¿Tiene que ver una mala economía con una sociedad más conservadora?
Ante la incertidumbre económica y social, resurgen discursos conservadores que prometen orden y estabilidad a través de un pasado idealizado.

CIUDAD DE MÉXICO.- En momentos de crisis e incertidumbre, mirar al pasado puede parecer reconfortante. Pero no se trata del pasado real, sino de uno imaginado: una época supuestamente más estable, donde la vida era simple, las familias funcionaban “como debían” y los países eran “grandes”. Esa imagen, cargada de mitos y recuerdos selectivos, suele activarse como refugio cuando el presente resulta abrumador y el futuro se percibe oscuro.
Un pasado idealizado ante un futuro incierto
Hoy en día, ese sentimiento gana fuerza. Aunque muchos se resistan a nombrarlo, el clima global ya huele a recesión. La inflación no cede, el empleo se vuelve más precario y necesidades básicas como la vivienda, la alimentación o la crianza de hijos se han vuelto inaccesibles para millones. En ese escenario, no sorprende que ciertos discursos conservadores resurjan, incluso entre generaciones jóvenes que crecieron en entornos más progresistas.
Este fenómeno no es nuevo. A lo largo de la historia, las crisis económicas suelen ir acompañadas por una nostalgia por “lo conocido”. Así ocurrió en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, cuando un líder carismático prometió orden y prosperidad mediante el nacionalismo. Hoy, figuras como Donald Trump o Javier Milei apelan a estrategias similares: ofrecer respuestas rápidas, evocando valores tradicionales y un supuesto orden perdido.
Respuestas simples en tiempos difíciles
Los nuevos líderes conservadores no se presentan como retrógradas, sino como prácticos. Dicen hablar el lenguaje del ciudadano común, aseguran comprender el hartazgo general y prometen soluciones que, aunque suenen simples, se disfrazan de sentido común. Lo que proponen, sin embargo, no siempre representa justicia ni avance, sino control, rigidez y una visión estrecha de la sociedad.
Lo preocupante es que sus propuestas no siempre se perciben como un retroceso. Aparecen envueltas en discursos modernos, memes, palabras de moda y críticas a lo “woke” o “progre”. Con este disfraz, conceptos como la familia tradicional, los roles de género fijos o el nacionalismo extremo regresan con fuerza, pero presentados como si fueran ideas nuevas y disruptivas.
Parte del atractivo de estos discursos viene del vacío que deja la precariedad económica. No se trata sólo de bolsillos vacíos, sino de la falta de certezas y dirección. En ese contexto, el conservadurismo ofrece un mapa simple: jerarquías claras, enemigos concretos y promesas de orden. La idea de que “todo se arreglará si volvemos a lo de antes” resulta tentadora cuando lo que se vive es confusión y desgaste.
Ni nostalgia ni promesas vacías: comprender la complejidad
Aceptar esas promesas puede ser un acto emocional más que racional. El miedo y la fatiga no siempre abren paso al pensamiento crítico. A veces, hacen que cualquier propuesta que prometa estabilidad parezca suficiente, aunque eso implique renunciar a derechos o diversidad. Por eso, cada vez más personas abrazan sin cuestionar estos discursos que prometen pertenencia y propósito en medio del caos.
Sin embargo, también es cierto que muchos discursos progresistas institucionales han fallado. Aunque ofrecen inclusión, equidad y justicia social, en la práctica no han logrado resolver problemas estructurales. Las políticas públicas son, a menudo, lentas y poco efectivas, y el lenguaje inclusivo, por sí solo, no mejora la vida cotidiana. En ese vacío de respuestas tangibles, el conservadurismo gana terreno.
Al final, lo que está en juego es algo más profundo que una lucha de ideologías: es el modo en que las sociedades enfrentan el presente. Aceptar soluciones fáciles —aunque parezcan sensatas— puede tener un costo alto. Y creer en una versión idealizada del pasado es olvidar que ese pasado excluía a muchas personas. La alternativa está en reconocer la complejidad del momento actual, enfrentarla con valentía y evitar que el miedo defina nuestro rumbo.
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