Tu cerebro y el arte de chismear sin ser descubierto, según la ciencia
Un estudio de la Universidad de Brown reveló que al compartir un rumor, el cerebro humano activa una red de cálculos sociales para decidir con quién hacerlo de forma segura.

CIUDAD DE MÉXICO.- Aunque muchas personas lo ven como una actividad trivial, el chisme puede ser una herramienta social compleja. Un nuevo estudio publicado en Nature Human Behaviour muestra que nuestro cerebro realiza cálculos sofisticados al decidir con quién compartir un rumor. Según investigadores de la Universidad de Brown, este proceso ocurre de forma automática y estratégica, sin que nos demos cuenta.
El cotilleo no es tan simple como parece
La clave está en dos factores principales: la popularidad del receptor del chisme y qué tan alejado está del protagonista del rumor. Esta “fórmula social” nos permite difundir información sin levantar sospechas, lo cual sugiere que el cotilleo no es solo un acto impulsivo, sino una acción pensada dentro de una red de relaciones.
El profesor Oriel Feldman Hall, autor del estudio, explicó que nuestro cerebro construye un “mapa mental” de nuestras conexiones sociales. En segundos, evaluamos si es seguro compartir cierta información, considerando quién podría amplificarla y quién podría poner en riesgo nuestra confidencialidad.
Cómo se puso a prueba esta estrategia mental
Para demostrarlo, los investigadores hicieron varios experimentos. Primero usaron redes sociales ficticias, donde los participantes debían decidir a quién contar un rumor sin que el involucrado se enterara. La mayoría evitaba a los amigos cercanos del protagonista, pero prefería a personas populares que no estuvieran directamente conectadas con él.
Luego, repitieron el experimento en una red real con 200 estudiantes universitarios. A pesar del caos típico de las relaciones en una residencia estudiantil, los resultados fueron similares: los jóvenes seguían usando el mismo criterio de distancia social y nivel de influencia.
Este patrón sugiere que nuestro cerebro puede aplicar la misma lógica en redes simples o complejas, sin necesidad de pensar cada detalle de forma consciente. Es como si tuviéramos un GPS interno del chisme que calcula rutas seguras para la información.
De la evolución al algoritmo cerebral
La base de esta capacidad está en un fenómeno conocido como mapeo cognitivo. Con base en recuerdos sociales —como quién se junta con quién—, el cerebro construye rutas posibles para compartir información sin generar conflictos. Y lo más interesante: lo hace de forma automática, sin necesidad de entrenamiento.
Según los expertos, esta habilidad pudo haber sido útil durante la evolución. Saber cuándo hablar y con quién pudo significar la diferencia entre ser aceptado o rechazado dentro de un grupo. Así, el cotilleo no solo servía para entretener, sino también para sobrevivir.
Además, los investigadores comparan esta red biológica con los algoritmos de redes sociales como Facebook o TikTok. Al igual que ellos, nuestro cerebro calcula quién tiene mayor capacidad para esparcir una idea sin que regrese a nosotros de forma negativa.
La mente humana como modelo computacional
Para entender mejor este proceso, los científicos desarrollaron un modelo computacional que simula cómo el cerebro predice el recorrido de un chisme dentro de una red social. El sistema mostró que las personas sintetizan información social compleja para tomar decisiones rápidas y efectivas.
Este tipo de modelos ayuda no solo a entender cómo chismeamos, sino también cómo tomamos decisiones sociales cotidianas. Revela que, lejos de ser una simple pérdida de tiempo, el cotilleo es un reflejo de nuestra capacidad cognitiva para navegar en entornos sociales complicados.
La inteligencia social que aplicamos al compartir un secreto es más sofisticada de lo que parece. No se trata solo de hablar por hablar, sino de usar habilidades mentales complejas para protegernos y generar vínculos.
Una actividad común con mucha ciencia detrás
El estudio no promueve el chisme malicioso, pero sí destaca que estas conversaciones tienen un papel importante en la vida social. Ayudan a reforzar normas, crear alianzas y hasta entretenernos, todo mientras nuestro cerebro calcula riesgos y beneficios sin que lo notemos.
Como lo resumió el profesor Feldman Hall: “El hecho de que nuestros cerebros inviertan tantas matemáticas mentales en mantener nuestros chismes fuera de las manos equivocadas es un testimonio del poder del cotilleo y de la sofisticación de la mente humana”.
Así que la próxima vez que compartas un secreto, recuerda que no solo estás contando algo: estás activando un mecanismo evolutivo que ha permitido a los humanos sobrevivir y conectarse desde hace miles de años.
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