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¿Qué pasaría si la Luna desapareciera?

Si la Luna desapareciera, la Tierra enfrentaría una serie de cambios drásticos.

¿Qué pasaría si la Luna desapareciera?

CIUDAD DE MÉXICO.- Si la Luna desapareciera repentinamente, las mareas sufrirían un golpe duro: pasarían a ser solo alrededor de un tercio de su tamaño actual, ya que solo el Sol seguiría ejerciendo influencia sobre los océanos. Esto implicaría costas casi sin subidas y bajadas regulares del mar, con consecuencias negativas para las especies que dependen de esos ciclos para alimentarse o reproducirse. Moluscos, cangrejos y aves costeras enfrentarían grave desabasto, lo que incluso podría afectar a comunidades humanas que dependen de la pesca.

Impactos inmediatos y cambios naturales

Además, la Tierra dejaría de frenar su rotación gracias a la Luna, por lo que los días podrían acortarse drásticamente, hasta durar apenas entre seis y doce horas . Con esa velocidad, el planeta enfrentaría tormentas casi permanentes, intensas corrientes atmosféricas y vientos huracanados, afectando tanto a la estabilidad de ecosistemas como a infraestructuras urbanas. Esta aceleración también modificaría la circulación del aire y del agua, volviendo a la atmósfera más caótica y extrema en sus fenómenos climáticos .

Otro impacto inmediato sería el reequilibrio del agua oceánica, que podría desatar tsunamis globales solo horas después de la desaparición lunar. El agua, antes “retenida” por el efecto gravitacional de la Luna, se redistribuiría con fuerza, golpeando con ferocidad las costas de todo el mundo. Este evento, además de mortal, marcaría el inicio de una cadena de efectos que, aunque sucedan a diferentes plazos, terminarían transformando la manera en que funciona el planeta.

Efectos a mediano y largo plazo

A mediano plazo, el eje de rotación de la Tierra perdería su estabilizador gravitacional y comenzaría a oscilar de forma errática, en un fenómeno llamado “bamboleo axial”. Este podría variar la inclinación del planeta entre 0° y hasta 45° o más, transformando estaciones en eventos extremos: inviernos helados o veranos abrasadores sin un patrón claro. La agricultura se vería afectada, con temporadas de siembra y cosecha imposibles de planear, elevando el riesgo de crisis alimentarias globales .

Por otro lado, los cambios en las corrientes marinas y en la distribución de calor del planeta serían drásticos. Las corrientes oceánicas —esenciales para suavizar el clima global— se debilitarían, provocando descensos de temperatura en unas zonas y olas de calor en otras. Esto no solo intensificaría la variabilidad climática, sino que podría hundir industrias enteras, desde la pesca hasta el turismo costero, y agravar desastres naturales como sequías e inundaciones.

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Finalmente, las noches serían muchísimo más oscuras: el brillo lunar desaparecería y con él se perderían ritmos biológicos naturales de muchas especies nocturnas, como aves, tortugas y ciertos insectos que dependen de esa luz para orientarse y reproducirse. Además, la sombra cultural sería igual de profunda: calendarios, tradiciones y observación del cielo nocturno cambiarían radicalmente. En pocas palabras, la Luna dejaría de ser un símbolo para convertirse en uno de los pilares ecológicos extrañados.

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