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¿Cuáles son los nuevos términos para referirse a los vínculos sentimentales y por qué ahora son necesarios?

El lenguaje del amor está cambiando: términos como ghosting, love bombing o agamia reflejan nuevas formas de relacionarse, especialmente entre jóvenes.

Términos como ghosting, love bombing, breadcrumbling o negging se han vuelto cada vez más comunes, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Estas palabras no solo nombran situaciones específicas dentro del mundo amoroso, sino que reflejan cambios culturales profundos. Lo que antes era difícil de explicar ahora tiene nombre propio, en un contexto marcado por redes sociales, velocidad emocional y vínculos más abiertos y diversos.

Del ghosting al poliamor: los vínculos amorosos se reinventan

Este nuevo vocabulario responde a la necesidad de identificar y hablar sobre experiencias amorosas que, aunque no son del todo nuevas, se viven hoy con una intensidad distinta. La tecnología ha modificado la forma de vincularse y desapegarse, al tiempo que se pone en tela de juicio la estructura tradicional de pareja. Conceptos como poliamor, agamia o situationship ilustran el giro hacia relaciones más personalizadas y menos sujetas a normas rígidas.

De fondo, hay un cambio generacional. Muchos jóvenes cuestionan los modelos de pareja que vieron en sus padres y abuelos, donde el compromiso a largo plazo y los roles fijos eran la regla. Hoy, la prioridad parece estar en la autenticidad, la libertad individual y el consentimiento mutuo, en lugar de ajustarse a expectativas sociales heredadas.

Más solteros, más diversidad: cifras y tendencias

Las estadísticas acompañan esta transformación. Según el Boletín de Estadísticas de Género del Ministerio de Desarrollo Social en Argentina, el 52.1% de los varones y el 45.7% de las mujeres se identifican como solteros. Además, una encuesta reciente realizada por la app de citas Gleeden reveló que más del 50% de los argentinos ha explorado relaciones fuera de la monogamia, ya sea a través de la infidelidad o de vínculos abiertos.

Lo interesante es que este fenómeno no se limita a los más jóvenes. Personas mayores de 50 años también están participando activamente en nuevas formas de relacionarse. Para algunos expertos, esto indica que no se trata solo de modas pasajeras, sino de una evolución en la manera de entender el amor y la intimidad.

Ya desde principios de los 2000, el sociólogo Zygmunt Bauman anticipaba esta tendencia con su concepto de amor líquido, que describe relaciones cada vez más frágiles, inestables y centradas en la satisfacción inmediata. Bauman alertaba sobre cómo, en una cultura de consumo, incluso el amor se convierte en algo descartable.

Entre la confusión y la libertad: lo que revelan las etiquetas

Aunque estos términos permiten identificar experiencias comunes, también pueden generar confusión o alimentar ciertas frustraciones. Por ejemplo, prácticas como el ghosting —desaparecer sin explicación de la vida de alguien— o el orbiting —mantener presencia digital sin interacción directa— pueden dejar secuelas emocionales, especialmente cuando no hay acuerdos previos sobre el tipo de relación.

La psicóloga Victoria Almiroty sostiene que existe una necesidad de inmediatez fomentada por la tecnología, donde se espera que los vínculos se construyan tan rápido como se generan los matches en una app. Por su parte, la sexóloga Sandra López destaca que muchas de estas conductas —como el love bombing o el fast bonding— reflejan carencias actuales de responsabilidad afectiva.

En este nuevo panorama, aparecen también formas alternativas de relación como la triaja, el DADT (Don’t Ask, Don’t Tell) o la zonificación afectiva, que buscan dar nombre a vínculos fuera del molde clásico. Cada una plantea desafíos distintos, pero también la posibilidad de relaciones más conscientes y ajustadas a las necesidades personales.

¿Términos de moda o cambio de paradigma?

Para algunas especialistas, como la psicoterapeuta Kate Moyle, el reto no está en adoptar una estructura específica, sino en llegar a acuerdos claros dentro de cada vínculo. Moyle insiste en que no todas las parejas tienen que funcionar igual, y que la clave está en entender que cada persona tiene tiempos, deseos y límites distintos.

En esta línea, López afirma que la variedad de términos responde a una mayor permisividad social, donde el amor ya no tiene una sola forma aceptada. De hecho, sugiere que muchas de estas dinámicas existieron siempre, pero ahora son visibles y socialmente validadas. Lo importante, dice, es que ninguna de las partes se quede cediendo o sufriendo en silencio.

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Así, la proliferación de estas etiquetas no necesariamente marca una crisis del amor, sino una metamorfosis. En palabras de Bauman, vivimos en una modernidad líquida que transforma todo a su paso, incluidos los vínculos. El lenguaje, lejos de ser solo una moda, parece ser la herramienta que ayuda a las personas a ponerle nombre a lo que sienten, a lo que quieren y, sobre todo, a lo que no están dispuestas a aceptar.

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