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¿Qué ocurre con la presión durante una crisis de ansiedad?

La ansiedad no causa hipertensión crónica, pero sí puede provocar aumentos temporales en la presión arterial durante sus crisis.

CIUDAD DE MÉXICO.- La ansiedad es una respuesta natural ante el peligro, la presión o las exigencias diarias. Puede presentarse con nervios, miedo, taquicardia o tensión muscular. Sin embargo, sus efectos no se limitan a lo emocional. También puede influir en funciones del cuerpo, entre ellas la presión arterial.

Una de las dudas más comunes es si la ansiedad puede provocar hipertensión crónica. La creencia está extendida, pero especialistas de Mayo Clinic aclaran que la ansiedad no causa presión arterial alta permanente. Lo que sí puede generar son aumentos temporales que, si se repiten con frecuencia, pueden representar un riesgo.

La hipertensión se define como el aumento sostenido de la presión de la sangre contra las paredes de las arterias. Es una condición común en adultos y puede derivar en enfermedad del corazón, daño en riñones o un accidente cerebrovascular.

¿Qué ocurre con la presión durante una crisis de ansiedad?

Durante una crisis de ansiedad, el cuerpo libera hormonas como la adrenalina y el cortisol. Estas sustancias elevan la presión arterial de forma momentánea y preparan al organismo para responder ante una posible amenaza. Este aumento no es permanente.

Mayo Clinic explica que estos picos son transitorios, pero advierte: “Cuando estos episodios resultan frecuentes, pueden dejar una huella similar a la de la hipertensión sostenida”. Es decir, no se trata de hipertensión crónica, pero el daño puede acumularse.

Es importante distinguir entre una subida ocasional por estrés o ansiedad y una elevación constante de la presión. Las primeras no equivalen a un diagnóstico médico, pero si ocurren casi todos los días o varias veces por semana, pueden afectar órganos como el corazón y los riñones.

Ansiedad, hábitos y riesgo cardiovascular

Aunque la ansiedad no es causa directa de hipertensión crónica, sí suele ir acompañada de conductas que aumentan el riesgo. Especialistas señalan que las personas con ansiedad son más propensas a fumar, consumir alcohol en exceso o comer sin control.

A estos factores se suman la falta de ejercicio, el sueño insuficiente y el sedentarismo. Este conjunto de hábitos puede crear un ciclo que favorece las subidas de presión arterial y el deterioro de la salud con el paso del tiempo.

Por eso, el impacto de la ansiedad no solo depende de lo que ocurre durante una crisis, sino también de cómo se vive el día a día cuando el estrés se vuelve constante.

Cuándo buscar ayuda profesional

La atención médica es clave cuando la ansiedad se vuelve difícil de controlar o interfiere en la vida diaria. Mayo Clinic indica que es momento de consultar cuando afecta el trabajo, el estudio o las relaciones personales.

Los especialistas señalan: “Un profesional de la salud mental puede orientar sobre el tratamiento más adecuado para cada situación”. Pedir apoyo no significa debilidad, sino una forma de prevenir daños mayores.

Identificar a tiempo la necesidad de ayuda permite reducir el impacto de la ansiedad, mejorar la calidad de vida y proteger la salud física.

Qué hacer para cuidar la presión arterial si hay ansiedad

Aunque la ansiedad no provoque hipertensión crónica, manejarla de forma adecuada es clave para evitar efectos negativos en la presión. Los expertos recomiendan:

  • Realizar actividad física regular, de acuerdo con la condición de cada persona.
  • Seguir una alimentación balanceada y reducir el consumo de sal.
  • Evitar el tabaco y disminuir el consumo de alcohol.
  • Dormir bien y mantener horarios de descanso estables.
  • Practicar técnicas de relajación y respiración.
  • Identificar qué situaciones generan ansiedad y buscar formas de enfrentarlas.
  • Solicitar apoyo profesional si los síntomas interfieren con la vida diaria.

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Adoptar estos hábitos y recibir orientación especializada cuando sea necesario permite proteger la salud del corazón, reducir los efectos de la ansiedad y prevenir complicaciones a largo plazo.

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