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Neurocientíficos detectan la señal cerebral que distingue entre lo real y lo imaginado

El hallazgo se centra en la actividad del giro fusiforme y la ínsula anterior, regiones que se activan de forma diferente según si una imagen es percibida o imaginada.

CIUDAD DE MÉXICO.- Un equipo de neurocientíficos liderado por Nadine Dijkstra, del Imagine Reality Lab en University College London, logró identificar una señal cerebral que permite diferenciar entre una experiencia real y una imaginada. De acuerdo con un estudio reportado por Popular Science, esta señal se localiza en el giro fusiforme, una región cerebral que tradicionalmente se asocia con el reconocimiento de rostros y objetos, pero que ahora se revela clave para distinguir entre percepción e imaginación.

Un hallazgo sobre cómo el cerebro interpreta la realidad

Dijkstra plantea que la percepción no es pasiva, sino una construcción activa del cerebro. Al ver una calle transitada, por ejemplo, el cerebro no solo recibe información visual y auditiva, sino que también la compara con recuerdos y conocimientos previos para interpretar la escena. Este proceso ayuda a construir una realidad coherente, aunque no siempre objetiva.

El estudio abre nuevas posibilidades para comprender trastornos en los que se desdibujan los límites entre la imaginación y la realidad, como la esquizofrenia. Identificar las zonas cerebrales involucradas podría facilitar futuras intervenciones clínicas para tratar síntomas como las alucinaciones.

Cómo se diseñó el experimento y qué descubrieron

El equipo de Dijkstra diseñó una prueba moderna inspirada en experimentos del siglo pasado. En lugar de usar objetos cotidianos, optaron por proyectar líneas diagonales simples en una pantalla, mientras los participantes se encontraban dentro de una máquina de resonancia magnética funcional (fMRI). A veces las líneas eran reales y otras solo imaginadas, lo que permitió comparar ambos tipos de actividad cerebral con gran precisión.

Para aumentar el desafío, usaron un fondo ruidoso como la estática de un televisor. Esta técnica ayudó a controlar lo que los participantes visualizaban y a diferenciar claramente entre percepción real e imaginación. El giro fusiforme mostró mayor actividad cuando los sujetos veían líneas reales, y la ínsula anterior —otra región clave— también se activaba más intensamente ante estímulos auténticos.

El hallazgo más sorprendente fue la claridad de los resultados. Dijkstra comentó que esperaban patrones más confusos, pero la diferencia entre lo real y lo imaginado fue notable. Además, cuando los participantes confundían una imagen imaginada con una real, ambas regiones cerebrales se comportaban como si de verdad estuvieran viendo una imagen proyectada.

El umbral de realidad y las implicaciones futuras

Este fenómeno llevó al equipo a proponer la existencia de una “señal de realidad” cerebral. Según el estudio, cuando la actividad en el giro fusiforme y la ínsula alcanza cierto nivel —llamado “umbral de realidad”— el cerebro interpreta la experiencia como verdadera, incluso si es imaginada. Esta señal combinada podría explicar por qué a veces las personas creen ver cosas que en realidad no están presentes.

El hallazgo tiene implicaciones clínicas importantes. Si se confirma que esta señal está relacionada con alucinaciones, se podría intentar modular la actividad cerebral para tratar trastornos neurológicos o psiquiátricos. Además, el estudio ayuda a entender por qué a veces las personas dudan de lo que ven o, por el contrario, se aferran a una percepción falsa.

Dijkstra se inspiró en un experimento de 1910 de Mary Cheves West Perky, quien demostró que los sujetos podían confundir imágenes proyectadas con productos de su imaginación. Más de un siglo después, la neurociencia da sustento biológico a esa intuición: imaginación y percepción no solo se parecen, también trabajan juntas para construir la realidad.

Un cerebro que interpreta más de lo que ve

La investigadora también compartió una experiencia personal que ilustra esta dinámica. Al llegar a Londres, creyó ver un perro a lo lejos, pero al observar mejor se dio cuenta de que era un zorro. Su cerebro, acostumbrado a ver perros en las calles de los Países Bajos, completó la escena basándose en recuerdos previos. “Realmente vi un perro”, pensó, aunque la realidad era otra.

Este tipo de errores perceptivos son más comunes de lo que se cree y demuestran que el cerebro no es una cámara que graba el mundo, sino un sistema que interpreta constantemente lo que ve. Dijkstra incluso se pregunta si las personas con una imaginación más vívida podrían ser más propensas a tener alucinaciones.

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Aunque aún hay muchas preguntas abiertas, este estudio marca un avance significativo en la comprensión de la mente humana. Como dice Dijkstra: “Puedes tener una idea genial que parece explicar muchas cosas y luego descubrir que es equivocada. Y eso está bien, aun así avanzamos”. Su trabajo invita a repensar los límites entre lo que imaginamos y lo que llamamos realidad.

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