Tiburones martillo: los depredadores extraños que la evolución perfeccionó
Aunque parecen un diseño extraño de la naturaleza, los tiburones martillo poseen adaptaciones que los convierten en depredadores altamente eficientes.

Parecen sacados de una caricatura, con la cabeza ancha y plana. Pero los tiburones martillo no son una rareza de la naturaleza ni mucho menos un error de diseño. En realidad, son uno de los ejemplos más impresionantes de cómo la evolución encuentra soluciones ingeniosas para sobrevivir en un entorno tan competitivo como el océano.
Este grupo de tiburones (familia Sphyrnidae) incluye varias especies, desde el enorme tiburón martillo gigante que alcanza los cuatro metros de longitud, hasta el pequeño bonnethead, que apenas supera el metro y medio. Todos comparten dos rasgos: una boca pequeña y, claro, su distintiva cabeza en forma de martillo.
Una visión panorámica en el océano
Lejos de ser un simple capricho de la evolución, la cabeza martillo les ofrece ventajas clave. Una de ellas es su amplio campo de visión: mientras otras especies de tiburón alcanzan apenas unos 15 grados de visión binocular, algunos tiburones martillo pueden llegar hasta 48 grados. Este rango les permite detectar mejor tanto a sus presas como a posibles depredadores, un detalle vital en la vida marina.
Un radar eléctrico integrado
Además de ver más, también “sienten” más. Como otros tiburones, poseen las ampollas de Lorenzini, pequeños sensores que detectan los campos eléctricos emitidos por otros seres vivos. Gracias a la extensión de su cabeza, esta red de sensores está distribuida en un área mayor, lo que les da una precisión sobresaliente para localizar presas ocultas bajo la arena.
Agilidad inesperada
Aunque su gran cabeza podría parecer torpe, en realidad les permite realizar giros bruscos y movimientos rápidos. Esa maniobrabilidad extra les da ventaja al momento de emboscar a calamares, mantarrayas y otros animales de los que se alimentan.
No son únicos en su forma
La “cabeza de martillo” no es exclusiva de estos tiburones. En la naturaleza, esta forma ha surgido en varias ocasiones —como en gusanos martillo o en especies extintas como Diploceraspis—, un fenómeno conocido como evolución convergente. Es decir, diferentes especies desarrollan adaptaciones similares para enfrentar retos parecidos, aunque no estén emparentadas entre sí.
Con información de IFLScience.
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