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Experiencias cercanas a la muerte: cómo afectan y cómo se puede acompañar a quienes las viven

Cuando alguien sobrevive a una experiencia cercana a la muerte (NDE), no solo enfrenta un evento médico, sino también cambios profundos en su vida y relaciones.

CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando alguien sobrevive a una experiencia cercana a la muerte (NDE, por sus siglas en inglés), no solo enfrenta un evento médico: muchas personas describen sensaciones intensas de paz, amor incondicional o una claridad que “se siente más real que la vida misma”. Sin embargo, regresar a la vida cotidiana no siempre es fácil. Para muchos, lo complicado no fue morir, sino aprender a vivir después.

Un reciente estudio de la División de Estudios Perceptuales de la Universidad de Virginia (EE. UU.) analizó a 167 personas que atravesaron una experiencia cercana a la muerte. Los resultados muestran que, aunque la mayoría asegura haber cambiado positivamente, casi dos de cada tres buscaron ayuda profesional o espiritual para procesar lo vivido.

¿Qué son las experiencias cercanas a la muerte y cuán comunes son?

Las experiencias cercanas a la muerte no son tan raras como podría pensarse. Se estima que cerca del 15 % de los pacientes en cuidados intensivos reportan haberlas vivido. Muchas personas regresan con un sentido renovado de propósito y menos miedo a la muerte, pero también enfrentan emociones intensas y conflictos internos.

Los investigadores describen un fenómeno llamado “problemas de reentrada”: un choque entre la realidad cotidiana y lo que se sintió como “haber tocado algo más grande”. Después de experimentar paz absoluta, las rutinas diarias pueden parecer triviales, lo que genera preguntas difíciles: “¿Qué hago ahora con todo esto?”.

Más del 20 % de los participantes reportó que sus relaciones personales se deterioraron tras la experiencia, incluyendo rupturas de pareja, distanciamiento familiar o dificultad para conectar con quienes no habían vivido algo similar.

La importancia de ser escuchado y comprendido

El estudio, publicado en Psychology of Consciousness, revela que el apoyo que reciben los llamados “experiencers” es clave para su recuperación. El 64 % buscó ayuda profesional, espiritual o comunitaria, y el 78 % consideró que fue útil.

Lo más relevante no fue el tipo de terapia, sino la validación: ser escuchado sin juicio. “Sentirse creídos y comprendidos marcó la diferencia”, señala la investigadora Marieta Pehlivanova.

Quienes recibieron apertura y respeto al compartir su experiencia encontraron más útil cualquier apoyo posterior, mientras que las respuestas negativas —como burlas o diagnósticos apresurados— profundizaron el aislamiento y el malestar. Comunidades especializadas, grupos en línea y actividades como meditación o tiempo en la naturaleza también contribuyeron al bienestar de los participantes.

El papel de la historia personal y la salud mental

El pasado personal influye en cómo se integra una experiencia cercana a la muerte. Aquellos con infancia feliz o buena salud mental fueron menos propensos a necesitar ayuda, pero más capaces de aprovecharla. En cambio, personas con antecedentes de trauma, abuso de sustancias o problemas psicológicos mostraron mayor tendencia a buscar apoyo profesional.

La intensidad de la experiencia también marca la diferencia: cuanto más vívida fue, más necesario resultó el acompañamiento. Integrarla a la identidad previa puede tomar años o incluso toda la vida. La edad también influye: adultos mayores suelen encontrar más útil la ayuda, mientras que jóvenes o adolescentes enfrentan más dificultades para comprender y comunicar lo vivido.

Doble recuperación: cuerpo y mente

Casi la mitad de los participantes perdió signos vitales durante su experiencia. Las secuelas físicas —como cirugías, accidentes o enfermedades graves— se combinan con el impacto psicológico y espiritual, generando una doble recuperación: del cuerpo y del sentido de la vida.

Para algunos, estas experiencias modifican valores y prioridades: menos interés por lo material, más empatía y espiritualidad, pero también sensación de estar fuera de lugar en el mundo.

Una oportunidad para la ciencia y la atención profesional

El estudio revela un vacío en la preparación de médicos y terapeutas para acompañar a quienes vuelven de la frontera entre la vida y la muerte. La Asociación Psiquiátrica Americana reconoce desde 1994 las “experiencias religiosas o espirituales” como fenómenos que requieren atención sin ser enfermedades mentales, pero este tema rara vez se aborda en la formación profesional.

El equipo de la Universidad de Virginia propone incluir estas experiencias en la atención psicológica hospitalaria, para brindar apoyo temprano y sin prejuicios. “El objetivo no es interpretar la experiencia, sino acompañar al paciente en su proceso de integración”, explican los investigadores.

Comprender y validar estas vivencias puede mejorar el bienestar de quienes las atraviesan y, al mismo tiempo, ampliar la comprensión científica sobre la conciencia y la relación entre cuerpo y mente. Como concluyen los autores: acompañar sin juzgar puede ser la diferencia entre una experiencia que transforma y una que deja heridas.

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