FOMO y ROMO: Cómo entender el miedo y el alivio de desconectarse en la era digital
El FOMO, o miedo a quedarse afuera, impulsa a muchas personas a mantenerse conectadas sin descanso para no perder información, experiencias o tendencias.

Es tarde. Las luces están apagadas, pero los dedos siguen activos. Un mensaje lleva a otro y la sensación de cierre nunca llega. Surge la necesidad de revisar noticias, novedades y opiniones que parecen urgentes y relevantes. Esa actividad nocturna ya no se vive como entretenimiento. Predomina una inquietud constante: “¿Y si pasa algo y no me entero?”
Este pensamiento se ha vuelto tan común que tiene nombre propio: FOMO, sigla en inglés de “fear of missing out”, el miedo a quedarse afuera. Lo que antes parecía una anécdota, hoy es parte de la rutina diaria.
De la televisión estática al flujo infinito de redes
Décadas atrás, el comediante británico Benny Hill interpretaba a una señora que observaba durante horas la “señal de ajuste” en una televisión sin programación. Su temor era perderse alguna noticia. Hoy, esa escena se replica en las pantallas digitales, solo que el flujo no se detiene y llega cargado de contenido que, muchas veces, no aporta información valiosa.
En la práctica clínica, esta hiperconectividad está asociada a trastornos del sueño, ansiedad e hipervigilancia. La necesidad de tener “el dato más reciente” sobre salud, bienestar o tendencias forma parte de ese círculo. La búsqueda de alivio se vuelve parte del malestar.
El miedo a quedar fuera del grupo
FOMO no es curiosidad. Es la sensación persistente de que otros tienen experiencias importantes y uno no. La vida ajena parece extraordinaria, especialmente la de influencers. Esto impulsa a mantenerse conectado para no perder señales de pertenencia del grupo o “tribu” digital.
Esa tribu cambia constantemente y obliga a una vigilancia permanente. De fondo opera la sensación descrita por Sartre en Huis Clos: “El infierno son los otros”. No por su presencia física, sino por la presión que ejerce esa mirada colectiva.
El costo emocional: ansiedad, insomnio y agotamiento
Diversos estudios muestran que esta dinámica se asocia con más ansiedad, síntomas depresivos y peor calidad de sueño, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes. En personas adultas aparece además el miedo a perder noticias clave, información laboral o cambios económicos.
En países hiperconectados, como Argentina, se observa un incremento en horas de uso diario. Frases como “me voy a dormir con el celular en la mano y me despierto mirándolo” se escuchan cada vez más. Un hábito que antes parecía modernidad hoy se vive como agotamiento.
Cómo surge el ROMO y por qué importa
En respuesta a este fenómeno aparece ROMO, “relief of missing out”, el alivio de quedarse afuera. Implica un cambio: pasar del miedo a perderse algo al alivio de no estar expuesto a todo. La transición implica un periodo de abstinencia digital que puede sentirse incómodo, pero que funciona como un método terapéutico.
No contestar discusiones, ignorar polémicas o dejar pasar un agravio se convierte en alivio, no en apatía. Es reconocer que no es posible estar en todos lados ni participar en todo.
Ayunos digitales y beneficios medibles
Los “ayunos digitales” se aplican desde hace años en protocolos cognitivo-conductuales. Diversos estudios muestran mejoras en:
- Estado de ánimo
- Ansiedad
- Calidad de sueño
- Autoestima
- Autopercepción
Son resultados medibles en grupos que reducen o suspenden el uso de plataformas por periodos específicos.
Este fenómeno coincide con lo que hoy observan varios medios internacionales: un desapego creciente hacia las redes. El periodista Kyle Chayka escribió que “ya esto (internet) no es divertido”, y estudios de uso digital revelan una disminución paulatina desde 2022.
La generación Z y la salida silenciosa de las redes
La generación Z, nacida entre 1997 y 2012, empieza a reducir su presencia en redes. Ya no se trata de postear menos, sino de no postear y buscar formas de interacción más directas. No perciben ausencia de vida por desconectarse. Para muchos, representa un hallazgo.
En contraste, generaciones mayores incrementan su actividad digital. Es un fenómeno social que refleja un replanteamiento colectivo sobre identidad, bienestar y felicidad.
La decadencia de plataformas y la pérdida del factor humano
Estudios meta-analíticos sobre redes y felicidad concluyen que, cuando las redes no fomentan interacción real, los efectos en bienestar son negativos. La llamada “enshittification”, un término usado para describir la decadencia de plataformas, señala la predominancia de contenido de bots, granjas de usuarios, trolls y publicidad. Esto reduce el espacio para lo humano.
En este contexto, desconectarse empieza a ser una elección consciente, no una renuncia.
Una analogía con la alimentación y el ejercicio
El uso digital puede entenderse como una dieta. El FOMO sería una alimentación constante de contenidos que no nutren. El ROMO representa la decisión de reducir esa saturación.
Así como elegimos alimentos adecuados a nuestra edad y actividad, el uso saludable de redes depende de:
- Tiempos de exposición
- Tipo de contenido
- Grado de compromiso
- Necesidades emocionales
Los periodos de ayuno digital pueden devolver sensación de autocontrol y formar parte de tratamientos para ansiedad, depresión o trastornos del sueño.
Redescubrir el silencio como parte del bienestar
Reaparecen prácticas previas a la conectividad permanente: conversar sin distracciones, aburrirse sin culpa, perderse cosas sin ansiedad. Tolerar el silencio propio y ajeno es parte de este ajuste.
En síntesis clínica, FOMO es un factor de riesgo y ROMO un factor protector. En términos humanos, FOMO es perseguir la vida de otros; ROMO es empezar a habitar la propia. Implica aceptar que no podemos estar en todo y que perderse cosas es parte natural de vivir.
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