¿Puede un dinosaurio enseñarnos sobre el cáncer? Un hallazgo fósil abre una nueva vía médica
Un nuevo estudio descubrió tejidos blandos y proteínas preservadas en un fósil de Telmatosaurus, un dinosaurio de hace 70 millones de años.
CIUDAD DE MÉXICO.- Un equipo de científicos ha logrado un descubrimiento que podría cambiar la forma en que entendemos tanto la evolución como ciertas enfermedades modernas. En un fósil de Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro de hace 70 millones de años, investigadores del Imperial College London y la Universidad Anglia Ruskin identificaron restos de tejidos blandos que contienen estructuras similares a glóbulos rojos. Este hallazgo, publicado en la revista Biology, representa una oportunidad única para estudiar la evolución del cáncer a partir de muestras fósiles.
Proteínas antiguas, claves modernas
Aunque las células no contienen ADN, los científicos encontraron indicios de proteínas estables. Las proteínas, al ser más resistentes al paso del tiempo que el material genético, podrían conservar información valiosa sobre cómo funcionaban los procesos celulares en organismos extintos. Este tipo de evidencia sugiere que enfermedades como el cáncer no son exclusivas de los humanos, sino que han acompañado a los vertebrados durante millones de años.
Además de ofrecer pistas sobre la historia evolutiva de enfermedades, el descubrimiento también propone un cambio en la manera de conservar los fósiles. Los investigadores sugieren que los museos valoren más aquellos restos que aún conservan tejidos blandos, ya que pueden ser útiles para nuevas investigaciones moleculares.
Una nueva forma de estudiar fósiles
La investigación utilizó microscopía electrónica de barrido para analizar el hueso de la mandíbula del dinosaurio, donde previamente ya se había detectado un tipo de tumor benigno llamado ameloblastoma. Al observar su estructura interna, los científicos encontraron formaciones similares a glóbulos rojos humanos, lo que refuerza la posibilidad de que las proteínas hayan perdurado en el tiempo dentro del fósil.
Estas estructuras no solo se han encontrado en este caso particular. Estudios anteriores en otros restos fósiles también han mostrado tejidos blandos preservados, lo que hace pensar que este fenómeno podría ser más común de lo que se creía. Este tipo de análisis podría abrir la puerta a una nueva disciplina dentro de la paleontología: la paleoproteómica.
La paleoproteómica estudia proteínas antiguas para revelar detalles sobre funciones celulares, metabolismo y enfermedades en especies extintas. A diferencia del ADN, que se degrada con facilidad, las proteínas pueden sobrevivir millones de años si están atrapadas en huesos densos. Esto convierte a los fósiles en una nueva fuente para investigaciones biomédicas.
Del pasado al futuro de la medicina
Más allá de los hallazgos paleontológicos, los investigadores ven un potencial real en la medicina. Estudiar cómo especies como los dinosaurios —con cuerpos grandes y longevidad significativa— manejaban el riesgo de enfermedades como el cáncer puede ofrecer ideas útiles para los tratamientos actuales. Algunos de estos mecanismos de resistencia podrían haber evolucionado hace millones de años y seguir presentes, en menor o mayor medida, en los vertebrados actuales.
La investigación también resalta la necesidad de conservar fósiles bajo condiciones adecuadas. Muchos museos no están preparados para almacenar restos que aún contengan tejidos blandos, por lo que es necesario repensar las estrategias de preservación. Además, deben establecerse protocolos éticos para el muestreo, de forma que se garantice tanto el avance científico como la conservación del patrimonio fósil.
El objetivo final no es solo entender el pasado, sino aplicar ese conocimiento al presente. Si se logran identificar patrones repetidos en diferentes especies fósiles, los científicos podrían incluso reconstruir la evolución de ciertas enfermedades, como la artritis o infecciones crónicas, y aportar nuevas soluciones para la salud humana.
El surgimiento de la medicina paleobiológica
Este estudio marca el inicio de lo que podría convertirse en una nueva disciplina: la medicina paleobiológica. Esta área integraría conocimientos de paleontología, oncología, biología molecular y evolución para estudiar enfermedades desde una perspectiva histórica. Según los autores, esta combinación interdisciplinaria puede ser útil para detectar mutaciones clave, comparar respuestas inmunológicas y entender cómo ciertas especies lograron mecanismos de protección más eficaces.
El caso del Telmatosaurus es solo el primer paso. Los científicos planean ampliar sus estudios a otras especies de dinosaurios y vertebrados antiguos, lo que permitiría confirmar si existen patrones comunes de resistencia o vulnerabilidad ante enfermedades como el cáncer. Esta perspectiva evolutiva podría enriquecer las estrategias médicas actuales con conocimientos surgidos directamente del pasado.
Como concluye el profesor Justin Stebbing, líder del equipo, “no podemos recuperar ADN como en Jurassic Park, pero sí podemos obtener proteínas útiles que han sobrevivido millones de años. Esto nos brinda una nueva forma de estudiar las enfermedades desde sus orígenes más antiguos”. Así, el esqueleto fosilizado de un dinosaurio podría convertirse en una pieza clave para entender y combatir uno de los desafíos médicos más importantes de nuestro tiempo.