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La epidemia silenciosa de la soledad: un riesgo creciente para la salud global

A pesar de vivir en una era hiperconectada, muchas personas experimentan aislamiento emocional, especialmente adolescentes, jóvenes y adultos mayores.

CIUDAD DE MÉXICO.- A lo largo de la historia, la humanidad ha prosperado gracias a la cooperación y la vida en comunidad. Desde la infancia hasta la vejez, las relaciones sociales moldean nuestro desarrollo cerebral y bienestar emocional. Sin embargo, el mundo actual enfrenta una preocupante “epidemia de soledad”, como la define la Organización Mundial de la Salud (OMS), que afecta a millones de personas y compromete su salud física y mental.

Conectados, pero más solos que nunca

El informe De la soledad a la conexión social, publicado por la Comisión sobre Conexión Social de la OMS, advierte que el aislamiento social y la falta de vínculos auténticos tienen consecuencias tan graves como las de enfermedades crónicas. La organización incluso equipara la salud social con la salud física y mental, señalando que ninguna de estas puede sostenerse por sí sola.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, alertó sobre un mundo donde, a pesar de la hiperconectividad digital, las personas se sienten cada vez más solas. Esta paradoja se refleja en cifras alarmantes: entre 2014 y 2019, más de 871 mil muertes en el mundo estuvieron relacionadas con la soledad.

Soledad disfrazada de conexión

El psiquiatra José Eduardo Abadi explicó que muchas personas hoy viven en un estado de conexión superficial, sin un vínculo emocional real con los demás. “No se trata solo de estar conectados, sino de poder empatizar, de registrar la presencia del otro y sentirse parte de un encuentro”, detalló. Para él, la rapidez y el vértigo con los que se viven las relaciones también contribuyen a su fragilidad.

La pandemia de COVID-19 y el auge del trabajo remoto potenciaron este fenómeno. El confinamiento y la dependencia de pantallas digitales afectaron especialmente a los adolescentes y adultos jóvenes, grupo donde se detectan los niveles más altos de soledad. Según la OMS, entre el 17 % y el 21 % de la población mundial se siente sola, una tendencia más marcada en países de bajos ingresos.

La psiquiatra Graciela Moreschi sostiene que la multiconectividad también distrae a las personas de sus vínculos reales. “El uso excesivo de redes sociales y el trabajo remoto redujeron el contacto físico, las miradas y la presencia real”, señaló. Este distanciamiento lleva a una fragmentación social que puede derivar en adicciones y una sensación profunda de vacío.

Soledad no siempre es estar solo

La OMS diferencia dos conceptos clave: la soledad, que es un sentimiento doloroso de desconexión emocional, y el aislamiento social, que se relaciona con la falta de relaciones o contacto frecuente con otras personas. Ambos fenómenos pueden coexistir o presentarse de forma independiente, pero sus efectos negativos en la salud son similares.

En los adultos mayores, por ejemplo, la falta de vínculos puede acelerar el deterioro cognitivo, aumentar el riesgo de demencia y reducir la calidad de vida. Al mismo tiempo, las personas que se sienten solas tienen el doble de probabilidad de desarrollar depresión, ansiedad y otros trastornos mentales.

Para Moreschi, la soledad es más que la falta de compañía física. “Hay personas que viven en familia y se sienten igual de solas. No conectan, no se miran, no se hablan. Es una soledad aún más dura porque rompe el sentido de pertenencia”, explicó. La raíz del problema, según la experta, está en la desconexión emocional y el miedo a exponerse.

Reconocer el vacío para actuar

Superar la soledad requiere, en primer lugar, reconocerla. “No se puede cambiar lo que no se acepta”, advierte Abadi. Para él, el primer paso es salir del automatismo, romper la rutina del encierro y exponerse a nuevos vínculos, aunque eso implique incomodidad o miedo.

Moreschi coincide en que buscar contacto social de manera activa es fundamental. Las actividades al aire libre, los talleres grupales y los pasatiempos compartidos ofrecen oportunidades reales de conexión. “Salir de casa, bailar, hacer ejercicio o participar en un taller no solo distrae, sino que permite encontrar a otros con intereses similares”, señaló.

Estas experiencias también ayudan a recuperar la sensación de pertenencia. “En mis talleres veo cómo la gente construye redes sólidas con otras personas, incluso de diferentes edades. El deseo de hablar, de abrirse al otro, sigue ahí. Solo necesita un espacio para surgir”, agregó Moreschi.

El poder del vínculo humano

Las relaciones significativas fortalecen la salud mental y ayudan a combatir el aislamiento. Según Abadi, el amor, entendido como vínculo nutritivo, permite enfrentar la adversidad con mayor fortaleza y disfrutar más plenamente de la vida. Es en ese encuentro con el otro donde se construye la identidad y se refuerza el sentido de existencia.

Buscar vínculos genuinos implica tiempo, paciencia y esfuerzo. Para el experto, el diálogo profundo, la escucha y la empatía son claves para formar relaciones duraderas. No se trata de una solución rápida, sino de un proceso que requiere compromiso personal.

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Finalmente, los especialistas coinciden en que pedir ayuda profesional puede ser necesario, especialmente en casos de soledad persistente, baja autoestima o pensamientos negativos. Terapias como la cognitivo-conductual, la atención plena o los espacios educativos sobre gestión emocional han demostrado ser efectivas para reducir la soledad y mejorar el bienestar mental, concluye la OMS.

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