¿Qué nos revela la evolución de los canguros y las palomas sobre la distribución de los animales en el mundo?
Aunque parecen muy distintos, canguros y palomas comparten historias evolutivas que explican su éxito en distintos entornos.

CIUDAD DE MÉXICO.- A simple vista, pocas especies parecen tan opuestas como el canguro y la paloma. Uno es símbolo de los paisajes desérticos australianos, mientras la otra es una presencia casi inseparable de las plazas urbanas en todo el mundo. Sin embargo, ambos animales comparten una historia evolutiva única que les ha permitido adaptarse con éxito a sus respectivos entornos.
Canguros y palomas: dos historias distintas con un origen evolutivo común
Los canguros forman parte de una familia de mamíferos conocidos como marsupiales, que encontraron en Australia un refugio ideal para evolucionar sin demasiada competencia. Por su parte, las palomas lograron expandirse por el planeta gracias a su cercanía con los humanos, aprovechando los entornos urbanos que hemos construido.
Ambas especies muestran cómo la evolución no sigue un solo camino. Mientras que los factores naturales, como el aislamiento geográfico, influyeron en el desarrollo de los canguros, en el caso de las palomas, fue la domesticación humana lo que marcó la diferencia. Así, el éxito de una especie no depende únicamente de su biología, sino también del contexto en el que vive.
Los marsupiales: viajeros del pasado que se establecieron en Australia
Aunque se les asocia con Australia, los marsupiales no nacieron allí. Según el biólogo Robin Beck, sus orígenes se remontan a América del Norte hace más de 70 millones de años. Posteriormente, migraron hacia América del Sur y, aprovechando que Sudamérica, la Antártida y Australia estaban conectadas, cruzaron hasta el continente australiano cuando la Antártida aún era un bosque templado.
Con el paso del tiempo y el aislamiento geográfico, estos mamíferos evolucionaron de forma distinta a los placentarios, como los humanos. Una de sus principales características es que sus crías nacen en un estado muy prematuro y continúan desarrollándose en la bolsa marsupial, o marsupio, donde se alimentan y crecen protegidas.
Los fósiles más antiguos de marsupiales australianos datan de hace 55 millones de años, hallados en la región de Queensland. Esto indica que para hace 25 millones de años ya se habían diversificado ampliamente en ese territorio, desarrollando especies como los koalas, wombats y peramélidos. A pesar de su fuerte arraigo en Australia, su historia comenzó muy lejos de ahí.
Las palomas: de alimento en Mesopotamia a habitantes de ciudades globales
En contraste con los canguros, las palomas no deben su expansión al aislamiento, sino a su cercanía con los humanos. Las palomas urbanas que conocemos hoy descienden de la paloma bravía, un ave silvestre que solía vivir en acantilados rocosos de Asia y el Mediterráneo. Hace unos 10 mil años, en Mesopotamia y Egipto, comenzaron a domesticarse, principalmente como fuente de alimento.
Con el tiempo, estas aves fueron valoradas también por su capacidad para orientarse. Esto las convirtió en aliadas valiosas en el Mediterráneo, donde marineros las usaban como mensajeras en caso de naufragios. Su papel como transportadoras de información se consolidó en las ciudades, y pronto pasaron de ser comida a pasatiempo para criadores.
Durante los siglos siguientes, las palomas fueron llevadas a diferentes partes del mundo, incluidas América del Norte y Europa. Escapando de la cautividad o simplemente adaptándose al entorno urbano, prosperaron en nuestras ciudades. Hoy en día, se estima que hay más de 400 millones de palomas en el mundo, muchas de ellas viviendo entre concreto, ruido y humanos.
Adaptación, geografía y el papel del ser humano
Tanto las palomas como los canguros muestran que la evolución es un proceso complejo influido por muchos factores. En el caso de los marsupiales, la separación continental y la falta de competencia permitieron que se desarrollaran en un entorno relativamente estable. En cambio, las palomas se beneficiaron del entorno cambiante que los humanos les ofrecieron y del vínculo directo que se formó con nuestra especie.
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Michael Habib, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, señala que fuimos nosotros quienes construimos el hábitat urbano en el que las palomas se sienten cómodas. A diferencia de muchas otras aves, estas aprendieron a convivir con los humanos, alimentarse de nuestros desperdicios y anidar en nuestros edificios.
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