¿Por qué hacemos ruidos al movernos después de los 40? Esto dice un experto
Muchas personas alrededor de los 50 años comienzan a emitir ruidos al moverse, como gruñidos o crujidos.

CIUDAD DE MÉXICO.- Muchas personas comienzan a notar algo curioso al acercarse a los 50 años: cada vez que se levantan del sillón, se agachan a ponerse los zapatos o simplemente se incorporan de la cama, emiten gruñidos, quejidos o suspiros involuntarios. Esto no significa que el cuerpo se esté descomponiendo, sino que está adaptándose de forma audible al paso del tiempo. Aunque puede resultar molesto o incluso vergonzoso, es un fenómeno común entre millones de personas en esta etapa de la vida.
¿Por qué hacemos ruidos al movernos después de los 40?
Según el médico australiano Zac Turner, estos llamados “ruidos de persona mayor” tienen una explicación fisiológica. Se deben, en gran parte, a lo que se conoce como “tensión diafragmática”: una forma en la que el cuerpo estabiliza el núcleo cuando anticipa un esfuerzo físico. Cuando los músculos posturales como el diafragma, el suelo pélvico o los abdominales profundos se debilitan con la edad, el cuerpo compensa liberando esos ruidos al moverse.
Además de los gruñidos, también se presentan chasquidos y crujidos en las articulaciones. Estas señales mecánicas pueden ser efecto de burbujas de gas que colapsan dentro de las articulaciones (cavitación) o del desgaste del cartílago, algo natural con el envejecimiento. Aunque puedan parecer alarmantes, en la mayoría de los casos no indican ningún daño grave.
El cuerpo habla… y a veces hace ruido
Otra razón por la cual estas vocalizaciones aparecen es el aprendizaje del cuerpo. Cuando alguien repite una acción con sonido una y otra vez, el cerebro puede adoptarla como hábito, incluso si físicamente ya no es necesaria. Es un comportamiento similar al de los tenistas que gritan al golpear la pelota: ayuda a liberar energía, aunque no siempre tenga una función práctica.
Los crujidos, por su parte, también están relacionados con la disminución de la elasticidad en tendones y ligamentos. Conforme el cuerpo envejece, estas estructuras pierden flexibilidad, como un traje de baño que ya no estira igual que antes. Por eso, movimientos cotidianos pueden generar sonidos antes inexistentes, pero que no deberían generar preocupación, siempre y cuando no estén acompañados de dolor persistente o inflamación.
La clave está en escuchar al cuerpo. Esos ruidos no son señales de que algo está mal, sino una especie de advertencia amistosa: “Necesitas moverte más y fortalecer ciertos músculos”. Es decir, el cuerpo no se está desmoronando, simplemente está pidiendo atención y cuidado.
Cómo reducir los ruidos y recuperar la energía
La buena noticia es que estos sonidos no tienen por qué ser parte permanente de la vida. Con algunos cambios en la rutina diaria es posible mejorar la movilidad, fortalecer los músculos y, en consecuencia, reducir los ruidos corporales. Lo primero es moverse todos los días: caminar, hacer sentadillas suaves, estirarse o realizar ejercicios que mantengan las articulaciones lubricadas.
Otra recomendación importante es entrenar el diafragma. Actividades como cantar, nadar o hacer planchas ayudan a fortalecer este músculo clave para la postura y la respiración. Mejorar su funcionamiento puede evitar que el cuerpo sienta la necesidad de “reforzarse con sonidos” al moverse.
Finalmente, incorporar ejercicios de fuerza y movilidad varias veces a la semana es fundamental. Usar bandas elásticas, levantar peso moderado y estirar con regularidad ayuda a conservar la masa muscular y la flexibilidad. Esto no solo disminuye los ruidos, sino que también aumenta la energía, mejora el ánimo y retrasa los efectos del envejecimiento.
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