Las ratas también se ríen: el curioso hallazgo sobre las cosquillas en los roedores
Los investigadores identificaron una región cerebral responsable de esta reacción y descubrieron que el estímulo es más efectivo cuando los animales están en un estado emocional positivo.

CIUDAD DE MÉXICO.- Aunque los roedores suelen causar miedo o rechazo en muchas personas, un estudio publicado en la revista Science reveló un dato sorprendente: al igual que los humanos, las ratas pueden reírse cuando sienten cosquillas. Según la investigación, realizada por neurocientíficos en Alemania, estos animales emiten chillidos ultrasónicos —algo así como su versión de la risa— cuando se les estimula ciertas zonas del cuerpo.
Un descubrimiento inesperado
El estudio identificó un área del cerebro en las ratas que reacciona de forma similar al “centro de cosquillas” en los humanos. Al ser estimulada, esta zona provoca una reacción inmediata, como chillidos y movimientos corporales que recuerdan al juego. Incluso, se observó que si las ratas no experimentan cosquillas durante sus primeras etapas de vida, es muy poco probable que disfruten el estímulo cuando crecen, lo cual también ocurre en las personas.
Los investigadores se enfocaron en roedores jóvenes y más juguetones, que fueron expuestos a sesiones de cosquillas durante varias semanas. Como resultado, las ratas no solo se acostumbraron a la mano que las tocaba, sino que comenzaron a buscarla activamente, como si la reconocieran como un compañero de juegos.
La ciencia detrás de la risa animal
Una vez que las ratas se acostumbraron al estímulo, los científicos insertaron electrodos en su corteza somatosensorial, una región del cerebro que procesa sensaciones físicas. Lo que observaron fue llamativo: las células en esa zona se activaban intensamente durante las cosquillas, pero también después, cuando las ratas vocalizaban su risa. Esto sugiere que esta región no solo interpreta estímulos físicos, sino que también podría desencadenar emociones.
El equipo descubrió que el lugar donde se aplicaban las cosquillas influía en la reacción: el vientre era la zona más sensible, seguido de la espalda, mientras que la cola no producía casi ninguna respuesta. Este hallazgo ofrece pistas sobre cómo está organizada la conexión entre el cuerpo y las emociones en el cerebro. Además, al estimular eléctricamente esa zona cerebral, las ratas reaccionaban como si realmente sintieran cosquillas, lo que confirmó que esas células están directamente relacionadas con la experiencia.
Otro detalle llamativo fue que las ratas regresaban voluntariamente al sitio donde habían recibido las cosquillas, lo que sugiere que las disfrutaban. También mostraban comportamientos típicos de alegría en varios animales, como pequeños saltos con las patas juntas, una expresión que se ha visto en perros, zorros y niños pequeños.
La influencia del estado de ánimo y su valor para la ciencia
Sin embargo, los resultados del experimento variaron cuando las ratas fueron colocadas en situaciones estresantes. Al exponerlas a una luz intensa o colocarlas en una plataforma elevada, el efecto de las cosquillas se redujo notablemente y su cerebro mostró menor actividad en la zona vinculada a la risa. Esto sugiere que el estado emocional es clave para que ocurra esta respuesta.
El investigador Shimpei Ishiyama explicó que este tipo de estímulo depende mucho del contexto emocional. Incluso Charles Darwin, hace más de un siglo, observó que los niños no reaccionaban igual si las cosquillas venían de un desconocido. Todo indica que las emociones positivas como la risa están profundamente ligadas al entorno y al vínculo con quien produce el estímulo.
Finalmente, estudiar las cosquillas puede ayudar a entender más sobre el papel del juego, la risa y el bienestar emocional en mamíferos. Aunque gran parte de la neurociencia se ha enfocado en problemas como la ansiedad o la depresión, Ishiyama cree que también es importante explorar lo que nos hace sentir bien. Incluso, algunos síntomas de enfermedades como la esquizofrenia podrían relacionarse con cómo se perciben o procesan las cosquillas. Sin duda, este tipo de investigaciones abre nuevas preguntas sobre cómo funciona el cerebro, incluso en animales tan inesperados como las ratas.
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