¿Qué pasa si nunca bostezas? Lo que dice la ciencia
El bostezo cumple funciones importantes más allá del cansancio.

CIUDAD DE MÉXICO.- El bostezo no es simplemente un gesto de cansancio, es un mecanismo sorprendentemente complejo. Un estudio en Neuroscience & Biobehavioral Reviews concluyó que al bostezar se inhala aire fresco que enfría la sangre en la boca, lo que ayuda a reducir la temperatura cerebral y a mantener un rendimiento cognitivo óptimo. Asimismo, especialistas señalan que este acto activa el flujo sanguíneo en la cabeza y el cuello, estimulando la concentración y la alerta en tareas exigentes.
Funciones físicas del bostezo
Además de enfriar el cerebro, bostezar permite inhalar una bocanada profunda de aire, lo que favorece la oxigenación cerebral y ayuda a eliminar dióxido de carbono acumulado. Esa “recarga” de oxígeno representa un respiro para el cerebro, especialmente durante momentos de fatiga o estrés. Por otro lado, la tensión muscular durante el bostezo estimula la circulación y podría servir para “reiniciar” la actividad cerebral y mejorar la atención.
En caso de no bostezar nunca, la persona podría experimentar una menor regulación térmica en el cerebro y bajos niveles de alerta. Esto se traduciría en mayor fatiga, menos concentración y un posible sobrecalentamiento cerebral, con impactos negativos sobre funciones mentales como la memoria y la toma de decisiones.
Dimensión social y neurológica
El bostezo contagioso es un fenómeno fascinante que revela conexiones entre la neurobiología y la interacción social. Las neuronas espejo y la empatía juegan un papel central: ver o escuchar un bostezo activa la corteza motora y áreas relacionadas con la empatía, provocando que también se bostece. Además, estudios con estimulación magnética (TMS) muestran que la susceptibilidad al bostezo está vinculada a la excitabilidad motora de la corteza, más que a la empatía, y que la capacidad inhibidora desempeña un papel en modular la respuesta.
La familiaridad con la persona que bosteza también tiene impacto: se tiende a bostezar más cuando lo hace alguien cercano, lo que sugiere que este “contagio” se ve reforzado por la atención emocional y los vínculos afectivos. De hecho, la teoría de la sincronización social sugiere que, en grupos, los bostezos colectivos pueden haber evolucionado para mantener al grupo vigilante y sincronizado, mejorando la seguridad y la cohesión.
Si una persona no bostezara nunca, también perdería ese mecanismo de conexión sin palabras con los demás. El bostezo es una señal no verbal que refuerza la empatía, ayuda a regular el grupo y puede aliviar tensiones sociales, por lo que su ausencia podría representar una pérdida de esa pequeña herramienta de comunicación emocional.
La necesidad de bostezar
En resumen, el bostezo es un reflejo esencial tanto para el bienestar físico como para el equilibrio social. Desde regular la temperatura y la oxigenación del cerebro hasta reforzar las conexiones emocionales, su función va mucho más allá de un simple bostezo de aburrimiento. No se trata de algo trivial: si se inhibiera por completo, las consecuencias podrían incluir menor capacidad de atención, incremento del estrés y dificultad para sincronizar niveles de alerta con los demás.
Este gesto ancestral —presente incluso en otras especies— sigue siendo vital. Bostezar nos ayuda a “resetear” el cerebro, a mantenernos alerta y conectados. Por eso, la próxima vez que bosteces, recuérdalo como un híbrido de fisiología, neurología y comunidad, todo en un simple bostezo.
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