“Tener una mascota impacta positivamente en el bienestar emocional en cualquier persona de cualquier edad” afirma la neuropsicóloga Lucía Crivelli
En niños y adolescentes favorece la empatía, la convivencia y el desarrollo emocional; en adultos mayores reduce la soledad, promueve la actividad física y da estructura a la rutina diaria.
CIUDAD DE MÉXICO.- Incorporar un animal doméstico al hogar va más allá de sumar compañía. De acuerdo con la neuropsicóloga Dra. Lucía Crivelli (MN 33.849), la convivencia con mascotas tiene efectos positivos comprobados en la salud mental, física y social de las personas a lo largo de toda la vida. Así lo explicó en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana conducido por Gonzalo Sánchez, Maru Duffard, Ramón Indart y la propia especialista.
En un contexto marcado por el estrés y el aislamiento social, Crivelli invitó a pensar a los animales domésticos como aliados del bienestar integral, con respaldo en estudios científicos recientes.
¿Qué beneficios emocionales aporta tener una mascota?
“Tener una mascota impacta positivamente en el bienestar emocional en cualquier persona de cualquier edad. Se sabe que suma al desarrollo físico y puede ser una estrategia crucial para mejorar la calidad de vida en distintos grupos”, afirmó Crivelli.
La interacción cotidiana con animales ayuda a reducir síntomas depresivos y resulta un apoyo concreto frente a la soledad y el duelo. El vínculo afectivo genera contención emocional y ofrece una presencia constante, especialmente valiosa en momentos de vulnerabilidad personal.
Mascotas en la infancia: emociones, empatía y convivencia
En niños, los beneficios no se limitan al plano individual. “En niños, tener una mascota regula el procesamiento emocional y la gestión de las emociones, pero también fortalece los vínculos fraternos”, señaló la neuropsicóloga.
Crivelli citó estudios recientes que muestran una mejora en la relación entre hermanos cuando comparten el cuidado de un perro. Al asumir responsabilidades conjuntas, los niños colaboran más entre sí, desarrollan empatía y disminuyen los conflictos. “Ver a los hermanos colaborar en el cuidado de un perro ofrece un aprendizaje social que ningún adulto puede suplir directamente”, explicó.
Adolescencia y microbiota: lo que dice la ciencia
La especialista destacó un experimento reciente publicado en Science sobre adolescentes que conviven con perros. El estudio mostró que estos jóvenes presentan una microbiota más diversa, asociada con menor riesgo de asma, menos infecciones y un sistema inmune más fortalecido.
“El procedimiento comparó la microbiota de adolescentes con y sin perro, y luego se implantó la saliva de ambos grupos en ratones libres de microorganismos. Los ratones que recibieron la microbiota de adolescentes que convivían con perros desarrollaron conductas sociales más ricas y variadas”, explicó Crivelli.
Según la neuropsicóloga, este intercambio de microorganismos no es peligroso. “Evolutivamente, hace años que compartimos microorganismos con nuestros animales. La microbiota intestinal está vinculada con el sistema nervioso a través del nervio vago, capaz de influir en la generación de sustancias como la oxitocina, la hormona clave de los vínculos sociales”, indicó.
Adultos mayores: rutina, propósito y menos soledad
Uno de los impactos más claros se observa en adultos mayores. “En este grupo poblacional, sumar la presencia de una mascota disminuye el impacto de la soledad y el aislamiento social”, afirmó Crivelli. El animal no solo acompaña, también impulsa a salir de casa, reduce el sedentarismo y favorece el contacto con otras personas.
La especialista subrayó el valor de la rutina: alimentar, pasear y cuidar a un perro estructura el día y da un propósito concreto, sobre todo tras el retiro laboral o cuando los hijos ya no viven cerca. En ciudades, donde el aislamiento suele ser mayor, esta rutina puede convertirse en un apoyo emocional clave.
Más interacción social en la vida cotidiana
La convivencia con mascotas también abre puertas al contacto social. Paseos y salidas generan oportunidades para interactuar con otras personas. “La mascota no solo es una compañía incondicional, también es motivo de interacción con otros. Puede ser la excusa para iniciar una conversación en la plaza o intercambiar saludos”, explicó Crivelli.
Estos encuentros, aunque breves, suman estímulos emocionales y refuerzan la sensación de pertenencia a una comunidad.
El vínculo humano-perro y la oxitocina
A nivel psicoemocional, Crivelli destacó un fenómeno medido principalmente en perros: “La mirada entre un humano y su perro genera un bucle de oxitocina, similar al que ocurre entre madre e hijo”. Al mirarse, ambos segregan esta hormona, lo que refuerza el vínculo y el bienestar emocional.
Una estrategia concreta para la salud integral
Para la neuropsicóloga, el razonamiento es claro: “Los beneficios que comienzan a nivel físico y biológico, luego se manifiestan en el ánimo, la sociabilidad y el desarrollo de habilidades interpersonales”.
Incorporar un animal doméstico puede ayudar, desde la infancia hasta la vejez, a gestionar emociones, fortalecer la empatía y construir relaciones más sólidas. En contextos de soledad o baja motivación, la rutina diaria que impone el cuidado de una mascota puede convertirse en una herramienta práctica y accesible para cuidar la salud integral.
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