Grasas saturadas y salud del corazón: qué dice un nuevo estudio y a quién sí le sirve cambiar la dieta
La investigación encontró que este cambio en la dieta solo ofrece beneficios claros a quienes tienen alto riesgo de infarto o enfermedad cardiovascular, con menos muertes y eventos cardíacos en un periodo de cinco años.

CIUDAD DE MÉXICO.- Durante años, a la población se le recomendó evitar la manteca, la carne roja y la leche entera para proteger el corazón. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que ese consejo no tiene el mismo efecto en todas las personas y que su utilidad depende del riesgo cardiovascular de cada quien.
La investigación fue publicada en la revista Annals of Internal Medicine y analizó si reducir el consumo de grasas saturadas realmente ayuda a vivir más o a evitar infartos y eventos cerebrovasculares.
¿Por qué se recomendó reducir las grasas saturadas?
Durante décadas, especialistas advirtieron que las grasas saturadas elevan el colesterol LDL, relacionado con enfermedades del corazón. A partir de esa relación, guías internacionales recomendaron limitar su consumo a menos del 10% de las calorías diarias.
Estas pautas se aplicaron de forma general, sin diferenciar entre personas con alto riesgo cardiovascular y quienes no lo tienen.
Qué investigó el nuevo estudio
El equipo, liderado por Bradley Johnston, de la Universidad Texas A&M, junto con especialistas de Canadá, Reino Unido, China y Polonia, se propuso evaluar si reducir grasas saturadas se traduce en beneficios reales para la salud.
El objetivo no fue solo medir cambios en el colesterol, sino detectar si había menos muertes o menos infartos a lo largo del tiempo.
Para ello, revisaron 17 estudios aleatorizados con una duración mínima de dos años. En total, participaron 66 mil 337 adultos de Norteamérica y Europa, con edades entre 46 y 66 años, algunos con enfermedad cardíaca previa y otros sin ella.
Resultados en personas con bajo o mediano riesgo
La conclusión principal fue clara: en personas con riesgo bajo o moderado de enfermedad cardiovascular, reducir el consumo de grasas saturadas no mostró beneficios visibles en un periodo de cinco años.
En este grupo no se observaron diferencias significativas en muertes ni en infartos, aun cuando se modificó la dieta.
Esto sugiere que millones de personas que siguen estas recomendaciones podrían no obtener un impacto clínico relevante en ese plazo.
Quiénes sí se beneficiaron al cambiar la dieta
El panorama fue distinto en personas con alto riesgo cardiovascular. En este grupo, reducir las grasas saturadas sí se asoció con beneficios concretos.
El análisis mostró hasta seis muertes menos y doce infartos menos por cada mil personas que modificaron su alimentación.
El efecto más claro apareció cuando las grasas saturadas fueron reemplazadas por grasas poliinsaturadas, presentes en aceites vegetales y pescados.
Qué reemplazos funcionaron y cuáles no
El estudio no encontró evidencia sólida de beneficio cuando las grasas saturadas se sustituyeron por grasas monoinsaturadas o por proteínas.
Aunque la relación entre grasas saturadas y colesterol LDL sigue siendo consistente, los autores señalan que su impacto en eventos reales de salud es menor de lo que se pensaba, al menos en ciertos grupos.
El propio equipo aclaró que “los ensayos variaron mucho en su eficacia para reducir la ingesta de grasas saturadas y en los nutrientes utilizados como reemplazo”.
Limitaciones del análisis y advertencias de expertos
La mayoría de los estudios analizados se realizaron antes del uso extendido de estatinas y antes de que existieran mejores registros sobre alimentación.
La profesora Nita Forouhi, de la Universidad de Cambridge, quien no participó en el estudio, señaló que el análisis representa un avance metodológico, pero también introduce nuevas dificultades de interpretación.
Destacó que los autores evaluaron el riesgo a cinco años y advirtió que ese periodo puede ser corto para detectar diferencias importantes, sobre todo en personas de bajo riesgo. “Un análisis a diez años sería importante para llenar ese vacío”, explicó.
Por estas razones, consideró “prematuro” modificar las guías actuales que recomiendan limitar las grasas saturadas por debajo del 10% de la energía diaria.
No todas las grasas saturadas actúan igual
Otro punto clave del estudio es que las grasas saturadas no tienen el mismo efecto según su origen.
Las investigaciones muestran diferencias entre las grasas presentes en carnes rojas o procesadas y las que provienen de lácteos fermentados como yogur o queso.
El consejo, según los expertos, es dejar de enfocarse solo en el nutriente aislado y poner atención en el alimento completo del que proviene.
Qué mensaje deja este estudio para el lector
Los resultados invitan a repensar las recomendaciones generales y a considerar el riesgo cardiovascular individual antes de hacer cambios estrictos en la dieta.
Para quienes tienen alto riesgo, reducir grasas saturadas y reemplazarlas por grasas poliinsaturadas puede marcar una diferencia. Para el resto, el impacto puede ser limitado en el corto plazo.
El mensaje final es claro: los detalles del riesgo personal importan tanto como lo que se pone en el plato. Conocer ese riesgo y recibir orientación adecuada puede ayudar a tomar decisiones más útiles y realistas sobre la alimentación.
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