¿Por qué soñamos? Una mirada desde la neurociencia

CIUDAD DE MÉXICO.- Durante una reciente emisión de Infobae en Vivo, la doctora Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni y especialista en Neurociencia Cognitiva Aplicada, explicó qué ocurre en el cerebro mientras dormimos y cuál es la función de los sueños. Lejos de ser una simple acumulación de imágenes confusas, los sueños son procesos complejos que se repiten entre cuatro y seis veces por noche y cumplen un rol clave en la salud mental.

Los sueños: mucho más que imágenes aleatorias

Según la experta, soñar permite al cerebro asociar recuerdos del día con experiencias pasadas, y es precisamente la desactivación de la corteza frontal dorsolateral durante el sueño lo que facilita esta conexión. Al apagarse temporalmente esta zona del cerebro encargada del control racional, se liberan funciones como la creatividad y la capacidad de imaginar sin las barreras de la lógica cotidiana.

Crivelli aclaró que, aunque muchas veces soñamos con situaciones recientes, el contenido del día anterior representa apenas el 2% de lo que soñamos. El resto proviene de una mezcla compleja de emociones y recuerdos almacenados. Esto refuerza la idea de que los sueños son parte de un proceso inconsciente más profundo, con un papel activo en nuestro bienestar emocional y mental.

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Terapia emocional mientras dormimos

La doctora también destacó que los sueños funcionan como una “terapia emocional nocturna”, ya que ayudan a procesar emociones intensas del día. Al soñar, las personas reviven y reorganizan aspectos significativos de su vigilia, como problemas importantes o personas que dejaron huella emocional. En ocasiones, los sueños pueden incluso ofrecer respuestas creativas a conflictos reales.

Durante la conversación con los periodistas Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Bouffle, Crivelli señaló que esta función emocional de los sueños también se manifiesta en los llamados sueños lúcidos. En ellos, la persona es consciente de que está soñando y, en algunos casos, puede influir en lo que sucede. Alrededor del 20% de la población experimenta este fenómeno, que demuestra cuán activo puede estar el cerebro, incluso en reposo.

En el caso de los niños, los sueños cobran un papel especial. Entre los cinco y seis años, cuando se desarrolla la “teoría de la mente” —la capacidad de entender que otras personas tienen pensamientos e intenciones distintas—, se incrementan las pesadillas. Esto se debe, en parte, a los conflictos emocionales y a los cambios neurológicos propios de esa etapa.

El recuerdo de los sueños y su impacto en la vida diaria

Crivelli explicó que recordar los sueños no es indispensable, pero puede ayudar a conocerse mejor. Recomienda anotarlos apenas al despertar y evitar mirar el celular de inmediato, ya que el contacto con estímulos externos puede borrar el recuerdo rápidamente. Este fenómeno está relacionado con la actividad de la corteza prefrontal, que permanece menos activa durante el sueño y es clave para conservar información.

La neuropsicóloga también compartió una técnica experimental para influir en los sueños: mediante estímulos sensoriales, como aromas, es posible inducir ciertas imágenes oníricas. Este procedimiento se explora como herramienta para fomentar la creatividad y trabajar emociones difíciles, mostrando cómo los sueños podrían usarse incluso con fines terapéuticos.

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Finalmente, Crivelli resaltó que los sueños pueden ofrecer consuelo emocional tras eventos dolorosos, como la pérdida de un ser querido. Este tipo de sueños, además de ser reconfortantes, pueden reflejar aspectos emocionales profundos que, con el tiempo, pueden encontrar nuevos espacios para expresarse en la vida cotidiana. Así, los sueños no solo nos acompañan por la noche: también influyen, silenciosamente, en cómo enfrentamos el mundo cuando despertamos.