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El insulto más legendario de la historia del arte

Los cosacos zaporogos y su desvergonzada carta al Sultán Mehmed IV.

El insulto más legendario de la historia del arte

En las vastas salas del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo cuelga una de las obras más célebres (y gamberras) del pintor Ilyá Repin: Cosacos zaporogos escribiendo una carta al Sultán Mehmed IV de Turquía. Esta enorme pintura al óleo, de más de tres metros y medio de largo, tardó once años en completarse y captura con maestría una escena real del siglo XVII: la respuesta de los cosacos ucranianos a una amenaza otomana... que terminó en una carcajada colectiva y un insulto legendario.

Una carta que pasará a la historia

La historia detrás del cuadro es tan extraordinaria como la obra misma. En 1676, el sultán Mehmed IV, líder del poderoso Imperio otomano, exigió a los cosacos zaporogos que se rindieran sin condiciones. Su carta estaba cargada de títulos altisonantes, propios del protocolo imperial: “Emperador de emperadores, soberano de soberanos, esperanza y confort del pueblo musulmán...”.

Pero los cosacos no se achicaron. Su respuesta fue un alarde de ingenio vulgar, irreverencia y orgullo: una carta plagada de insultos tan creativos como absurdos, que llegaban a preguntarse: “¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo?”. La carta termina con una despedida que ya es parte de la leyenda: “¡Así que bésanos el culo!”.

Una escena llena de vida y risa

Lo que Repin logra plasmar en el lienzo va mucho más allá de un simple momento histórico. Los rostros de los cosacos, entre carcajadas, sarcasmo y orgullo, transmiten una energía contagiosa. El cuadro es casi teatral: uno lee en voz alta, otro sugiere un nuevo insulto, el escriba intenta anotar mientras se ríe… Toda la escena parece congelada en ese instante de burla colectiva, en el que el humor es también una forma de resistencia.

¿Quiénes eran realmente los cosacos?

Aunque a menudo se les asocia con la violencia, el bandolerismo o el alcohol, la realidad histórica es más matizada. Los cosacos zaporogos eran guerreros temidos, sí, pero también formaban una sociedad profundamente comunitaria, con un sistema político democrático, una fuerte tradición musical y un código moral muy particular. Rechazaban las deudas, despreciaban la embriaguez descontrolada, y mostraban un respeto notable hacia los ancianos y las mujeres.

Paradójicamente, la expresión “beber como un cosaco” pudo haber sido fruto de la propaganda soviética, que caricaturizó a este pueblo libre y autónomo para desacreditarlo. Sin embargo, sí eran conocidos por sus celebraciones ruidosas y su espíritu bromista, tal como refleja el cuadro.

Un insulto convertido en arte

Más que una anécdota pintoresca, la carta de los cosacos es una muestra de cómo el humor puede ser un arma poderosa frente a los imperios. Y el cuadro de Repin, además de ser una joya del arte ruso del siglo XIX, ha inmortalizado esa respuesta irreverente, recordándonos que, a veces, una risa compartida puede decir más que mil batallas.

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En tiempos donde las palabras aún pueden cambiar el curso de la historia, este lienzo nos invita a no subestimar el poder de una pluma... especialmente si se usa con descaro, camaradería y una buena dosis de ingenio.

Con información de HA!

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