Mi madre y mi hermana de Édouard Vuillard una escena doméstica cargada de tensión silenciosa
Es una escena cotidiana que, sin embargo, transmite jerarquías, silencios y afectos complicados.

Entre patrones de papel tapiz y ángulos forzados, el pintor francés Édouard Vuillard capturó una escena que es mucho más que una representación doméstica: Mi madre y mi hermana (L’intérieur, la mère et la sœur de l’artiste) es un retrato psicológico agudo, sutil y lleno de capas, que forma parte de la colección del MoMA en Nueva York. Pintado al óleo, este lienzo de dimensiones modestas (46,3 x 56,5 cm) es un ejemplo perfecto del estilo intimista de Vuillard, quien fue miembro del grupo de los nabis y un amante confeso del arte japonés.
El centro gravitacional: Madame Vuillard
La figura materna es la indiscutible protagonista del cuadro. Viuda y pilar de la familia, Madame Vuillard aparece sentada, sólida y dominante, vestida de negro. Su atuendo no solo alude al luto que marcó su vida, sino que se convierte en un punto de atracción visual que absorbe toda la atención. Es, literalmente, el centro de la composición, y también lo era del hogar que mantuvo en pie tras la muerte del padre del artista. Su presencia imponente es un “agujero negro” simbólico: poderosa, inmóvil, casi inamovible.
Marie: la figura que se disuelve
Frente a esta figura central, Marie, la hermana del pintor, parece fundirse con el entorno. Su vestido a cuadros se confunde con el papel tapiz, como si el espacio la absorbiera en un intento de invisibilizarla. Está agachada, quizá para no molestar, para encajar. Su postura revela una incomodidad que no necesita palabras. Este juego visual, donde persona y fondo se confunden, es más que una elección estética: es una declaración sobre su lugar en la dinámica familiar.
La composición fuerza intencionalmente la perspectiva: el suelo se inclina, los ángulos se distorsionan. No es casualidad. Vuillard —fascinado por la estética japonesa— adopta una mirada que desafía la lógica occidental del espacio para crear una atmósfera ligeramente claustrofóbica, donde el orden aparente se desestabiliza. Los interiores del artista suelen tener ese efecto: son espacios íntimos que se sienten cerrados, y en los que se intuye una tensión latente.
Más allá del retrato
Lo que hace de Mi madre y mi hermana una obra tan audaz para su tiempo es su carga emocional. No hay dramatismo evidente, pero sí una lectura profunda de las relaciones humanas. Es una escena cotidiana que, sin embargo, transmite jerarquías, silencios y afectos complicados. Vuillard convivió con su madre hasta su muerte, cuando él ya tenía 60 años. Y la retrató infinidad de veces, siempre con esa fuerza dominante. Marie, en cambio, parece quedarse al margen, casi desdibujada.
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Esta pintura no solo documenta una escena del pasado; también nos invita a mirar dentro de nuestros propios espacios familiares y cuestionar qué papel ocupamos en ellos. Como muchos interiores de Vuillard, es una obra pequeña en tamaño, pero inmensa en significado.
Con información de HA!
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