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Una batalla de piedra en Florencia: la escultura de Hércules y Caco

La intención era clara: representar el triunfo de la civilización sobre la barbarie.

Una batalla de piedra en Florencia: la escultura de Hércules y Caco

En el corazón de Florencia, justo frente al imponente Palazzo Vecchio, se encuentra una escultura que, aunque ambiciosa, nunca logró escapar del peso de las comparaciones: Hércules y Caco, una obra que nació a la sombra del legendario David de Miguel Ángel y que, pese a su monumentalidad, fue ridiculizada casi desde su aparición.

Todo comenzó en 1504, cuando el David fue instalado en la Piazza della Signoria. Su impacto fue tal que obligó a reconsiderar el resto del entorno escultórico. Las autoridades decidieron entonces encargar nuevas obras que estuvieran a la altura de semejante símbolo del Renacimiento florentino. Entre esas obras se pensó en una alegoría mitológica protagonizada por Hércules, el héroe griego que encarna la fuerza, el valor y la justicia, derrotando a Caco, una criatura salvaje y ladrona. La intención era clara: representar el triunfo de la civilización sobre la barbarie.

El encargo fue inicialmente ofrecido a Miguel Ángel, pero en aquel momento el artista ya tenía compromisos mayores en Roma. Aunque realizó un simple boceto, nunca pasó de ahí. El proyecto quedó en el olvido hasta que, años después, en 1528, se retomó la idea y se confió a Baccio Bandinelli, un escultor florentino que soñaba con igualar —o incluso superar— a su admirado rival.

Título original: Ercole e caco
Museo: Piazza della Signoria , Florencia (Italia)
Técnica: Escultura (505 cm)

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Bandinelli terminó su obra en 1533, una escultura colosal de más de cinco metros de altura. Sin embargo, el recibimiento fue todo menos entusiasta. En especial, un personaje no escatimó en burlas: Benvenuto Cellini, escultor y escritor, rival declarado de Bandinelli y maestro de la ironía renacentista. En sus memorias, Vita, Cellini no tuvo piedad. Comparó la anatomía de Hércules con “un saco lleno de melones” y dijo que su cuello estaba tan mal hecho que parecía no tener dónde sostener la cabeza.

Según Cellini, ni la cabeza ni el cuerpo de Hércules tenían proporciones humanas, y el conjunto resultaba forzado, artificial, casi grotesco. La crítica fue tan despiadada que dejó a Bandinelli profundamente humillado. El escultor había caído en una trampa común del Manierismo: intentar imitar sin medida el estilo de los grandes maestros del Renacimiento, como Miguel Ángel y Rafael, sin desarrollar una voz propia ni observar la naturaleza con la misma devoción.

Así, Hércules y Caco pasó a la historia no solo por su presencia en una de las plazas más célebres de Italia, sino también como símbolo de las tensiones artísticas del Renacimiento tardío y del riesgo de perseguir ideales imposibles.

Con información de HA!

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