Esta pintura renacentista contiene una calavera que está oculta a simple vista y solo puede apreciarse desde cierto ángulo
Los embajadores, pintura de Hans Holbein el Joven de 1533, retrata a dos diplomáticos franceses rodeados de objetos simbólicos que representan el saber y las tensiones religiosas de su tiempo.
CIUDAD DE MÉXICO.- En 1533, durante su segunda estancia en Inglaterra, el pintor Hans Holbein el Joven creó una de sus obras más reconocidas: Los embajadores, que en realidad lleva por título Jean de Dinteville y Georges de Selve. Se trata de un doble retrato a tamaño natural del embajador francés Jean de Dinteville, de 29 años, y Georges de Selve, obispo de Lavaur y diplomático, de 25 años. Ambos aparecen de pie, apoyados en un mueble lleno de objetos que simbolizan erudición, poder y ciencia.
Contexto y retratados
El fondo del cuadro destaca por su tela verde y el suelo con mosaicos geométricos inspirados en el pavimento Cosmatesque de la Abadía de Westminster. Entre los elementos destacan un globo terráqueo, un instrumento celeste, libros y un laúd con una cuerda rota, símbolos del triunfo del conocimiento, pero también de la discordia y las tensiones religiosas de la época. Además, se incluye un himnario luterano y un crucifijo medio oculto tras una cortina, haciendo alusión al conflicto espiritual entre católicos y protestantes.
Los dos personajes se muestran opuestos en su apariencia: Dinteville, revestido con pieles y ostentando su orden de caballería, contrasta con la sobriedad clerical de Selve, ataviado con túnica oscura. Los detalles refinados —como la medalla de San Miguel, la inscripción “AET SVÆ 29” en la daga y “AETAT IS SVÆ 25” en el libro— permiten identificar con precisión tanto su rango como su edad. Según historiadores, la obra habría sido comisionada por Dinteville para celebrar su amistad y propósito diplomático con Selve.
Simbolismo y mensaje moral
Lo más inolvidable del cuadro es la calavera distorsionada en primer plano, visible solo desde un ángulo lateral o usando un espejo curvo o la parte trasera de una cuchara. Esta imagen anamórfica —un ejemplo clásico de vanitas— recuerda al espectador la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. Dicha técnica sorprende tanto por su precisión técnica como por su profundo mensaje existencial.
El término “vanitas” se refiere a un género artístico típico del Renacimiento y el Barroco, orientado a recordar las limitaciones humanas con símbolos como calaveras o instrumentos rotos. En este caso, el laúd desintonado refuerza la idea de caos y división, mientras que la calavera y el crucifijo sugieren que, pese a saber y tener poder, nadie escapa a la muerte y al juicio espiritual.
También podría interesarte: La pintura de Klimt que une el embarazo con la muerte
Este doble mensaje de celebración del conocimiento y admonición moral está reforzado por la simbología del quadrivium —aritmética, geometría, música y astronomía— representado en los objetos sobre el mueble. Holbein combina magistralmente la habilidad técnica con una narrativa visual profunda, reflejando la tensión en su tiempo: un mundo que se abre al saber, pero también se debate en luchas religiosas y políticas.