El efecto placebo es una respuesta biológica real y necesaria, según la ciencia
Usando ratas con dolor neuropático, identificaron que la corteza prefrontal medial (mPFC) y unas neuronas específicas llamadas MOR+ son claves en este proceso.

CIUDAD DE MÉXICO.- Sentir alivio real del dolor sin tomar medicamentos puede sonar a magia, pero es un fenómeno bien conocido: el efecto placebo. Durante años, los científicos han observado cómo algunas personas mejoran al creer que están recibiendo un tratamiento, incluso si este no contiene ingredientes activos. Ahora, un grupo de investigadores del centro RIKEN en Japón logró identificar con precisión qué ocurre dentro del cerebro cuando esto sucede.
El misterio del placebo deja de serlo
El estudio, publicado en Science Advances, se centró en modelos animales con dolor neuropático. Los investigadores descubrieron que la expectativa de alivio activa una región clave del cerebro, la corteza prefrontal medial (mPFC), lo que desencadena una cadena de señales que finalmente inhibe la percepción del dolor. Esta respuesta no es psicológica ni imaginaria, sino una reacción biológica programada por el aprendizaje.
Gracias a herramientas genéticas y optogenéticas aplicadas en ratas, el equipo logró inducir un efecto placebo condicionando a los animales con un analgésico real y luego sustituyéndolo por una sustancia inerte. Las ratas reaccionaron como si siguieran recibiendo el medicamento, lo que demostró que su cerebro había aprendido a activar el sistema de alivio por sí mismo.
La corteza prefrontal como botón del analgésico interno
La mPFC, además de participar en funciones como la toma de decisiones o la gestión emocional, también parece ser una especie de “botón de control” para el dolor. En este estudio, los científicos identificaron neuronas MOR+, que tienen receptores para opioides naturales del cuerpo. Estas neuronas son esenciales para que se produzca la respuesta placebo.
Cuando las neuronas MOR+ fueron bloqueadas artificialmente, el efecto placebo desapareció. Por el contrario, cuando se permitía su funcionamiento, se activaba un circuito que inhibe la transmisión del dolor hacia el resto del cerebro. Este circuito incluye una conexión directa con el gris periacueductal ventrolateral (vlPAG), una zona profunda responsable de coordinar la respuesta analgésica.
Este hallazgo permite entender por qué el placebo no actúa en el lugar donde duele, sino en una vía descendente que regula cómo se interpreta esa señal dolorosa. Se trata de un sistema que, activado correctamente, puede frenar el dolor desde su origen cerebral, sin necesidad de medicinas.
Condicionar al cerebro para curar
Los investigadores aplicaron una estrategia de condicionamiento clásico, similar al experimento de Pavlov. Durante varios días, las ratas recibieron un analgésico junto con una señal constante. Después, solo se les dio la señal, y muchas de ellas mostraron una reducción significativa del dolor, como si su cuerpo hubiera aprendido a generar alivio por sí solo.
Lo interesante es que no todas las ratas respondieron igual. Algunas reaccionaron por completo, otras parcialmente y otras no mostraron efecto alguno. Esto se asemeja a lo que ocurre con los humanos y plantea nuevas preguntas sobre por qué algunas personas son más sensibles al efecto placebo que otras. Las respuestas podrían estar en diferencias cerebrales, como la conectividad neuronal o la cantidad de receptores MOR+.
Además, al manipular directamente la actividad de estas neuronas específicas, los científicos lograron suprimir por completo el efecto placebo. Esto confirma que el fenómeno no es una ilusión ni un autoengaño, sino un proceso biológico que puede ser activado o bloqueado con precisión.
Un circuito de esperanza para el dolor crónico
Este estudio también reveló el camino exacto por el que viaja la señal analgésica. Las neuronas de la mPFC envían señales hacia el vlPAG, formando una conexión directa y funcional que puede frenar el dolor antes de que llegue a la corteza sensorial. Es decir, el cerebro tiene un circuito descendente de “apagado” del dolor que puede activarse por expectativa.
Cuando los investigadores interrumpieron esta conexión específica, el efecto placebo dejó de funcionar, aun si las neuronas MOR+ seguían activas. Esto indica que no basta con tener la capacidad de producir alivio, sino que se necesita un sistema completo y bien conectado para que funcione.
Estos resultados abren nuevas posibilidades para tratar el dolor sin depender exclusivamente de medicamentos. Al conocer los engranajes internos del sistema, los médicos podrían desarrollar terapias que activen el mismo circuito de manera natural o asistida, con menos riesgos y mayor eficacia a largo plazo.
Más allá del dolor: un nuevo enfoque terapéutico
El efecto placebo también podría tener aplicaciones en otros problemas de salud como la depresión, el insomnio o incluso la ansiedad, donde también participan mecanismos de expectativa y aprendizaje. El cerebro, al parecer, puede ser entrenado para activar respuestas beneficiosas si recibe los estímulos adecuados.
Lejos de ser un engaño, el placebo se perfila como una herramienta poderosa que, al integrarse con la medicina tradicional, podría mejorar tratamientos sin aumentar los efectos secundarios. Entenderlo como una capacidad innata del cuerpo permite revalorizar su uso en contextos clínicos, especialmente en pacientes con enfermedades crónicas que no responden bien a los fármacos.
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Este hallazgo podría marcar el inicio de una medicina más personalizada y humana, que tome en cuenta no solo los síntomas físicos, sino también el poder del aprendizaje y la mente en el proceso de curación. El cerebro, en lugar de ser solo un receptor pasivo de tratamientos, puede convertirse en un actor activo en la lucha contra el dolor.
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