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¿A qué edad debería un niño tener su primer celular? Lo que dicen los estudios sobre la salud mental

Especialistas recomiendan limitar el uso de pantallas, acompañar activamente a los menores y fomentar actividades desconectadas desde edades tempranas.

¿A qué edad debería un niño tener su primer celular? Lo que dicen los estudios sobre la salud mental

CIUDAD DE MÉXICO.- El uso de teléfonos inteligentes y redes sociales se ha vuelto una práctica común entre niñas y niños desde edades muy tempranas. Sin embargo, recientes estudios científicos advierten que esta tendencia podría tener consecuencias graves para la salud mental infantil, especialmente cuando el contacto con la tecnología ocurre antes de los 13 años.

Señales de alerta desde la ciencia

Investigaciones como la publicada en Journal of Human Development and Capabilities revelan que mientras más jóvenes son los usuarios de celulares, peores tienden a ser sus indicadores de bienestar emocional en la adultez temprana. El estudio, basado en datos del Global Mind Project con casi dos millones de personas en 163 países, señala síntomas como pensamientos suicidas, problemas de autoestima y dificultades para regular emociones.

La autora principal del estudio, Tara Thiagarajan, destacó la urgencia de regular el acceso digital infantil con el mismo criterio que se aplica a sustancias como el alcohol o el tabaco. Según los hallazgos, las niñas presentan una vulnerabilidad particular por su exposición constante a redes sociales y la búsqueda de validación externa.

Debates científicos y otras evidencias

Pese a la preocupación generada, algunos especialistas han cuestionado los métodos del estudio de Sapien Labs. El profesor Pete Etchells, del Reino Unido, señaló la falta de claridad sobre cómo se midieron las variables de salud mental, mientras que Chris Ferguson, desde Estados Unidos, calificó el enfoque como “rudimentario” y demasiado categórico. Ambos coinciden en que los datos autoinformados pueden ser poco confiables sin respaldo clínico.

No obstante, otras investigaciones respaldan la relación entre tecnología y salud emocional. Un estudio de JAMA Pediatrics analizó a más de 4,000 adolescentes entre los 10 y los 14 años durante cuatro años. El 31.3% mostró un uso adictivo creciente de redes sociales y el 24.6% del celular, asociado con síntomas depresivos, autolesiones y mayor impulsividad.

Los expertos coinciden en que no se trata solo del tiempo frente a la pantalla, sino del patrón de uso y su evolución. El catedrático Francisco José Rivera, de la Universidad de Sevilla, advierte que un consumo intensivo, aunque no parezca grave al inicio, puede derivar en consecuencias emocionales importantes con el paso del tiempo.

Efectos clínicos y diferencias de género

Desde una mirada médica, la psiquiatra Geraldine Peronace comparó el efecto de las pantallas con el de las sustancias estimulantes. Señaló que en cerebros infantiles, las pantallas provocan una liberación de dopamina que refuerza patrones adictivos. “La biología va a otro ritmo que la tecnología”, afirmó.

La psicóloga Silvina Pedrouzo subraya que niñas y niños aún no tienen la madurez para autorregular su uso digital. Además, el estudio HBSC detectó que las niñas pasan más tiempo conectadas a redes sociales que los niños y sufren mayor presión por obtener aprobación social. En consecuencia, presentan más síntomas de ansiedad, baja autoestima y desapego de la realidad.

Los investigadores coinciden en que la etapa más vulnerable se sitúa entre los 11 y los 14 años, una fase crítica del desarrollo neurológico que coincide con la mayor exposición digital. Incluso si el uso de tecnología se modera en años posteriores, los daños en esa ventana de tiempo pueden dejar huella.

Qué pueden hacer las familias

A pesar del panorama, los especialistas proponen medidas para mitigar el impacto. La psicóloga Melissa Greenberg sugiere que los padres pueden hacer cambios incluso si el daño parece avanzado: usar controles parentales, cambiar a teléfonos básicos o eliminar funciones problemáticas. Recomienda hablar con los hijos desde una postura honesta y empática.

Thiagarajan alienta a buscar escuelas con reglas claras sobre el uso de celulares y sumarse a movimientos que retrasan el uso de dispositivos inteligentes hasta el final de la primaria. “Nada apura la biología”, recordó Peronace, resaltando que el desarrollo emocional y cognitivo sigue un ritmo que no puede acelerarse.

Además, se recomienda aplicar estrategias concretas como apagar el Wi-Fi por la noche, establecer horarios sin pantalla y fomentar actividades físicas, juegos o simplemente permitir el aburrimiento, que es parte natural del desarrollo. La clave está en el acompañamiento, más allá del control del tiempo.

Acompañar más allá del control

Silvina Pedrouzo remarcó que el rol adulto no debe limitarse a fijar límites, sino también supervisar contenido y vínculos en línea. Afirmó que muchos padres piensan que sus hijos están seguros solo por estar en casa con un celular, sin advertir los riesgos emocionales del aislamiento digital.

Andrea Abadi, psiquiatra infantojuvenil, advirtió que la constante conexión interfiere con la adquisición de habilidades emocionales y sociales. “Los adolescentes no están aprendiendo a manejar la frustración adecuadamente”, explicó. La falta de interacción real puede impedir el desarrollo de herramientas clave para la vida adulta.

En ese contexto, Peronace alertó sobre la falsa sensación de seguridad que ofrece el entorno digital. Subrayó que el número de likes o comentarios en redes puede volverse un marcador de valor personal para adolescentes, afectando profundamente su autoestima. El bullying virtual y la exposición a violencia digital son también amenazas reales que muchas veces pasan desapercibidas.

Un llamado a prevenir desde temprano

Los expertos coinciden en que la prevención debe comenzar en la primera infancia. La Sociedad Española de Pediatría recomienda evitar las pantallas de los 0 a los 6 años y limitar su uso después. Peronace incluso afirmó que una desconexión de 72 horas puede reducir de forma significativa la sobrecarga cerebral.

Más allá del número de horas frente a un dispositivo, lo que está en juego es el desarrollo emocional, social y neurológico de niñas, niños y adolescentes. Establecer límites claros, mantener conversaciones abiertas, supervisar contenidos y promover actividades desconectadas son pasos necesarios para proteger la salud mental infantil.

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En palabras de Peronace: “El chico tiene que estar jugando con barro, explorando, dibujando. ¿Qué tanto miedo al aburrimiento hay en estos tiempos modernos?”. La tecnología avanza rápido, pero la infancia sigue necesitando lo de siempre: tiempo, juego, vínculos y presencia adulta real.

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