Cómo se cuidaban los enfermos en la Edad Media: del monasterio al hospital
La medicina medieval se desarrolló entre epidemias, monasterios y universidades, combinando fe, observación y tradición.
CIUDAD DE MÉXICO.- La historia de la medicina medieval está marcada por epidemias, conocimiento limitado y prácticas que combinaban religión y ciencia. Según información de MuyInteresante, la mayor parte de la Edad Media transcurrió entre la epidemia de Justiniano en el siglo VI y la peste negra del siglo XIV. Entre ambas, se extendieron la lepra y la sífilis. La escasez de conocimientos anatómicos, prohibiciones religiosas sobre disecciones y la autoridad de la doctrina de Galeno limitaron el progreso médico. Persistían ideas como que el corazón tenía tres ventrículos, el hígado cinco y que la orina se formaba en este órgano antes de filtrarse por los riñones.
Filosofía y medicina: la influencia de la fe
San Agustín, entre los siglos V y VI, fue una figura central. Su filosofía sostenía que la razón sola no podía llevar al conocimiento de Dios, sino que este debía revelarse: “creo para conocer” (credo ut intellegam). Esta visión impulsó la medicina mística y el uso de amuletos, reliquias y cultos a santos para la curación. Por ejemplo, se creía que santa Lucía curaba los ojos, san Roque la peste y san Blas la garganta. La enfermedad se interpretaba como castigo divino o posesión demoníaca, y la oración y la penitencia eran parte del tratamiento.
Hacia el siglo XI, san Anselmo introdujo el principio de que la fe necesitaba del intelecto (fides quaerens intellectum). Santo Tomás, en el siglo XIII, consideró que la razón humana, aunque imperfecta, podía acceder a Dios y al mundo. Esta evolución permitió un mayor desarrollo de la escolástica, la filosofía y la cosmología, así como la apertura hacia el estudio de la medicina con base racional.
Medicina monástica: monasterios como centros de salud
Durante la Alta Edad Media, la medicina se ejercía principalmente en monasterios como Montecasino, fundado en 529. Los monjes se dedicaban a la copia de textos clásicos y a preparar remedios en boticas con alambiques, morteros y balanzas. Los monasterios ofrecían refugio a enfermos, pobres y peregrinos, con espacios denominados hospitale pauperum, hospitium e infirmarium.
San Benito, en su Regula Benedicti (537), estableció el cuidado de los enfermos como un deber cristiano: “Sobre todo y ante todo hay que preocuparse de los enfermos. Hay que servirles como al propio Cristo, pues realmente se le sirve a Él a través de ellos”. Textos posteriores, como la Farmacopea de Lorsch (795), documentaron prácticas médicas basadas en hierbas, minerales y animales.
Hildegarda de Bingen (1098-1179) destacó por combinar conocimientos médicos y místicos. Introdujo el lúpulo en la cerveza, describió el orgasmo femenino y escribió sobre alimentación, higiene y enfermedades venéreas. Su obra incluía Liber simplicis medicinae y Liber compositae, que detallaban el uso de plantas, minerales y animales en tratamientos específicos.
Hospitales medievales y lazaretos
Los hospitales surgieron como hospicios para peregrinos y pobres, evolucionando en el siglo XIII hacia centros médicos más organizados. La Orden de San Juan administraba hospitales con atención profesional en Jerusalén. Ante la epidemia de lepra, se crearon lazaretos, como el de Bethlem en Londres (1403) y Valencia (1409). Otros hospitales atendían a enfermos mentales, siguiendo modelos como la orden de San Alejo.
La escuela de Salerno y la transmisión del saber médico
En el sur de Italia, Salerno se convirtió en un centro médico laico y multicultural desde el siglo IX. Profesores cristianos, judíos y musulmanes colaboraban en la enseñanza de medicina y cirugía. Federico II de Sicilia estableció la primera ordenanza médica occidental en 1231, con un plan de estudios que combinaba lógica, medicina y prácticas clínicas.
La escuela destacó en empirismo y observación, con textos como Antidotarium y Regimen Sanitatis Salernitarum, que recopilaban consejos sobre higiene, dieta y estilo de vida. Constantino el Africano tradujo al latín textos médicos árabes y griegos, ampliando el conocimiento en Occidente. La cirugía se desarrolló con técnicas de curación de heridas craneales y ginecológicas, gracias a figuras como Ruggiero Frugardi y Trotula de Ruggero.
Universidades y regulación de la medicina
Las primeras universidades europeas surgieron en Bolonia (1088), París (1110), Oxford (1167) y Montpellier (1181), donde inicialmente la medicina estaba a cargo del clero. Mondino de Luzzi y Tadeo Alderotti destacaron por introducir la historia clínica y la observación como método de diagnóstico. En Montpellier, Arnau de Villanova defendió la experimentación clínica y clasificó enfermedades según su origen: regionales, contagiosas, hereditarias y epidémicas.
En España, la formación universitaria de médicos comenzó en Salamanca (1218) y se consolidó con la aprobación de las Constituciones de Alfonso X (1254). La titulación y supervisión médica se reforzó con leyes como el Fuero Real de Castilla y el Tribunal del Protomedicato durante los Reyes Católicos, garantizando que solo médicos capacitados ejercieran su profesión.
Tratamientos y remedios medievales
La medicina medieval combinaba prácticas empíricas y creencias astrológicas. Se aplicaban purgantes, ventosas, enemas y sangrías. Se creía que la luna influía sobre la venesección y que piedras preciosas tenían poderes curativos. La esponja soporífera surgió como anestésico en el siglo XI, mezclando opio, cicuta, mandrágora y beleño para inducir sedación en cirugías. Guy de Chauliac, en el siglo XIV, agregó belladona a la mezcla.
Entre los tratamientos más polémicos estuvieron los polvos de momia, usados hasta el siglo XVIII. La confusión surgió porque los persas comerciaban con betún (mummia), que se aplicó erróneamente a los cuerpos momificados egipcios. La demanda provocó falsificaciones y comercio de cadáveres, hasta que el Renacimiento y médicos como Ambroise Paré pusieron fin a esta práctica.