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Una mujer de armas tomar retratada por Velázquez: la historia de Sor Jerónima de la Fuente

Con clara influencia del tenebrismo de Caravaggio, Velázquez la representa de pie, envuelta en una atmósfera austera.

En el siglo XVII, cuando el arte servía no solo para embellecer, sino también para dejar testimonio de vidas extraordinarias, el joven Diego Velázquez se encontró con una mujer que no dejaba indiferente a nadie: Sor Jerónima de la Fuente. Monja franciscana, superiora del convento de Santa Isabel en Toledo, y decidida misionera rumbo a Filipinas a los 66 años, fue retratada por el entonces veinteañero pintor sevillano antes de partir hacia ultramar.

Aunque se desconoce con certeza por qué Velázquez pintó a esta religiosa, se especula que pudo haber sido un encargo de las monjas del convento para conservar la memoria de su líder espiritual. Lo cierto es que el resultado es uno de los retratos más impactantes de su primera etapa artística.

Un retrato tenebrista con mensaje

Con clara influencia del tenebrismo de Caravaggio, Velázquez la representa de pie, envuelta en una atmósfera austera, con un crucifijo en una mano —que por la firmeza de su agarre podría pasar por una espada— y un libro en la otra. Son manos expresivas, marcadas, llenas de vida, pero el verdadero centro del cuadro es su rostro: arrugado, severo, honesto. Nada de idealizaciones. Velázquez capta su fuerza interior con crudeza y respeto.

La mirada de Sor Jerónima se clava en el espectador. Transmite autoridad, compromiso, inteligencia. Es el retrato de una mujer convencida de su misión, dispuesta a cruzar medio mundo para llevar su fe a tierras lejanas. Como bien apunta un observador contemporáneo, la imagen destila “pura energía, pura verdad”.

Detalles añadidos y legado

Años después, alguien añadió un letrero sobre la figura: Bonum est praestolari cum silentio salutare Dei (“Bueno es aguardar en silencio la salvación de Dios”). También se incluyó una inscripción en el suelo, narrando aspectos de la vida de Sor Jerónima, elevándola casi al estatus de santa gracias al pincel del artista.

Este retrato no solo inmortaliza a una figura notable, sino que también anticipa el estilo maduro de Velázquez, quien aún no había partido a Madrid para convertirse en uno de los grandes maestros del Siglo de Oro. En Sor Jerónima encontró un rostro y una historia que merecían ser contadas sin adornos, con la misma sinceridad con la que ella enfrentó su vida y su fe.

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Un cuadro, una mujer, un destino: el arte de Velázquez al servicio de una verdad que no necesita embellecerse.

Con información de HA!

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