Tener y escuchar conversaciones complejas ayuda al cerebro a activarse y trabajar de forma más eficiente
Un estudio publicado en Nature Human Behaviour revela que el cerebro usa circuitos distintos para hablar y para escuchar, especialmente en conversaciones complejas.
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Alguna vez has sentido que una conversación fluye con facilidad, mientras que otra requiere toda tu atención para no perder el hilo? La ciencia explica por qué: el cerebro usa rutas distintas para hablar y para escuchar. Un nuevo estudio, publicado en Nature Human Behaviour, revela que cada acto comunicativo activa miles de conexiones neuronales, y que estos procesos no son tan similares como se pensaba.
Escuchar y hablar: dos tareas distintas para el cerebro
Investigadores japoneses analizaron cómo el cerebro se comporta durante conversaciones reales. Para ello, hicieron que parejas de voluntarios hablaran de forma improvisada mientras se encontraban en escáneres cerebrales distintos, conectados entre sí por auriculares. Así, lograron estudiar la actividad cerebral en tiempo real mientras los participantes intercambiaban frases breves o relatos largos, en contextos naturales.
Los resultados mostraron que el cerebro no solo se adapta al contenido de la charla, sino también al papel que asumimos: hablar o escuchar. En intercambios simples, los mismos circuitos se activan para ambos roles, permitiendo una alternancia fluida entre quien emite el mensaje y quien lo recibe. Pero esto cambia cuando la conversación se vuelve más compleja.
Redes distintas según el rol y la dificultad
Cuando las ideas son más elaboradas o el diálogo se extiende, el cerebro comienza a separar sus funciones. La persona que escucha activa zonas relacionadas con la memoria, la inferencia y la empatía, mientras que quien habla se enfoca más en áreas que ayudan a construir y articular el discurso. Esta diferenciación neuronal ayuda a que cada rol cumpla su función sin confusiones.
Psychology Today, que también analizó el estudio, señala que el oyente hace un esfuerzo mayor: necesita decodificar significados, interpretar emociones y anticipar intenciones. Esto implica más recursos mentales que simplemente emitir un mensaje. Zonas como la circunvolución angular o la corteza cingulada posterior se encargan de unir lo que se escucha con lo ya aprendido, mientras que la corteza prefrontal medial imagina lo que el otro siente o piensa.
Por otro lado, al hablar, el cerebro se apoya principalmente en el área de Broca y en las regiones motoras que articulan el lenguaje. Aunque construir un discurso requiere planeación, se activan menos procesos en paralelo que al escuchar. Esto refuerza la idea de que comprender un mensaje con matices emocionales y significados ocultos es más desafiante que producirlo.
Escuchar es más que oír: implica reconstruir al otro
Una de las frases destacadas en el estudio resume bien esta idea: “Hablar es proyectar el pensamiento hacia afuera, pero escuchar es reconstruir el mundo interior de otra persona”. Y eso no es tarea fácil. Incluso respuestas simples como “sí” o “claro” generan patrones cerebrales que confirman nuestra presencia y compromiso en la charla.
En momentos con alta carga emocional, el cerebro del oyente activa aún más áreas, como la ínsula anterior y la amígdala, que ayudan a captar el tono afectivo del mensaje. Otras zonas permiten comprender puntos de vista ajenos y regular la propia reacción emocional, lo cual es clave para una comunicación empática y respetuosa.
En conclusión, las conversaciones no son procesos automáticos ni simples. Implican memoria, atención, sensibilidad emocional y la capacidad de cambiar de rol constantemente. Detrás de cada charla cotidiana se despliega una compleja danza neuronal que hace posible entendernos, compartir experiencias y reforzar nuestros vínculos con los demás.