¿Tu cerebro funciona mejor que el de otras personas? La ciencia dice que tus surcos cerebrales podrían ser la clave
Un estudio de la Universidad de California en Berkeley reveló que los surcos cerebrales más pequeños, conocidos como surcos terciarios, podrían estar relacionados con una mayor capacidad de razonamiento.

CIUDAD DE MÉXICO.- El cerebro humano destaca por su estructura altamente plegada, en contraste con los cerebros más lisos de muchos animales. Estos pliegues, conocidos como surcos y protuberancias, no son simples arrugas: permiten aumentar la superficie de la corteza sin requerir un cráneo más grande. Gracias a este diseño, los humanos desarrollamos funciones complejas como el lenguaje, la planificación y el razonamiento abstracto.
La corteza cerebral y su diseño único
Entre el 60 % y el 70 % de la corteza cerebral humana está “enterrada” en estos pliegues. Aunque por años se asumió que esta forma servía únicamente para ahorrar espacio, cada vez hay más evidencia de que también cumple funciones clave en el procesamiento de información. En especies con cerebros menos plegados, como los ratones, la capacidad cognitiva es más limitada.
Un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley ofrece una nueva perspectiva: la profundidad de ciertos surcos cerebrales pequeños, llamados surcos terciarios, podría estar relacionada directamente con la capacidad de razonamiento. Estos surcos, antes ignorados, ahora se perfilan como piezas importantes en la arquitectura funcional del cerebro humano.
Surcos terciarios: pequeños pero poderosos
Los surcos cerebrales se clasifican en primarios, secundarios y terciarios según su tamaño y momento de aparición durante el desarrollo fetal. Los primarios son los más notorios y están presentes en casi todos los cerebros. En cambio, los terciarios son pequeños, variables y se forman en etapas más tardías del desarrollo.
La investigación encontró que en regiones como la corteza prefrontal y la parietal lateral, los surcos terciarios más profundos se asocian con una mejor conectividad funcional. Estas áreas están involucradas en habilidades cognitivas como el razonamiento lógico, la toma de decisiones y el control de impulsos. Según los científicos, los surcos más profundos podrían acortar las distancias entre áreas cerebrales conectadas, facilitando la comunicación interna.
Esto significa que una estructura aparentemente menor puede estar relacionada con la eficiencia del pensamiento. Lejos de ser un detalle anatómico sin importancia, los surcos terciarios pueden ayudar a explicar por qué algunas personas razonan de forma más rápida o efectiva que otras, y cómo se construyen las redes neuronales responsables del pensamiento complejo.
Cada cerebro es único: hacia una neurociencia personalizada
Uno de los avances más destacados de este estudio fue su enfoque personalizado. En lugar de usar modelos promedio del cerebro, los investigadores analizaron 43 cerebros individuales, de personas entre 7 y 18 años, utilizando resonancias magnéticas funcionales. Cartografiaron 21 surcos por hemisferio cerebral y midieron cómo se conectaban mientras los participantes realizaban tareas cognitivas.
El análisis mostró que cada cerebro tiene un patrón único de conectividad. Los surcos terciarios, en particular, actuaban como nodos importantes de esas redes. No estaban organizados solo por su cercanía física, sino por cómo se comunicaban con otras regiones, lo que indica una organización más funcional que anatómica.
Estos hallazgos resaltan la necesidad de abandonar los modelos cerebrales genéricos. La forma y profundidad de los surcos varían de persona a persona, y esa variabilidad podría ser clave para entender no solo las capacidades cognitivas, sino también el desarrollo de trastornos neurológicos o psiquiátricos.
Más allá de la estructura: la experiencia también cuenta
Aunque la estructura de los surcos se forma temprano en la vida, su profundidad y la densidad de la corteza pueden modificarse con el tiempo. Factores como la educación, el entorno social o las experiencias de vida pueden influir en estos cambios. Esto demuestra que el cerebro no es una máquina estática, sino un sistema en constante evolución.
Los autores del estudio advierten que no hay que interpretar estos resultados como una condena genética. La forma de los surcos no determina por sí sola la inteligencia o el razonamiento. Lo que sí muestran es que existe una base anatómica sobre la cual las experiencias pueden moldear nuestras capacidades cognitivas.
La profesora Silvia Bunge, una de las autoras del estudio, lo resume así: “La experiencia y la educación pueden influir poderosamente en el desarrollo cognitivo, incluso en la edad adulta”. Por lo tanto, aunque los surcos ofrecen una estructura de partida, el aprendizaje y el entorno terminan de moldear nuestras habilidades mentales.
Una pista sobre nuestra evolución como especie
Los surcos terciarios también podrían decirnos algo sobre la evolución humana. Estas estructuras aparecen principalmente en áreas del cerebro que han crecido más en nuestra especie, como la corteza prefrontal. Además, se desarrollan más tarde en la infancia, acompañando el prolongado periodo de maduración cognitiva característico de los humanos.
Esto sugiere que los surcos terciarios podrían ser una adaptación evolutiva que da soporte a procesos mentales complejos. Son, en cierto modo, una huella de la sofisticación de nuestro pensamiento. Razonar, planear o tomar decisiones con flexibilidad podría depender, al menos en parte, de estas pequeñas estructuras.
Así, el estudio no solo aporta nuevos datos sobre la anatomía cerebral, sino que también revaloriza elementos antes ignorados. En los pliegues de nuestro cerebro podrían esconderse algunas de las claves más fascinantes de lo que nos hace humanos.
Un futuro prometedor para la neurociencia aplicada
Este nuevo enfoque podría tener aplicaciones prácticas en campos como la medicina, la educación y la psicología. Identificar con mayor precisión los surcos terciarios mediante tecnologías avanzadas permitiría diagnósticos más personalizados y estrategias de intervención mejor enfocadas, especialmente en etapas tempranas del desarrollo.
También abre la puerta a nuevas formas de entrenamiento cognitivo que consideren la arquitectura individual del cerebro. En lugar de modelos universales, podrían diseñarse programas educativos o terapéuticos adaptados a la conectividad cerebral específica de cada persona.
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En resumen, los surcos cerebrales, lejos de ser simples pliegues, están tomando protagonismo como piezas clave en la comprensión de la mente humana. Y con ello, la neurociencia avanza hacia una visión más precisa, individualizada y esperanzadora del cerebro y su potencial.
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