Dos errores comunes en la dieta que elevan el riesgo de enfermedades crónicas
La alimentación diaria influye de forma directa en la prevención de enfermedades como diabetes, cáncer y problemas del corazón.

CIUDAD DE MÉXICO.- La alimentación influye de forma directa en la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares. Especialistas y estudios científicos coinciden en que lo que se consume todos los días puede marcar la diferencia entre mantener la salud o desarrollar padecimientos a largo plazo.
Muchos de los efectos de una dieta inadecuada no se notan de inmediato. Avanzan de manera silenciosa, pero constante, hasta generar problemas serios. Por eso, identificar errores comunes en la alimentación es una herramienta clave para reducir riesgos y mejorar la calidad de vida.
El consumo frecuente de productos con azúcares añadidos, grasas saturadas y carbohidratos simples favorece la obesidad, la inflamación y el deterioro metabólico. Estos factores aumentan la probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas con el paso de los años.
Error 1: Cambiar la fruta entera por jugo
Uno de los errores más frecuentes en la dieta es reemplazar la fruta fresca por su versión en jugo. El doctor Frank Dumont, médico internista, explicó en una entrevista con Fox News que, aunque el jugo conserva vitaminas y minerales, el proceso elimina casi toda la fibra de la fruta.
La fibra es esencial para regular el azúcar en sangre, mejorar la digestión y mantener la sensación de saciedad. Cuando se elimina, el jugo concentra los azúcares naturales y provoca picos rápidos de glucosa, además de generar menos sensación de llenura.
Dumont lo resumió así:
El jugo puede tener algunos beneficios, tiene minerales, vitaminas y micronutrientes. Sin embargo, el resultado final es que está más procesado y se ha eliminado gran parte de la fibra que se supone que va de la mano con el azúcar natural que contienen”.
Beneficios reales de comer la fruta completa
Consumir la fruta entera ofrece un perfil nutricional más completo. La fibra soluble ayuda a regular la respuesta de la insulina y a mantener niveles saludables de grasas en la sangre, lo que reduce el riesgo de enfermedades del corazón.
Además, el volumen físico de la fruta ayuda a controlar las porciones y favorece la saciedad natural. Esto reduce la probabilidad de comer en exceso y facilita el control del peso.
Una acción simple, como elegir una manzana en lugar de un vaso de jugo, puede tener un impacto positivo en la salud a largo plazo.
Error 2: Preferir pollo frito o apanado
El segundo error identificado por Dumont es elegir pollo apanado o frito en lugar de preparaciones al horno o a la parrilla. El empanizado y la fritura añaden grasas trans, grasas saturadas y grandes cantidades de sal.
Este tipo de grasas eleva el colesterol LDL, conocido como “colesterol malo”, promueve la inflamación y daña los vasos sanguíneos. Con el tiempo, esto favorece el endurecimiento de las arterias y la formación de placa que obstruye el flujo de sangre.
Estas condiciones aumentan el riesgo de hipertensión, infarto y accidente cerebrovascular, incluso en personas que no presentan síntomas al inicio.
La alternativa más saludable: pollo a la parrilla
El pollo a la parrilla conserva su proteína magra natural y evita el exceso de grasas y harinas refinadas. Dumont recomendó integrarlo en comidas sencillas y balanceadas.
“Si lo pones sobre un poco de lechuga con un aderezo, puede resultar extremadamente saludable comerlo”, señaló el médico. Una ensalada con pollo a la parrilla aporta proteínas de alta calidad, vitaminas, minerales y fibra.
Este tipo de combinación ayuda a mantener estables los niveles de azúcar en sangre y prolonga la sensación de saciedad, lo que también favorece el control del peso.
Qué dice la ciencia sobre estos cambios en la dieta
La evidencia científica respalda la importancia de hacer ajustes simples en la alimentación. Muchos profesionales de la salud ya incluyen la orientación nutricional como parte del tratamiento de enfermedades crónicas.
Patrones como la dieta mediterránea, basada en alimentos integrales, pescado, legumbres y un consumo moderado de carne y lácteos, han demostrado reducir el riesgo de cáncer, enfermedades del corazón, diabetes tipo 2, accidentes cerebrovasculares y endurecimiento de las arterias.
En el caso del cáncer, la fuente de los carbohidratos es clave. Una carga glucémica alta, derivada de alimentos refinados como el jugo, se asocia con mayor riesgo de mortalidad. En cambio, los carbohidratos provenientes de verduras se relacionan con mejores resultados de supervivencia. Para el cáncer colorrectal, cuya incidencia ha aumentado en personas menores de 50 años, una ingesta elevada de carbohidratos refinados se vincula con mayor riesgo, sobre todo en hombres.
Más allá del medicamento: el poder del estilo de vida
Dumont también compartió que, en su experiencia clínica, depender solo de la medicación suele llevar al deterioro progresivo de los pacientes con enfermedades crónicas.
Vi que la gente empeoraba cada vez más y eso fue realmente desalentador para mí. Lo que descubrí más adelante en mi carrera es el poder de la nutrición y el estilo de vida”, relató.
El médico explicó que muchos pacientes lograron avances reales cuando aprendieron a escuchar su cuerpo, identificar qué alimentos les funcionaban y reconocer sus propios logros. “Es una diferencia enorme. Y ahora soy muy optimista al respecto”, concluyó.
Pequeños cambios, grandes resultados
Elegir fruta entera en lugar de jugo y preferir pollo a la parrilla sobre el frito son cambios simples, accesibles y con impacto directo en la salud. Estas decisiones ayudan a reducir la inflamación, proteger el corazón, mejorar el control del azúcar y prevenir enfermedades crónicas.
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Adoptar hábitos más conscientes no implica dietas extremas. Se trata de decisiones cotidianas que, con el tiempo, pueden marcar una diferencia real en la calidad y esperanza de vida.
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