecciones que no responden bien a tratamientos habituales.

Riesgos y posibles complicaciones

El riesgo de complicaciones es bajo, pero no inexistente. Entre los problemas que pueden presentarse se incluyen sangrado, infección, drenaje persistente, obstrucción del tubo por sangre o moco, cicatrices o debilitamiento del tímpano, salida prematura del tubo o retención por más tiempo del previsto, así como el cierre incompleto del orificio tras su caída o extracción.

El uso de anestesia general también implica un riesgo bajo en niños sanos. De manera ocasional, pueden presentarse náuseas, dificultades respiratorias, reacciones alérgicas o alteraciones del ritmo cardíaco.

Cuidados y seguimiento después de la cirugía

El seguimiento médico es clave para asegurar que los tubos funcionen correctamente y detectar cualquier problema a tiempo. Mayo Clinic recomienda una revisión entre dos y cuatro semanas después de la cirugía y controles posteriores cada cuatro a seis meses con el otorrinolaringólogo o el médico de cabecera.

En algunos casos se indican gotas antibióticas, que deben aplicarse según las indicaciones médicas. Solo una minoría de niños necesita usar tapones para el baño o la natación. Si existía una alteración auditiva previa, puede solicitarse una evaluación para valorar los resultados del tratamiento.

Señales de alerta que requieren consulta médica

Es importante acudir al médico si aparecen secreciones amarillas, marrones o con sangre por más de una semana, dolor persistente, pérdida de audición o problemas de equilibrio. Estos signos pueden indicar una complicación que necesita valoración profesional.

Un tratamiento útil, pero con vigilancia continua

Aunque los tubos auditivos ofrecen beneficios claros, su colocación no elimina por completo la posibilidad de nuevas infecciones de oído. Por ello, mantener el seguimiento médico y la comunicación con el equipo de salud es fundamental mientras los tubos permanezcan en su lugar.

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Contar con información clara permite a madres, padres y cuidadores tomar decisiones informadas y acompañar de mejor manera el proceso de recuperación y desarrollo del niño.

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