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¿Qué tan contagiosa puede ser una enfermedad? Según la ciencia

La vacunación y la prevención son esenciales para contener brotes y proteger a las poblaciones más vulnerables.

¿Qué tan contagiosa puede ser una enfermedad? Según la ciencia

CIUDAD DE MÉXICO.- Una escena de la película Contagio (2011), protagonizada por Kate Winslet, mostró con claridad cómo un virus puede transmitirse a través de objetos tan comunes como picaportes o botones de ascensor. Lo que parecía un recurso dramático se volvió parte de la vida cotidiana durante la pandemia de COVID-19. Esta secuencia también introdujo al público un concepto esencial en epidemiología: el número básico de reproducción, conocido como R0.

De la ficción al conocimiento científico

El R0 indica cuántas personas, en promedio, puede contagiar una persona infectada. Es una herramienta clave para entender la dinámica de propagación de enfermedades infecciosas. Si el R0 es mayor a uno, los casos aumentan; si es igual a uno, se mantienen estables; y si es menor, el brote tiende a extinguirse.

Este valor varía según el agente infeccioso y su vía de transmisión, que puede incluir aerosoles, gotículas respiratorias, contacto con superficies (fómites), fluidos corporales, alimentos o insectos. Entender este dato ayuda a planear respuestas sanitarias efectivas y a priorizar estrategias de prevención.

Sarampión y COVID-19: altamente contagiosos

El sarampión es actualmente la enfermedad más contagiosa registrada, con un R0 estimado entre 12 y 18. Esto significa que una sola persona puede causar hasta 342 casos nuevos en solo dos ciclos de transmisión. El virus se transmite por partículas que quedan en el aire hasta dos horas, por lo que ni siquiera se necesita contacto directo para infectarse.

En los últimos años, ha habido rebrotes de sarampión en países con altos ingresos como Reino Unido y Estados Unidos. La baja en las tasas de vacunación infantil, atribuida en parte a la pandemia y a conflictos sociales, ha favorecido su reaparición. Además, las personas pueden contagiar antes de presentar síntomas, lo que complica el control de la enfermedad.

En la misma categoría de alto contagio se encuentra la tos ferina (R0 de 12 a 17), la varicela (10 a 12) y el COVID-19, cuyo rango varía entre 8 y 12, según la variante. Aunque muchos pacientes se recuperan, estas enfermedades pueden provocar complicaciones graves como neumonía, meningitis, convulsiones o incluso la muerte, sobre todo en personas vulnerables.

Enfermedades menos contagiosas, pero igualmente peligrosas

La tuberculosis (TB), causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, presenta un R0 mucho menor, que puede ir de menos de uno hasta cuatro. No obstante, es una infección persistente y difícil de tratar, ya que requiere una combinación de antibióticos durante al menos seis meses. A diferencia del sarampión, la TB necesita contacto prolongado para transmitirse, por lo que suele propagarse en hogares, prisiones o refugios.

Además, esta infección puede extenderse más allá de los pulmones y afectar órganos como el cerebro, los huesos, el hígado o las articulaciones. El aumento de casos de tuberculosis resistente a medicamentos representa un desafío sanitario global, según expertos como Dan Baumgardt, de la Universidad de Bristol.

Otras enfermedades con R0 relativamente bajo, como el ébola (1.5 a 2.5), el MERS, la gripe aviar o la lepra, también preocupan por su alta letalidad. Por ejemplo, el ébola se transmite solo por contacto directo con fluidos, pero su mortalidad ha causado crisis sanitarias, como la epidemia en África Occidental entre 2014 y 2016, donde Liberia y Sierra Leona fueron los países más afectados.

Más allá del contagio: la importancia de la inmunidad colectiva

Es importante recordar que el R0 no mide la gravedad de una enfermedad, sino su potencial de propagación. Incluso enfermedades con un R0 menor pueden causar estragos si no se controla su expansión o si afectan a poblaciones vulnerables. Por eso, la vigilancia epidemiológica no solo observa los brotes actuales, sino también la posibilidad de que surjan variantes más agresivas.

Uno de los factores clave para frenar el avance de infecciones es la inmunización. Las vacunas no solo protegen a quien las recibe, sino que también reducen el número de personas susceptibles en la comunidad. Esta protección indirecta, conocida como inmunidad de grupo, es crucial para proteger a quienes no pueden vacunarse, como bebés, personas con alergias severas o sistemas inmunológicos comprometidos.

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En este contexto, la prevención sigue siendo la estrategia más efectiva. La educación sobre vías de contagio, el acceso a servicios de salud y las campañas de vacunación son herramientas fundamentales para reducir la carga global de enfermedades infecciosas y evitar futuras crisis sanitarias.

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