Del temor al símbolo pop: la historia detrás del sombrero puntiagudo de las brujas
El sombrero puntiagudo fue, a lo largo de la historia, tanto símbolo de estatus como objeto impuesto para marcar a quienes se consideraba diferentes o indeseables.

México.- La imagen de una bruja es casi inseparable de ciertos elementos icónicos: la escoba, el caldero y, quizá el más emblemático de todos, el sombrero puntiagudo.
Sin embargo, este símbolo tan reconocible en la cultura popular tiene una historia compleja, enraizada en siglos de persecución religiosa, moda medieval, literatura y reinterpretaciones artísticas.
De la escoba medieval al caldero shakesperiano
La asociación de las brujas con la escoba aparece documentada desde 1342, cuando Lady Alice Kyteler, una irlandesa acusada de brujería, fue señalada de “cabalgarlas a diestra y siniestra”.
Siglos después, la figura del caldero se reforzó gracias a Shakespeare y su tragedia Macbeth, donde las brujas recitan el famoso encantamiento:“Doble esfuerzo y doble problema; que arda el fuego, hierva la caldera.”
Ambos elementos contribuyeron al imaginario colectivo, pero ninguno alcanzó la fuerza visual que más tarde tendría el sombrero cónico.
Un sombrero con siglos de historia
Los tocados puntiagudos no nacieron como símbolo de brujería. Algunos de los ejemplos más antiguos provienen de:
- La Edad de Bronce: tocados dorados con motivos astronómicos atribuidos a sacerdotes.
- China (siglos IV–II a. C.): las llamadas “brujas de Subeshi”, momias halladas con sombreros altos y cónicos.
El sombrero puntiagudo fue, a lo largo de la historia, tanto símbolo de estatus como objeto impuesto para marcar a quienes se consideraba diferentes o indeseables.
Del símbolo religioso al castigo público
En la Edad Media y la época moderna temprana, estos tocados adquirieron nuevas connotaciones:
- Siglo XIII: la Iglesia obligó a los hombres judíos a usar un gorro cónico llamado Judenhut.
- Inquisición española (desde 1478): acusados de herejía y brujería debían portar capirotes o corozas altas y puntiagudas.
Estos gorros humillantes, asociados con la vergüenza y el castigo, pudieron influir en la futura representación de las brujas, aunque los historiadores advierten que la conexión no es directa ni universalmente aceptada.
El arte que moldeó el miedo
El sombrero puntiagudo aparece en obras clave como Vuelo de brujas (1798) de Francisco Goya, donde las brujas lucen tocados altos que recuerdan a mitras o capirotes inquisitoriales.
En estas pinturas, el sombrero subraya la figura de la bruja como una amenaza moral o social, reforzada con elementos simbólicos como la oscuridad, el diablo y la ignorancia.
Las cerveceras y el mito moderno
Una teoría popular relaciona el sombrero puntiagudo con las cerveceras medievales —mujeres que elaboraban cerveza y que, según algunas versiones, usaban gorros altos para ser vistas en los mercados.
Sin embargo, especialistas como Laura Kounine, profesora de historia moderna temprana en Sussex, consideran esta relación un mito construido a posteriori.
En el siglo XVI, explica, calderos, escobas y sombreros eran objetos comunes. De hecho, en las imágenes más antiguas, las supuestas brujas suelen no llevar sombrero; su cabello suelto y salvaje era el verdadero signo de transgresión moral.
La primera bruja con sombrero puntiagudo
El ejemplo más antiguo del arquetipo moderno aparece en 1693, en The Wonders of the Invisible World, de Cotton Mather, aunque la prenda no se asociaba explícitamente con la brujería: simplemente era un sombrero de moda en ese tiempo.
De hecho, retratos del siglo XVII muestran a mujeres respetables luciendo tocados altos y cónicos, similares a los que más tarde la cultura popular atribuiría a las brujas.
Los cuentos y el teatro fijaron la imagen
La transformación definitiva llegó con:
- Los cuentos de hadas de los siglos XVII–XIX.
- Los grabados y la literatura infantil.
- Los colores oscuros asociados a lo oculto, especialmente el negro, vinculado al diablo y la noche.
El sombrero puntiagudo se volvió un símbolo de maldad, misterio y transgresión.
De villana a ícono feminista
La imagen de la bruja malvada se consolidó con El mago de Oz (1900) y su adaptación cinematográfica de 1939, que añadió elementos como la piel verde y la risa aterradora.
Pero con las olas feministas del siglo XX y XXI, el arquetipo se transformó:
- Prácticas espirituales femeninas, independencia, sanación y autonomía se reivindicaron como rasgos positivos.
- Surgió el lema “Somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar”, asociado al empoderamiento femenino.
La novela Wicked (1995) y su musical redefinieron a la Malvada Bruja del Oeste como Elphaba, una figura incomprendida, compleja y luchadora.
Incluso el sombrero cambió de significado: el diseñador de vestuario Paul Tazewell lo reinterpretó como un símbolo de conexión con la Tierra más que de amenaza.
De símbolo temido a disfraz favorito
Hoy, el sombrero cónico es parte esencial de Halloween, al punto que fue el disfraz más buscado en Google en 2021. Para los niños es un accesorio lúdico; para algunos paganos modernos, un canal de energía; y para la cultura pop, un ícono versátil reinventado constantemente.
Un símbolo que evoluciona
Después de siglos de mitos, persecuciones, arte, literatura y reinterpretaciones, el sombrero puntiagudo ya no es un signo de temor, sino un objeto cultural cargado de significados cambiantes.
Como señalan los expertos, no es el sombrero en sí el que define su simbolismo, sino la lectura que cada época hace de él.
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