ADN, fósiles y perezosos gigantes: lo que revela una montaña de heces de hace millones de años
En 1936, investigadores hallaron en la cueva Rampart, Estados Unidos, una enorme acumulación de excrementos fosilizados de perezosos terrestres

CIUDAD DE MÉXICO.- En 1936, un grupo de investigadores descubrió en la cueva Rampart, cerca del lago Mead, Estados Unidos, una pila de más de seis metros de excrementos fosilizados. Entre los restos también se encontraron guano de murciélago y nidos de roedores. Lo que parecía un hallazgo curioso pertenecía a un antiguo perezoso terrestre y, décadas después, resultaría clave para entender la historia evolutiva de estos animales desaparecidos.
Un estudio reciente publicado en Science revela que esta montaña de heces es solo una pieza de un rompecabezas más grande. Los científicos combinaron ADN antiguo, fósiles de 17 museos y modelos evolutivos para reconstruir cómo los perezosos gigantes alcanzaron tamaños descomunales y por qué desaparecieron. “Incluyendo todos estos factores y ejecutando modelos evolutivos con múltiples escenarios diferentes, fue una tarea importante que no se había hecho antes”, explicó Rachel Narducci, del Museo de Historia Natural de Florida.
Gigantes que dominaron América
Hoy, los perezosos son pequeños y lentos, pero en el pasado algunas especies, como el Megatherium, alcanzaban tamaños comparables a un elefante asiático, con más de tres toneladas de peso. Estos animales no trepaban árboles: recorrían sabanas, montañas y desiertos a paso firme, alcanzando hojas altas con sus lenguas, al igual que hacen las jirafas.
No todos los perezosos antiguos fueron gigantes. Los más pequeños vivían en los árboles, mientras que los medianos y grandes adoptaron estilos de vida terrestres o mixtos. Las diferencias de tamaño estuvieron influenciadas por el hábitat y, por extensión, por los cambios climáticos, que moldearon su cuerpo, forma de vida y capacidad de supervivencia.
Evolución y clima: un vínculo claro
El primer ancestro reconocible de los perezosos fue el Pseudoglyptodon, que vivió hace 37 millones de años en lo que hoy es Argentina. Durante más de 20 millones de años, los tamaños se mantuvieron estables, hasta un evento geológico que cambió todo: una erupción volcánica que duró 750.000 años en el noroeste de Estados Unidos provocó un calentamiento global, conocido como Óptimo Climático del Mioceno Medio.
El aumento de temperatura y lluvias favoreció la aparición de perezosos más pequeños, adaptados a la vida arbórea. Cuando las temperaturas descendieron, los animales aumentaron de tamaño, probablemente para conservar calor y adaptarse a entornos más duros. Esta relación entre clima y tamaño corporal es evidente en su evolución y también ha sido documentada en otros animales.
Estrategias de supervivencia: cazadores lentos y excavadores
Lejos de ser torpes, los perezosos terrestres sabían usar su entorno a su favor. El Nothrotheriops shastensis usaba cuevas naturales como refugio y letrina comunitaria. Las especies más grandes excavaban sus propias cuevas con garras que aún hoy dejan marcas visibles.
Algunas especies desarrollaron adaptaciones únicas. Los perezosos marinos del género Thalassocnus tenían costillas densas para regular la flotación y hocicos alargados para alimentarse de hierbas marinas, de forma similar a los manatíes. Esta flexibilidad ecológica les permitió habitar bosques tropicales, zonas áridas, montañas andinas y regiones boreales.
ADN, fósiles y la montaña de heces
Para entender la evolución del tamaño en los perezosos, los investigadores usaron más de 400 fósiles, análisis de ADN antiguo y modelos evolutivos. El Museo de Historia Natural de Florida fue clave por su colección de perezosos norteamericanos y caribeños. Narducci midió 117 huesos de extremidades para estimar el peso de diferentes especies y establecer patrones comparativos.
La montaña de excrementos fosilizados en la cueva Rampart permitió estudiar la alimentación y el ambiente de estos animales. Lo que antes se consideraba desecho, hoy es una fuente de conocimiento científica invaluable.
La desaparición de los gigantes
A pesar de su adaptabilidad, los perezosos gigantes no sobrevivieron a la llegada de los humanos. Hace unos 15.000 años, coincidiendo con la expansión de Homo sapiens en América del Norte, muchas especies comenzaron a desaparecer. Su gran tamaño, antes una ventaja, se convirtió en un punto débil frente a cazadores coordinados.
Según el estudio, “alrededor de hace 15.000 años es cuando realmente empieza la desaparición”. Los pocos sobrevivientes, como los perezosos arborícolas del Caribe, desaparecieron unos 10.000 años después. Este desenlace plantea preguntas sobre el papel humano en la extinción de especies y sobre cómo los cambios climáticos aceleran la desaparición, recordándonos que adaptarse no siempre es suficiente frente a transformaciones rápidas.
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