El cerebro tiene su propio GPS: así lo explica la ciencia
El cerebro humano cuenta con un sistema interno de orientación que funciona como un GPS biológico.

CIUDAD DE MÉXICO.- Perderse en una ciudad nueva, encontrar el camino de regreso a casa o simplemente orientarse en un centro comercial abarrotado son desafíos cotidianos que el cerebro resuelve de manera sorprendente. No se trata solo de seguir señales visuales; los humanos cuentan con un sistema interno de orientación que funciona como un GPS biológico. Hasta ahora, se sabía que roedores tenían células especializadas llamadas “células de dirección de la cabeza”, pero demostrar un mecanismo equivalente en humanos había sido más complejo.
El cerebro tiene su propio GPS
Un estudio reciente publicado en la Journal of Neuroscience logró avanzar en esta comprensión utilizando una combinación de realidad virtual e imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). Quince voluntarios participaron en una tarea de “taxi virtual”, en la que debían recoger pasajeros y llevarlos a distintos destinos dentro de una ciudad digital creada por los investigadores.
Los resultados mostraron que el cerebro humano activa de manera consistente dos regiones clave: el complejo retrosplenial y el lóbulo parietal superior. Estas áreas registran hacia dónde miramos y en qué dirección avanzamos, funcionando como una brújula neuronal capaz de mantenerse estable incluso cuando cambian las condiciones del entorno.
Un compás resistente a los cambios
Uno de los hallazgos más destacados fue que estas señales cerebrales permanecían constantes incluso cuando se modificaban elementos visuales del entorno virtual, como colores, texturas o referencias espaciales. Esto sugiere que el cerebro no depende únicamente de la información visual para orientarse.
La consistencia también se mantuvo en distintas fases de la tarea. No importaba si los participantes estaban recogiendo pasajeros o llevándolos a su destino: la brújula cerebral seguía activa y alineada con el eje principal de la ciudad, especialmente orientada al norte-sur.
Los investigadores concluyen que el cerebro combina estrategias internas y externas para orientarse. Esto significa que, además de apoyarse en lo que vemos, mantiene una representación estable de la dirección, lo que nos permite navegar incluso en entornos cambiantes o confusos.
El papel del complejo retrosplenial y el lóbulo parietal superior
El complejo retrosplenial, situado en la parte posterior y medial del cerebro, mostró actividad sensible a la dirección de la mirada y del movimiento. Esta región no se limita a procesar estímulos visuales, sino que contribuye a construir un mapa interno del entorno.
Por su parte, el lóbulo parietal superior, tradicionalmente vinculado a la percepción espacial y al control de la atención, confirma que la orientación depende de una red cerebral distribuida que integra señales sensoriales, motoras y de memoria espacial.
La coordinación entre estas áreas permite calcular la orientación respecto a los ejes principales de un lugar, manteniendo una representación interna del “norte” y el “sur” incluso sin referencias visuales claras.
Implicaciones para la salud cerebral
Russell Epstein, de la Universidad de Pensilvania y autor del estudio, explica que perder el sentido de la dirección es común en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Por ello, comprender cómo funcionan estas áreas cerebrales podría ayudar en la detección temprana y en el monitoreo de la progresión de estas patologías.
El estudio también abre la puerta a explorar cómo estas regiones interactúan con otras estrategias de orientación. Por ejemplo, cómo se combinan las señales internas del cerebro con estímulos visuales externos en personas con discapacidad visual o movilidad reducida.
Entender estos mecanismos podría ser clave para desarrollar herramientas de diagnóstico temprano y diseñar intervenciones que ayuden a mantener la orientación y la independencia de los pacientes.
Un GPS humano por descubrir
Aunque se han identificado las regiones implicadas y su notable estabilidad, aún queda mucho por investigar. Entre las preguntas pendientes están cómo se desarrolla esta capacidad en la infancia, cómo cambia con la edad y cómo se altera en diferentes condiciones neurológicas.
El uso de entornos virtuales permite simular ciudades completas y medir la actividad cerebral en tiempo real, ofreciendo un método controlado y realista para estudiar la navegación humana.
A largo plazo, estos hallazgos no solo contribuirán a entender mejor la mente humana, sino que podrían inspirar sistemas de navegación artificial y mejorar terapias de rehabilitación para quienes han perdido capacidades espaciales tras un daño cerebral.
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