¿Por qué algunas veces, después de una siesta, despiertas con dolor de cabeza, aturdimiento o náuseas?
Dormir siestas largas o en horarios inadecuados puede provocar inercia del sueño, un estado de aturdimiento y malestar que dura desde minutos hasta horas.
CIUDAD DE MÉXICO.- Despertar de una siesta con aturdimiento, náuseas o dolor de cabeza es más común de lo que parece. Según el Dr. Waiz Wasey, especialista en sueño de Mayo Clinic, este malestar puede deberse a varias causas, siendo la más frecuente la llamada inercia del sueño. Este estado transitorio de desorientación y somnolencia ocurre cuando la persona se despierta en fases profundas del ciclo de sueño.
Síndrome de inercia del sueño
Cada ciclo dura alrededor de 90 minutos e incluye etapas ligeras, profundas y la fase REM. Si la siesta se interrumpe antes de completar ese tiempo, las probabilidades de experimentar inercia aumentan. La especialista en medicina del sueño Funke Afolabi-Brown, con sede en Filadelfia, explica que este efecto puede durar solo 20 minutos o prolongarse por horas, acompañado de síntomas como vómito o agitación.
Este fenómeno no solo se da en las siestas. También puede ocurrir al despertar por la mañana, aunque es más intenso durante el día debido al ritmo circadiano, que regula los momentos naturales de sueño y vigilia. El cuerpo, acostumbrado a estar activo en la tarde, reacciona con mayor desorientación cuando se interrumpe un descanso diurno.
Duración y momento ideales para la siesta
El tiempo que se duerme es clave para evitar malestares. Expertos recomiendan siestas cortas de 20 minutos o menos, suficientes para recargar energía sin entrar en sueño profundo. Wasey advierte que superar este límite aumenta el riesgo de inercia del sueño. En casos de cansancio extremo, una siesta de 90 minutos puede ser beneficiosa, siempre que se evite dormir más y demasiado tarde.
El horario también influye. Tomar una siesta temprano en la tarde suele ser más restaurador y menos disruptivo, mientras que hacerlo en horas cercanas a la noche puede interferir con el sueño nocturno. Dormir muy tarde disminuye la presión natural de sueño, dificultando el descanso por la noche.
Además del reloj biológico, factores como la exposición a la luz, el ruido o la temperatura del ambiente pueden afectar la calidad del descanso y, por ende, la sensación al despertar. Mantener condiciones adecuadas favorece que la siesta cumpla su función reparadora.
El papel de la digestión y otros factores físicos
No todo el malestar tras una siesta se explica por el ciclo de sueño. Problemas como el reflujo ácido o la acidez estomacal son causas frecuentes. El gastroenterólogo Bharat Pothuri, de Houston, señala que acostarse poco después de comer facilita que el contenido del estómago suba hacia el esófago, provocando molestias. Comidas grasas, ácidas o muy copiosas tienden a empeorar el problema.
Se estima que el 20% de la población padece reflujo ácido frecuente, y quienes duermen siesta tras una comida pesada tienen mayor riesgo de náuseas, dolor o mareo. La deshidratación o los niveles bajos de glucosa también pueden intensificar el malestar, convirtiendo lo que debía ser un descanso en una experiencia desagradable.
Para prevenir estos efectos, especialistas sugieren esperar al menos tres o cuatro horas después de comer antes de recostarse, evitar alimentos pesados y, si no es posible esperar, optar por comidas ligeras. Elevar la parte superior del cuerpo con almohadas puede reducir el reflujo. Con una buena higiene del sueño y hábitos digestivos saludables, la siesta puede convertirse en un aliado del bienestar en lugar de un motivo de incomodidad.