Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Lo Curioso / Salud

Conciencia atrapada en el cuerpo: la dura realidad de la Esclerosis Lateral Amiotrófica

La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una enfermedad neurodegenerativa que afecta las neuronas motoras, dejando la conciencia intacta mientras el cuerpo pierde funciones como hablar, moverse o respirar.

Conciencia atrapada en el cuerpo: la dura realidad de la Esclerosis Lateral Amiotrófica

CIUDAD DE MÉXICO.- Cada 21 de junio se conmemora el Día Mundial contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una de las enfermedades neurológicas más severas. Esta patología, también conocida como enfermedad de Lou Gehrig, ha sido visibilizada a través de figuras como el científico Stephen Hawking o el modisto francés Jean-Dominique Bauby, quien relató su experiencia en el libro La escafandra y la mariposa. La ELA deja intacta la conciencia del paciente, mientras el cuerpo pierde, progresivamente, la capacidad de moverse, hablar o respirar.

Una enfermedad que encierra la mente en un cuerpo inmóvil

En otras palabras, la mente permanece lúcida mientras el cuerpo deja de responder. Esta característica, que en apariencia podría parecer una ventaja, en realidad provoca un profundo sufrimiento emocional, al ser testigo consciente del deterioro físico. Casos recientes como los del ex senador Esteban Bullrich y el periodista Rodrigo Barrionuevo en Argentina han ayudado a poner sobre la mesa la complejidad de esta condición.

La ELA afecta las neuronas motoras, tanto las del cerebro como las de la médula espinal, y provoca una atrofia muscular progresiva. Entre los síntomas comunes están la debilidad muscular, dificultades para hablar (disartria), tragar (disfagia) y respirar. A pesar de la pérdida de estas funciones, el pensamiento, la memoria y la conciencia suelen mantenerse intactos, lo que vuelve el padecimiento especialmente angustiante para quienes lo viven.

Impacto emocional y complicaciones asociadas

La carga emocional que conlleva esta enfermedad es considerable. Se estima que hasta el 50% de los pacientes con ELA puede desarrollar síntomas como depresión, ansiedad o ataques de pánico. Además, entre un 10% y un 15% desarrolla demencia frontotemporal, una condición que afecta el comportamiento y la capacidad de tomar decisiones. Sin embargo, incluso sin llegar a este punto, la mayoría de los pacientes experimenta una fuerte angustia al tener plena conciencia de su situación.

La esperanza de vida después del diagnóstico es de tres a cinco años, aunque alrededor del 10% puede sobrevivir más de una década. El deterioro varía en cada caso, y aunque existen medicamentos como el riluzol o el edaravone, su efectividad es limitada. Por ello, los tratamientos actuales se enfocan principalmente en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida.

La falta de una cura o terapia realmente eficaz genera una constante espera por avances científicos que, muchas veces, no se traducen en resultados tangibles. Esta situación incrementa el sufrimiento, tanto del paciente como de sus familias, quienes deben lidiar con expectativas que rara vez se cumplen.

Costos, brechas en el sistema y desafíos sociales

Vivir con ELA también implica afrontar enormes desafíos económicos y logísticos. La enfermedad requiere cuidados permanentes, adaptaciones en el hogar y dispositivos como sillas de ruedas motorizadas o respiradores, que muchas veces tienen un costo inaccesible. A esto se suma la desigualdad en el acceso a atención especializada, que varía según la región y el sistema de salud al que se tenga acceso.

En sistemas tripartitos como el de Argentina (público, obras sociales y prepagas), estas diferencias se hacen más evidentes. Muchas veces, ni siquiera se cuenta con especialistas en ELA en el sector público, mientras que los seguros privados pueden ofrecer solo atención básica. En este panorama, los pacientes y sus familias terminan por asumir costos y gestiones que superan sus capacidades.

La ELA también cuestiona el modelo biomédico tradicional, centrado en curar enfermedades y devolver al paciente a su vida productiva. En este caso, el objetivo no puede ser la cura, sino el acompañamiento en una situación crónica y sin solución definitiva. Esto obliga a repensar los valores sociales relacionados con la discapacidad, la dependencia y el lugar de quienes ya no pueden valerse por sí mismos.

Más allá del cuerpo: una mirada profunda a la condición humana

La enfermedad también deja al descubierto otras realidades: muchas veces son las mujeres de la familia (madres, hermanas, parejas) quienes deben dejar sus trabajos y vida personal para convertirse en cuidadoras. Esta situación genera un impacto psicológico y económico también en los entornos cercanos al paciente, revelando el costo oculto del cuidado informal.

Lo verdaderamente desgarrador, sin embargo, no es solo la enfermedad en sí, sino lo que revela sobre las prioridades de una sociedad. ¿Qué lugar ocupan las personas que ya no pueden producir, ni siquiera hablar o moverse? En un mundo que valora la eficiencia y la independencia, la ELA plantea una incómoda reflexión sobre la dignidad, la empatía y el sentido de la vida.

También podría interesarte: Eric Dane revela que solo tiene un brazo funcional tras ser diagnosticado con ELA

Por último, esta patología cuestiona el paradigma de una medicina orientada únicamente a “curar” o “dar de alta”. La ELA no se cura, no se rehabilita en términos convencionales, y eso la deja fuera del radar del sistema de salud en muchos casos. Pero al hacerlo, también nos obliga como sociedad a reconsiderar el valor que le damos al acompañamiento, al cuidado y, en definitiva, a la vida misma en todas sus formas.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados