Dormir bien: cómo la ciencia y el entorno influyen en tu descanso
Dormir bien depende tanto del cuerpo como del entorno.

CIUDAD DE MÉXICO.- Dormir es una de las funciones más fascinantes del cuerpo humano. Durante el sueño, el cerebro reorganiza recuerdos, repara tejidos y restablece la energía que sostiene nuestra vida diaria. A pesar de hacerlo cada noche, aún sabemos menos de lo que creemos sobre este proceso. Según la National Sleep Foundation, dormimos un promedio de 7,3 horas diarias, lo que equivale a más de 26 años de nuestra vida con los ojos cerrados. Sin embargo, uno de cada tres adultos asegura no descansar bien. La falta de sueño reparador afecta no solo al humor o la concentración: debilita el sistema inmunitario, altera el metabolismo e incluso acelera el envejecimiento celular.
La importancia del entorno para un sueño reparador
Dormir bien no es casualidad. La acústica, la temperatura, la luz y el entorno son factores que pueden marcar la diferencia entre una noche reparadora y una lucha contra el insomnio.
El poder del silencio
El silencio no es ausencia, sino un equilibrio fisiológico. Cuando el ruido ambiental supera ciertos niveles, el sistema nervioso se activa, aumenta la frecuencia cardíaca y se interrumpe el sueño profundo. La OMS advierte que la exposición continua a ruidos superiores a 50 decibelios puede alterar los ciclos de sueño y aumentar el riesgo cardiovascular. Un estudio de National Library of Medicine mostró que incluso fluctuaciones sonoras leves reducen la fase de ondas lentas, la más reparadora.
Luz y oscuridad: sincronizando tu reloj interno
La luz regula nuestro reloj biológico. Durante el día, la exposición solar estimula la serotonina y favorece la concentración y el ánimo. Al caer la noche, la oscuridad activa la melatonina, hormona que induce el sueño y activa la reparación celular. Estudios recientes indican que la luz azul artificial, como la de pantallas, puede retrasar la liberación de melatonina y reducir el sueño REM.
Temperatura: el microclima del descanso
El cuerpo necesita reducir su temperatura interna entre 0,5 y 1 °C para entrar en sueño profundo. Según la National Sleep Foundation, el rango ideal es entre 18 y 20 °C. Excesivo calor retrasa el sueño y el frío extremo provoca microdespertares. Hoy, la red combina estas soluciones con tecnología de eficiencia energética, biomasa y aerotermia para mejorar el confort interior y reducir el consumo de energía.
Materiales y texturas que acompañan al cuerpo
El entorno también influye a nivel sensorial. Según un estudio publicado en ScienceDirect, fibras naturales y transpirables favorecen la regulación de la temperatura y reducen los despertares nocturnos.
Naturaleza y bienestar
La conexión con la naturaleza activa la respuesta restauradora, reduce cortisol, estabiliza la presión arterial y mejora la función inmune. Dormir bien se convierte en consecuencia natural de haber respirado, caminado y sentido el entorno con calma.
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