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Cómo superar el “mal del puerco”, según la ciencia

Los especialistas señalan que una siesta breve de 10 a 20 minutos es la forma más eficaz de recuperar concentración, mejorar el ánimo y proteger la salud cerebral

CIUDAD DE MÉXICO.- Cada día, millones de personas experimentan una caída de energía entre la 1:00 y las 3:00 de la tarde. Aunque suele atribuirse a la comida, la ciencia indica que el bajón postalmuerzo tiene causas biológicas más profundas. De acuerdo con Science Focus, este fenómeno, conocido como somnolencia postprandial, afecta a la mayoría de los adultos sin importar el tipo o cantidad de alimento consumido.

¿Por qué sentimos sueño después de comer?

La clave se encuentra en el locus coeruleus, una estructura cerebral que produce noradrenalina, neurotransmisor encargado de mantener la atención y el estado de alerta. Según la neurocientífica Mithu Storoni, este núcleo funciona como una caja de cambios: en su nivel bajo provoca sueño, en el intermedio facilita la concentración y en el máximo prepara al cerebro para emergencias.

A lo largo del día, la actividad del locus coeruleus varía de manera natural. Por la mañana impulsa el estado de alerta, pero hacia el mediodía disminuye, generando el bajón. Storoni explicó que este proceso se relaciona con el ritmo circasemidiano, un ciclo biológico de 12 horas que favorece un descanso breve en la primera parte de la tarde.

¿Influye realmente la comida en este letargo?

Durante años se pensó que una comida rica en carbohidratos era responsable de la somnolencia por aumentar la producción de serotonina y melatonina, hormonas vinculadas con el sueño. Sin embargo, estudios en humanos como los del Dr. William Orr no encontraron diferencias significativas en la somnolencia después de comidas con distinto contenido de carbohidratos.

Tampoco existe evidencia sólida de que la digestión “desvíe sangre del cerebro”. El flujo cerebral se mantiene estable durante este proceso. Aunque sí se investiga cómo las hormonas digestivas y el sistema nervioso entérico pueden influir en la actividad cerebral, aún no hay pruebas concluyentes.

En resumen, el almuerzo por sí solo no explica la caída de energía. El factor principal es el ritmo biológico, aunque la dieta y los hábitos de descanso pueden influir en cómo se siente cada persona.

Beneficios de una siesta corta

Una de las formas más efectivas para enfrentar este letargo es la siesta. Diversas investigaciones han mostrado que dormir entre 10 y 20 minutos mejora el ánimo, la atención y hasta podría proteger la salud cerebral a largo plazo.

La Dra. Vicky Garfield, de la Universidad de Liverpool, halló que quienes dormían siestas cortas conservaban mayor volumen de materia gris, lo que equivalía a retrasar el envejecimiento cerebral entre 3 y 6 años. Por su parte, Omar Boukhris, de la Universidad La Trobe en Australia, comprobó que estos descansos breves favorecen la recuperación física y el rendimiento deportivo.

El tiempo es clave. Siestas de más de 30 minutos pueden producir somnolencia al despertar y, según estudios de la Universidad de Navarra y la Universidad de Tokio, incluso se han relacionado con mayores riesgos metabólicos, como hipertensión y diabetes tipo 2.

Alternativas para quienes no pueden dormir

Para quienes no tienen la posibilidad de tomar una siesta, existen opciones prácticas. El Dr. Alejandro Fernandez-Montero recomienda una caminata ligera de 30 minutos, que puede generar beneficios similares a una siesta corta al activar la mente y mejorar el estado de ánimo.

Otras estrategias incluyen realizar actividades relajantes fuera del escritorio o reorganizar la jornada. Storoni aconseja reservar las tareas más exigentes para momentos de mayor atención y dejar las más sencillas para la tarde, cuando el cuerpo atraviesa este descenso natural.

Al final, la base de todo es un sueño nocturno de calidad. Dormir lo suficiente durante la noche permite sobrellevar mejor los cambios de energía del día y evita depender de soluciones temporales como la cafeína.

Cómo aprovechar el ritmo biológico

Superar el bajón de la tarde no requiere medidas extremas. Ajustar los horarios de trabajo, incorporar pausas activas o considerar siestas cortas ayuda a sincronizarse con los ritmos naturales del cuerpo.

Realizar un cambio de actividades, caminar o ajustar el horario de tareas puede marcar la diferencia en la productividad vespertina, ayudando a superar el letargo de la tarde”, destacan los expertos citados por Science Focus.

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Quienes logran adaptar sus rutinas a este ritmo experimentan una recuperación de la concentración y terminan la jornada con más claridad mental y energía.

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