Cuando Lucrecia Borgia reinó en el Vaticano
Una pintura revive el escándalo que sacudió a la Santa Sede en 1501.
En la sala de la Tate Gallery de Londres, una escena llama la atención por su teatralidad y por lo que representa: Lucrecia Borgia reina en el Vaticano en ausencia del Papa Alejandro VI, un óleo monumental de Frank Cadogan Cowper que nos transporta a uno de los episodios más escandalosos del Renacimiento.
La escena, que mide más de dos metros de alto, no documenta un hecho visualmente comprobado, pero sí recrea con imaginación y detalle un suceso real que ocurrió en 1501. Durante la ausencia de su padre, el papa Alejandro VI, Lucrecia Borgia —su hija ilegítima— presidió una reunión en el Vaticano, un acto que generó gran polémica. Aunque no podía celebrar ceremonias religiosas, sí tenía autoridad para tomar decisiones políticas y diplomáticas.
Frank Cadogan Cowper, el artista británico detrás de esta obra, no fue testigo directo de ese momento, pero logró reconstruirlo como si lo hubiera vivido. Inspirado por su visita a Roma, Cowper se basó en una de las estancias decoradas por el renombrado Pinturicchio dentro del Vaticano para ambientar su pintura. Incluso observó retratos de cardenales del siglo XVI para dotar de autenticidad a los rostros de los presentes en su composición.
En el centro de la escena está Lucrecia, erguida sobre un pedestal, ocupando el trono papal. Dos nobles apartan su capa y vestido, dejando a la vista sus pies, uno de los cuales está siendo besado por un cardenal. Su rostro —de belleza clásica— es similar al de otra obra del artista, Vanidad, lo que sugiere una intención simbólica: la fusión entre poder, deseo y controversia.
Lo más llamativo de la pintura es la variedad de reacciones de los cardenales: los más viejos y conservadores lucen escandalizados, algunos al borde del desmayo moral. Pero en la esquina izquierda, un joven clérigo no puede disimular su entusiasmo; sonríe, señala la escena y parece disfrutar del caos que presencia.
Desde el punto de vista técnico, Cowper domina la escena con una rica paleta de tonos rojizos que contrastan con el vestido claro de Lucrecia, atrayendo la mirada hacia la protagonista y reforzando su presencia en un entorno dominado por figuras masculinas.
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A más de cinco siglos de distancia, la anécdota de Lucrecia Borgia sigue despertando interés. No solo por el acto en sí —una mujer tomando el lugar del Papa— sino por lo que representa: la complejidad del poder, el papel de la mujer en la historia y las tensiones entre lo sagrado y lo mundano. Cowper lo entendió bien, y nos regaló una imagen que invita a mirar más allá de la escandalosa superficie.
Con información de HA!