Día Mundial de la Biodiversidad: advierten sobre especies ausentes por impacto humano
Este caso ilustra el concepto de “diversidad oscura”, que se refiere a especies que podrían habitar un lugar pero están ausentes por impacto humano.

CIUDAD DE MÉXICO.- El caldén, un árbol típico del centro de Argentina, ha sufrido un grave retroceso en su distribución natural. Durante el siglo pasado, sus poblaciones fueron utilizadas para producir desde adoquines hasta leña, lo que aceleró su explotación. Además, factores como los incendios forestales, la expansión de la frontera agropecuaria y la invasión de especies exóticas contribuyeron a su desaparición en muchas zonas.
Un árbol nativo que desaparece
Aunque la especie aún sobrevive en algunos sectores del país, ya no está presente en vastas regiones donde antes era común. Por eso, hoy se considera parte de lo que se conoce como “diversidad oscura”: especies que podrían habitar un lugar, pero que están ausentes debido a impactos humanos o cambios ambientales.
En el marco del Día Internacional de la Diversidad Biológica, este caso se convierte en un ejemplo ilustrativo de cómo las actividades humanas modifican ecosistemas de manera profunda, muchas veces de forma invisible o no evidente a primera vista.
La diversidad que no se ve
Un estudio reciente publicado en la revista Nature y realizado por más de 200 científicos a nivel global advierte sobre los efectos acumulativos de la intervención humana en la biodiversidad. El concepto de “diversidad oscura” se refiere precisamente a esas especies que, aunque podrían desarrollarse en ciertos ecosistemas, no lo hacen por causas como la deforestación, la fragmentación del hábitat o el sobrepastoreo.
Uno de los sitios evaluados en Argentina fue el Chaco Serrano, en la provincia de Córdoba, donde participaron investigadoras como Melisa Giorgis del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV). Ella explicó que el equipo comparó la diversidad vegetal esperada con la realmente observada en 5,500 sitios de todo el mundo, incluyendo también un área en Santa Cruz.
Los datos muestran que en regiones con poco impacto humano, alrededor del 35% de las especies esperadas están presentes. En cambio, en zonas con alta intervención humana, ese porcentaje baja drásticamente a menos del 20%, lo que refleja una pérdida significativa de biodiversidad potencial.
Una herramienta para recuperar ecosistemas
Para cuantificar este fenómeno, los investigadores aplicaron el “índice de huella humana”, que considera factores como la densidad poblacional, el uso agrícola del suelo y la infraestructura. Aplicado en un radio de hasta 400 kilómetros en cada sitio de estudio, el índice mostró una correlación clara: cuanto mayor la huella humana, menor la posibilidad de que especies adecuadas habiten su ambiente natural.
El concepto de “completitud comunitaria” surgió así como una nueva forma de medir el estado de los ecosistemas, evaluando cuán cerca están de albergar todas las especies que deberían tener. Incluso en áreas protegidas, los científicos hallaron que muchas especies están ausentes, lo cual sugiere que las estrategias de conservación actuales podrían ser insuficientes.
Restaurar ecosistemas no solo implica proteger lo que queda, sino también trabajar activamente en reintroducir o permitir el regreso de las especies que han desaparecido. Esto requiere conectar fragmentos de vegetación, reducir la contaminación y mitigar la fragmentación del paisaje.
Compromisos globales y desafíos locales
El marco de acción global firmado en 2022, conocido como el Plan de Biodiversidad de Kunming-Montreal, incluye el ambicioso objetivo de restaurar el 30% de los ecosistemas del planeta para 2030. También propone reducir a la mitad los desperdicios alimentarios e invertir más de 200 mil millones de dólares anuales en estrategias para proteger la biodiversidad.
Sin embargo, los expertos advierten que estas metas podrían no ser suficientes si no se toma en cuenta la diversidad oscura. Proteger solo lo que es visible deja fuera a muchas especies que aún podrían regresar a su hábitat original si se generan las condiciones adecuadas.
Lucas Enrico, otro de los investigadores del IMBIV, señaló que el estudio aporta herramientas concretas para repensar las políticas ambientales y tomar decisiones basadas en una comprensión más profunda de los efectos de la actividad humana.
Una llamada de atención para el futuro
El caldén, como tantas otras especies que forman parte de la diversidad oscura, es una pieza clave de su ecosistema. Su ausencia no solo representa una pérdida ecológica, sino también un indicador de desequilibrios más amplios en los ambientes naturales.
Según los investigadores, estudiar la diversidad oscura no solo permite diagnosticar daños, sino que abre una oportunidad única: restaurar lo que se ha perdido y planificar acciones que permitan un futuro más armonioso entre naturaleza y desarrollo humano.
La “oscuridad” que oculta estas especies ausentes puede, en realidad, ser la clave para proteger el futuro de los ecosistemas. Comprender su importancia es el primer paso para hacer visible lo invisible y avanzar hacia una verdadera sostenibilidad.
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