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Cuando el temor desaparece: lo que la ciencia dice sobre perder la capacidad de sentir miedo

La investigación sobre personas que no sienten miedo continúa revelando cómo el cerebro procesa esta emoción y los riesgos de su ausencia.

Cuando el temor desaparece: lo que la ciencia dice sobre perder la capacidad de sentir miedo

CIUDAD DE MÉXICO.- Perder la capacidad de sentir miedo, una emoción fundamental para la supervivencia, puede parecer sacado de un relato de ficción. Sin embargo, casos documentados muestran que alteraciones biológicas excepcionales pueden eliminar esta respuesta, transformando por completo la vida cotidiana y la percepción del peligro.

Historias que muestran la pérdida del miedo

El británico Jordy Cernik dejó de sentir miedo tras la extirpación de sus glándulas suprarrenales debido al síndrome de Cushing, una enfermedad poco frecuente asociada con la sobreproducción de cortisol. Después de la cirugía, actividades que normalmente generan adrenalina, como el paracaidismo o las montañas rusas, no le produjeron ninguna sensación de vértigo o peligro. Para Cernik, esta desconexión resultó desconcertante y alteró su relación con riesgos cotidianos.

En paralelo, el caso de SM, afectada por la enfermedad de Urbach-Wiethe, muestra cómo la destrucción selectiva de regiones cerebrales responsables del miedo puede cambiar la vida social y emocional. Esta condición genética, registrada en unas 400 personas a nivel mundial, destruye bilateralmente la amígdala cerebral, impidiendo la percepción normal del miedo ante amenazas externas. Investigadores de la Universidad de Iowa han estudiado su caso desde la década de 1980, considerándolo un ejemplo paradigmático.

La amígdala: el centro del miedo

La amígdala, una estructura con forma de almendra ubicada profundamente en el cerebro, es clave para detectar y reaccionar ante peligros. Cuando resulta dañada, la capacidad de anticipar amenazas desaparece, aunque otras emociones como alegría o tristeza permanecen intactas. Según el neuropsicólogo Justin Feinstein, SM no mostró ninguna reacción ante películas de terror, serpientes o arañas, confirmando el papel central de esta región cerebral en la generación del miedo.

Estudios publicados en el Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences indican que lesiones en la amígdala promueven conductas exploratorias y reducen la respuesta de evitación, modificando la manera en que las personas perciben y reaccionan ante el peligro.

Impacto social y comportamental

La ausencia de miedo no solo afecta la reacción ante riesgos físicos, sino también la interacción social. SM no reconoce expresiones faciales de temor en los demás, lo que la hace más sociable de lo habitual y la expone a situaciones peligrosas. Investigaciones de la Universidad de Maryland, a cargo del profesor Alexander Shackman, muestran que el daño en la amígdala altera la percepción del espacio social y los límites personales, cambiando la forma en que las personas responden ante influencias humanas.

Distintas formas de miedo en el cerebro

Aunque SM no siente miedo ante amenazas externas, experimentó un ataque de pánico al exponerse a dióxido de carbono, que provoca la sensación de asfixia. Esto demuestra que no todos los miedos dependen de la amígdala; en este caso, el origen está en el tronco encefálico, encargado de funciones automáticas del cuerpo. Feinstein explica que la amígdala es esencial para la ansiedad frente a peligros externos, pero no para todos los tipos de miedo.

Reflexiones sobre la función del miedo

La ausencia de miedo plantea preguntas sobre su función evolutiva. En vertebrados, la amígdala es clave para reaccionar ante riesgos. Feinstein señala que el daño o eliminación de esta estructura suele llevar a decisiones temerarias y exposición a peligros. Sin embargo, SM ha sobrevivido durante décadas, lo que permite cuestionar si el miedo sigue siendo igualmente útil en la sociedad moderna, donde muchos riesgos físicos han disminuido y las necesidades básicas suelen estar cubiertas.

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Actualmente, el miedo puede contribuir a altos niveles de estrés y trastornos de ansiedad, según Feinstein, lo que sugiere que su influencia no siempre es positiva. Los casos de Cernik y SM ofrecen una ventana para comprender mejor los mecanismos neurobiológicos del miedo y sus implicaciones en la conducta y la adaptación social.

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