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La pandemia aceleró el envejecimiento del cerebro humano, incluso sin contagio

Usando neuroimágenes y modelos de inteligencia artificial, se detectó un deterioro cerebral más marcado en adultos mayores, varones y personas con desventajas socioeconómicas.

La pandemia aceleró el envejecimiento del cerebro humano, incluso sin contagio

CIUDAD DE MÉXICO.- Aunque se ha hablado mucho sobre las secuelas físicas del COVID-19, sus efectos sobre el cerebro aún se están comprendiendo. Un estudio reciente realizado por la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, reveló que los cerebros de las personas envejecieron más rápido durante la pandemia, incluso entre quienes nunca se infectaron con el virus. El análisis se basó en datos del Biobanco del Reino Unido, un proyecto que monitorea la salud de miles de personas mediante estudios de imagen y otros indicadores.

Cambios cerebrales más allá del virus

La investigación, publicada en la revista Nature Communications, comparó escaneos cerebrales de casi mil personas antes y después del inicio de la pandemia. Los resultados mostraron que los cerebros de quienes vivieron la pandemia presentaban signos de envejecimiento acelerado. Este fenómeno fue más notable en personas mayores, hombres y quienes vivían en condiciones socioeconómicas más vulnerables.

Dorothee Auer, profesora de Neuroimagen y autora principal del estudio, explicó que estos resultados demuestran cómo factores del entorno, como el aislamiento y la incertidumbre, también pueden afectar la salud cerebral. Aún no se sabe si estos cambios serán permanentes, pero los científicos confían en que podrían revertirse con el tiempo.

Tecnología para medir el envejecimiento del cerebro

Para entender el impacto de la pandemia en el envejecimiento cerebral, los expertos usaron modelos de inteligencia artificial entrenados con resonancias magnéticas de más de 15 mil personas sanas. Esto les permitió calcular lo que llaman la “brecha de edad cerebral”, es decir, la diferencia entre la edad real de una persona y la edad estimada de su cerebro.

Luego aplicaron este modelo a un grupo de casi mil participantes divididos en dos: uno con estudios hechos antes de la pandemia y otro con una resonancia previa y otra posterior al inicio de la crisis sanitaria. Se detectó que, en promedio, los cerebros del grupo que vivió la pandemia envejecieron 5.5 meses más de lo esperado.

También se encontró una mayor aceleración del envejecimiento cerebral en quienes sí se contagiaron de COVID-19, sobre todo en personas mayores. Sin embargo, incluso los no infectados mostraron un deterioro cerebral que sugiere que la experiencia del confinamiento y la tensión emocional influyeron en la salud neurológica.

Efectos cognitivos y desigualdad en el impacto

Ali-Reza Mohammadi-Nejad, quien dirigió el estudio, señaló que lo más sorprendente fue comprobar que el impacto cerebral ocurrió incluso en personas que no padecieron la enfermedad. Las pruebas cognitivas aplicadas mostraron que este envejecimiento se traduce en menor rendimiento mental, sobre todo en tareas que requieren rapidez y adaptabilidad.

Los efectos fueron más notorios en adultos mayores, varones y personas con menos recursos económicos. Según los expertos, esto demuestra que los grupos en situación de desventaja enfrentaron un riesgo mayor, tanto por la carga emocional de la pandemia como por el acceso limitado a cuidados de salud mental y bienestar general.

A pesar de la solidez del estudio, los autores advierten que aún no es posible saber cuánto durarán estos efectos o si se presentaron igual en otras regiones del mundo, ya que los datos analizados corresponden exclusivamente al Reino Unido.

La salud mental en adolescentes también se vio afectada

No solo los adultos experimentaron estos cambios. Investigaciones en Estados Unidos encontraron que los cerebros de las adolescentes también envejecieron más rápido de lo esperado durante el confinamiento. Un estudio del Instituto de Ciencias del Aprendizaje y del Cerebro (I-LABS), en la Universidad de Washington, reveló que el aislamiento social afectó de forma más intensa a las niñas que a los varones.

Este impacto se asoció con un aumento en los síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Los científicos indicaron que el entorno emocional de la pandemia fue un factor clave en estos cambios, más allá de la infección por COVID-19 en sí misma.

Evidencias en pacientes con COVID prolongado

Por otro lado, un equipo argentino del Conicet y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) también estudió a personas con síntomas persistentes tras haber superado el COVID-19. El investigador Martín Belzunce explicó que las neuroimágenes mostraron signos de atrofia leve y alteraciones estructurales en el cerebro de estos pacientes, especialmente en aquellos que no habían sido vacunados.

Estas investigaciones aportan evidencia clara de que la pandemia dejó una marca más profunda de lo que se pensaba, afectando el bienestar mental y neurológico de la población en distintos niveles.

Un llamado a seguir cuidando la salud cerebral

Los expertos coinciden en que el estudio del cerebro tras la pandemia es apenas el inicio de una línea de investigación crucial. La esperanza es que muchos de estos efectos sean reversibles, y que una mayor comprensión permita diseñar políticas públicas enfocadas en la salud mental y cognitiva.

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Con el tiempo, los hallazgos podrían ayudar a crear estrategias de prevención y atención para grupos vulnerables, no solo frente a pandemias, sino ante otras crisis que puedan afectar el equilibrio emocional y la calidad de vida de las personas.

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